Ni agradecido ni pagado – Francisco López de Goicoechea

Publicado el lunes, 30 septiembre 2019

José Manuel Pradas – La huella de la toga.

Sinceramente no me está costando mucho encontrar historias, en mayor o menor medida interesantes, que me puedan servir de hilo conductor para al final glosar en unas líneas a alguna figura relevante de la abogacía madrileña, que es casi tanto como decir la española. Cosa distinta es tratar de escribir con amenidad, riqueza de vocabulario y conseguir huir de lo que podríamos llamar forma procesal de redactar, vicio este de difícil erradicación por los que llevamos años en la profesión. Garantizo que esto cuesta bastante más y que no se hasta qué punto consigo.

José Manuel Pradas Poveda

José Manuel Pradas Poveda, Abogado.

Voy a intentar narrar, sin tampoco extenderme mucho –pues es casi seguro que volveré al tema- algunos hechos sucedidos en el Colegio de Abogados de Madrid en un periodo dramático que media entre 1936 -justo antes del asesinato de Calvo Sotelo- hasta el final de la guerra en 1939. Es una historia triste, cainita, pero que enlaza muy bien con esa tradición española, que va desde el Duelo a Garrotazos de Goya, a todo el turbulento siglo XIX y desemboca en la tragedia sin precedentes que supuso la guerra civil.

Es una realidad que nunca ha estado la Abogacía ajena a la política, pero no es menos cierto que desde el periodo de entreguerras hasta el año 1936, la vida colegial estaba muy contaminada por la ideología política de muchos de sus miembros. Vamos, que algunos, por no decir muchos, se llevaban poco menos que a bofetadas y esto, por favor, que no se interprete como una mera figura literaria, sino en el sentido literal del término. Luego ya la realidad fue otra y durante el franquismo todo se adormece, se anestesia hasta el Congreso de la Abogacía de León en 1970 en que la política vuelve a hacer su entrada.

Era Decano en 1936 Don Melquiades Alvarez –personaje que siempre se debe reivindicar- cuando el 13 de julio fue asesinado Calvo Sotelo. Con este motivo, una serie de colegiados presentan una instancia al Colegio pidiendo la celebración de una Junta General Extraordinaria con la única finalidad de condenar el crimen. Pocos días después, estalla la guerra civil y el Colegio es incautado por abogados pertenecientes a los partidos del Frente Popular, de la UGT y la CNT. Su primera medida expulsar a los firmantes de la instancia que pedía la convocatoria de la Junta.

El BOE de 30 de julio de 1936 un Decreto nombra una Junta de Gobierno del Colegio, por entender que los anteriores elegidos, es decir, la Junta democrática que dirigía Don Melquiades, eran “en su inmensa mayoría, elementos desafectos al régimen y en simpatizante connivencia con los alzados contra la República” y designa directamente una Junta de la que nombra Decano a Francisco López de Goicoechea. Esta Junta adopta en agosto un acuerdo por el que expulsa del Colegio a una serie de personalidades, Gil Robles, Lerroux, Primo de Rivera y Alcalá-Zamora entre otros por traidores y desafectos a la República.

Pasado un primer periodo dentro del Madrid sitiado, esa primera Junta incautadora, revolucionaria y jacobina, devino en una Junta de gobierno formada por hombres ya de edad, moderada y profesional que intentó, en la medida de sus fuerzas, defender a los compañeros detenidos o velar por aquellos que estaban refugiados en Embajadas o domicilios particulares, todo ello con mayor o menor fortuna según cada caso. La dirigíó hasta su fallecimiento en 1938, Don José Puig de Asprer y asumiendo luego la presidencia, que no decanato, Don Lorenzo Barrio y Morayta.

Pero durante la guerra, se podría afirmar que coexistieron en Madrid, enfrentados, dos órganos de poder, la Junta incautadora, convertida en Junta de gobierno y la Comisión Ejecutiva de Abogados del Frente Popular. Y eso fue así casi hasta el final de la guerra, en que triunfa la Junta técnica frente a la política y fue aquella la encargada de entregar el Colegio a los vencedores franquistas.

El 28 de marzo de 1939, tres días antes de que finalice la guerra civil, los ocho abogados que constituían la Junta de gobierno, hacen entrega del Colegio, sus  bienes, enseres y competencias, incluyendo las 1.048 pesetas que había en aquel momento en la caja. Al día siguiente, el Colegio es incautado por la Falange.

Se produce pues, una segunda incautación del Colegio, que automáticamente procede, citando a Forges, a dar “la tour a la omelette”, de modo y manera que su primer acuerdo es anular la expulsión de los proscritos en 1936 que he citado antes y expulsar automáticamente a 61 colegiados del otro bando, donde podemos citar entre otros a Azaña, Osorio y Gallardo, Jiménez de Asúa, Victoria Kent y nuevamente Alcalá-Zamora. Curioso caso éste, en que es rehabilitado por minutos, para ser expulsado nuevamente en el siguiente punto del orden del día. Digno del Libro de los Records.

Así quedan las cosas hasta que llegamos a noviembre de 2015 en que la Junta de Gobierno del Colegio decide cerrar, esperemos que definitivamente, un triste capítulo de la historia de la institución, revocando aquellos acuerdos tomados el 22 y 29 de agosto de 1939, pero vinculándolo también a aquel que se adoptó en agosto de 1936, justo de signo contrario y “haciendo votos para que no se repitan nunca más las circunstancias que hicieron posibles acuerdos como los que ahora quedan sin efecto”.

Francisco López de Goicoechea Inchaurrandieta

Francisco López de Goicoechea Inchaurrandieta

Francisco López de Goicoechea Inchaurrandieta, no era vasco como pudiera parecer por sus apellidos y nació en 1894 en Totana (Murcia), aunque como de todos es sabido un bilbaíno puede nacer donde le de la gana, que para eso es de Bilbao. Se colegió en 1916, con el número cronológico 10.138. Diputado por Murcia en 1931 y 1936 fue nombrado Decano el 30 de julio de ese año hasta agosto, en que pasaría a ser designado Magistrado del Supremo y luego Presidente de la Audiencia de Murcia. Se exilia a principios del 39 a Francia para pasar luego a Méjico, donde desarrolló una ingente actividad intelectual en el Ateneo Español de México y luego a Cuba. Regresa a España en 1964 y es rehabilitado, falleciendo en Madrid en 1973 ocupando el cargo de Contador en la Junta provisional que durante dos años dirigió Basilio Edo. Sus descendientes han tratado que sea reconocido como Decano del Colegio de Madrid, hasta ahora sin éxito.

Ojalá hayamos aprendido la lección y estas cosas jamás se repitan.

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    José Luis Lastra López de Goicoechea 7 diciembre, 2020 a las 21:58 - Reply

    Estimado Sr. Pradas: Acabo de leer, con retraso, su artículo publicado en Lawyerpress News, que me parece bueno, aunque debo realizar los siguientes matices: La Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Madrid que se formó a raíz del golpe de estado fascista del 18 de julio de 1936, presidida por mi abuelo Don Francisco López de Goicoechea en calidad de Decano, tuvo como finalidad poner en funcionamiento nuevamente las actividades del Colegio, cuya junta de gobierno había quedado desierta y naturalmente los abogados afectos al golpe no tenían cabida en dicha junta como usted podrá comprender, ya que aquellos señores eran entre otras cosas cómplices de un pronunciamiento totalmente ilegal y contrario a las leyes legítimas republicanas.
    Me sorprende que al final de su artículo usted diga que «los descendientes (de Don Francisco) han tratado que éste sea reconocido como Decano del Colegio de Madrid, hasta ahora sin éxito». He de manifestarle que yo nunca he pretendido que a mi abuelo se le reconozca como Decano, porque él fue Decano por nombramiento oficial publicado en la Gaceta de la República y por tanto no hace falta ahora buscar ningún reconocimiento, ya que él fue Decano y punto final. Lo que yo he pretendido sin éxito es que un retrato de él aparezca colgado, como el de muchos otros Decanos, en algún lugar del Decanato, pero por lo visto los rencores, odios, envidias y enfrentamientos ideológicos prosiguen sus andanzas en nuestra querida España, a pesar de los muchos años transcurridos desde la guerra civil. Hecha esta aclaración, le envío mis más sinceros saludos. José Luis Lastra López de Goicoechea. Madrid.

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