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Sobre la posible relación laboral entre Don Quijote y Sancho
MADRID, 05 de MARZO de 2014 - LAWYERPRESS

Por Fernando Fanego, Abogado, ICAM

Fernando FanegoA grandes rasgos, cuando se aprobó la ley que regulaba básicamente el régimen jurídico aplicable al trabajador por cuenta propia en todas sus manifestaciones, se introdujo la figura del trabajador autónomo económicamente dependiente, una especie de tertium genus entre el trabajador por cuenta ajena como lo concibe nuestro Estatuto de los Trabajadores y el trabajador autónomo en strictu sensu que pretendió poner fin a una práctica ilegal extendida en nuestros días, conocida como “falso autónomo” pero que comprobaremos con este humilde artículo del que suscribe, ya existía esta figura desde tiempos remotos, y que sin ir más lejos, se plasmó de manera cuasi esperpéntica, en la novela más importante de nuestra literatura, escrita por Dº Miguel de Cervantes Saavedra.

Decir que existía buena relación entre Alonso Quijano y el bonachón Sancho, no resulta nada nuevo. En su partida caballeresca, Alonso, un hidalgo pobre, a quien enloquecía la lectura de caballerías, pensó como buen caballero que su campaña no podía pasar sin llevar escudero; siendo imprescindible para su empresa el servicio de éste, pese a que según pensaba de él: "un labrador vecino suyo, hombre de bien [Ð...], pero de muy poca sal en la mollera".

El bueno de Sancho, mezcolanza satírica y cómica de tradiciones literarias de tipología popular, interviene en la obra como un autentico trabajador por cuenta propia, falsamente independiente, alternando lo rústico con la ternura y la astucia, -la que muchos autónomos desprenden para sobrevivir hoy día, sorprendiendo al curioso lector con los variables matices de su personalidad a lo largo de la obra.

…lo convenció* y (-sin contrato aparente). Sancho, con especial interés por aquel orate caballero, caviló que aquel le podía asegurar, sin particulares, la hogaza y el catre allá donde llegasen con la seguridad para su integridad ante cualquier peligro que encontrasen. Digamos que, a cambio de la seguridad en la aventura y de los sabios consejos, el hidalgo chiflado recibiría de Sancho, entre otras –como luego se vio-, la organización y la puesta a punto de corazas, escudo, cota de malla y loriga.

A primera vista, la Voluntariedad queda patentada en dicha relación pseudo-laboral, que obviamente no necesita demostración alguna. El vínculo que despachó Don Sancho, labriego de aquella venta donde Alonso Quijano como empresario, decide armarse para su negocio, se fraguó consiguiendo a éste, como falso colaborador externo (TRADE), convirtiéndose en el mejor de los escuderos de la comarca y sin la firma de papel alguno ni contrato.

Don Quijote, que entre otras afrentas, luchó contra unos gigantes que no eran otra cosa que molinos de viento, velando en un bosque donde por los ruidos que escuchaba, imaginaba a seres demoniacos, tuvo siempre de su lado al buen hombre de Sancho que le trataba de sacar de la mollera, sus caballerescos sueños, apaciguando las pérdidas. Como vemos su dedicación fue “a jornada completa”.

En cada una de las contiendas en las que estaba presente el más famoso caballero, se encontraba Sancho, el cual, se encontraba siempre sujeto a la organización de la empresa, y que en definitiva, era la que determinaría en qué momento se prestaban sus servicios. Es decir, se establecería el orden y los periodos de descanso después de cada batalla, que a diferencia del trabajador autónomo actual, siendo éste el que organizase su propio trabajo y el momento a desarrollar el mismo.

Los servicios que realizaba el bueno de Sancho, en su relación de Dependencia solían prestarse, además de en la propia Venta –para el hidalgo, un castillo-, en otros lugares designados por la empresa a través de su ingenioso empresario, de triste figura, Don Alonso Quijano.

Ni que decir tiene que los materiales empleados en las contiendas caballerescas, -en su mayor parte utensilios de guerra, tales como adarga, lanza y espada, también pertenecían a su empresario y debían estar prestos y lustrosos en cada momento que aquél los precisara. Nuestro trabajador autónomo actual, sería éste el que planificase donde se presta el servicio, haciendo uso de sus propias herramientas de trabajo.

La laboralidad entre Sr. Quijano y Sancho fue más que notoria y patente durante toda la obra, aunque éste, jamás percibiese como Retribución su lote de sal (etimológico de salario) por servir como escudero a su amo (empresario) en “desfacer agravios”, figurando como trabajador autónomo totalmente dependiente de aquel.

Si el trabajador por cuenta ajena actual, viviera en la obra de Cervantes, habría recibido de forma estable, en cantidades iguales o parecidas, su salario en maravedís divididos doce o catorce pagas anuales. Por el contrario, un trabajador autónomo nunca recibiría una cuantía fija por sus labores y habría meses en los que percibiría mayores emolumentos que otros.

La promesa o más bien el engaño de Don Quijote al conceder una ínsula a su escudero a cambio de su compañía, -falso autónomo en toda regla-, ínsula que, por cierto, le otorgan unos duques interesados en burlarse del escudero con el nombre de Barataria.

Como sabemos, nuestro trabajador autónomo, el nunca bien ponderado ni reconocido, es el que asume el riesgo económico del negocio, revirtiendo inestablemente sobre éste, tanto las pérdidas como las ganancias,…y a colación se me viene a la mente el episodio de los postergados azotes o el del manteo de Sancho, al que por no pagar Don Quijote al posadero, le voltean para su divertimento.

No resulta suficiente un solo capítulo de la obra para descartar la figura de Ajenidad en la relación laboral encubierta entre ambos, pues dicha figura se da durante toda la novela, recibiendo la utilidad del buen trabajo realizado por Sancho a su hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua y galgo corredor.

Hastiado por las burlas recibidas y asustado por las experiencias, el bueno de Sancho y el trabajador autónomo actual evolucionaron, tanto intelectual como laboralmente, -el desengaño suele hacer a uno más reflexivo, llegando a la situación actual, comprometidos con el Estatuto de los trabajadores, así como con cualquier estamento social y derecho, por cierto, entre otros recogido y garantizado por nuestra Carta Magna.
 

 

 

 

 

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