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COLABORACIONES / Opinión
Por Laura Hernández Perera, Mediador, Socia Fundadora Horissont, Coaching & Mediación
Los mediadores surgimos como champiñones. Cada vez hay más mediadores, a la par que más personas interesadas en formarse en mediación, así como una extensa oferta de cursos de formación diversa. A su vez, existe cierto malestar e inquietud por el desempeño profesional que los nuevos mediadores con formaciones menos extensas pueden ofrecer al destinatario último de la mediación, el cliente o usuario del servicio. En mi opinión, la existencia de vías de acceso diferentes y formaciones dispersas no tiene por qué ser definitorio del trabajo final que el mediador lleva a cabo. Sin embargo, estimo que sí resulta crucial el fin perseguido por cada futuro mediador cuando se forma en mediación, esto es, se apuesta por la mediación como una profesión o labor diferenciada que requiere de un esfuerzo profesional e intelectual continuo o se concibe como un aporte más con la que contar por si en él se encuentra la salida a los quebraderos económicos actuales que viven la mayoría de los profesionales. 2 Es decir, en medio de una crisis como la actual, la mediación ha sonado en los foros adecuados para ser percibida como un nicho de trabajo casi inmediato o como una forma fácil para complementar los ingresos de una actividad profesional principal. Resultando que con la aprobación de la ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles esta tendencia se ha disparado, con dos efectos principales: la proliferación de la oferta de cursos exprés en formación y el cambio en la percepción de la mediación, hasta ahora contemplada como una actividad menos atractiva en cuanto a sus posibilidades de rentabilidad económica. Sin embargo, aunque el impulso está ahí y las posibilidades se palpan, la mediación es una desconocida para el destinatario final, además de confundida por los medios informativos con el arbitraje, la conciliación o la negociación. Por tanto queda mucho trabajo por delante, que sigue siendo arduo en cuanto a dar a conocer la mediación entre los usuarios, pero también en relación a facilitar una respuesta diferente a la que reciben desde otras vías. La mediación no puede reducirse a ofrecer el mismo resultado empleando una vía distinta, es necesario que pueda brindar la oportunidad al cliente de encontrar un resultado que difiera de aquellos que puede obtener en otros estamentos. Este último aspecto es clave, aunque de difícil encaje si los mediadores no ofrecemos un desempeño profesional diferenciado, basado en la comprensión y en el ejercicio de la mediación y no de otras disciplinas combinadas con habilidades de mediación. En definitiva, un mediador necesita del saber, pero también del saber hacer y particularmente importante del saber ser. ¿Cuánto tiempo requiere? Probablemente toda una vida.
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