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MADRID, 14 de MARZO de 2014 - LAWYERPRESS

Por Laura Arranz. Abogada y Coach

Laura Arranz“Acabo de dejar a la niña en casa de sus abuelos para que reciba los regalos de su cumpleaños. Le ha dado mucha pereza salir después de comer la tarta pero ahora la veo más animada. La idea de recibir nuevos juguetes ha constituido un estímulo para estas rutinas a las que parece que por fin se va adaptando. Antes de llegar, nos hemos cruzado por la calle con un compañero de su clase. Parapetado bajo el enorme paraguas que la intensa lluvia nos está obligando a llevar hoy a todos, me he excusado de hacer la parada de turno levantando la mano de lejos. Los niños, con capucha, se han guiñado un ojo. Me ha sorprendido su complicidad. La profesora me dijo en la última reunión del colegio que tienen nuestra misma situación. ¿Habrán hablado de ella los críos? ¿Qué se dirán? ¡A ver si el pecoso de la trenca roja es el que le está sacando a mi hija de todas sus dudas!... No, seguro que no es él. Seguro que es su madre. Es la que se encarga de decir a todos lo incapaz que soy. Creo que lo ha hecho siempre. Incluso cuando estábamos casados.
Al llamar al timbre del hogar en el que llevo más de tres años sin entrar hemos oído por el contestador automático a mi exsuegra con una voz tan gélida y cortante que ha hecho escalofriarse a Claudia. He sonreído nervioso mientras la despedía con un beso. Me ha mirado fijamente y sin mediar palabra ha subido las escaleras tan solemne como siempre. Toda una princesa a sus siete años.
Mi preciosa princesa. Sé que estas frases no son para ella; son hielo dirigido exclusivamente a mí, una señal de “éste ya no es tu sitio”, pero estoy convencido de que ella las percibe y las siente. ¿Por qué hace como si no suceden? ¿Estará acostumbrada a que se refieran a mí así en esa casa? Llamaría a la estricta de su madre, pero seguro que me cuelga el teléfono. Al principio de nuestra separación hablábamos pero ya llevo siete meses sin hacerlo; nos arreglamos cumpliendo estrictamente el Convenio regulador que pactamos.
Estoy convencido de que odia que haya rehecho mi vida antes que ella. ¿Y si llamo de nuevo a mi abogada?. No lo sé, otra vez volver a su despacho y contarle mi intimidad... ¿Para qué? ¿Qué tipo de medida podría solicitar en el Juzgado?. ¿Y si le pidiera que hablara con el letrado de María? No lo sé, le vi muy cerrado en el momento del divorcio. Le consultaré a mi hermana. No, mejor esperaré a ver las notas de Claudia. Si no han bajado, seguro que todo esto es lo normal… además, estoy tan bien ahora, tan enamorado… Que digan de mí lo que quieran éstas dos, ¿acaso soy egoísta por querer disfrutar por fin de un poco de oxígeno y paz?”.
Hay situaciones con las que convivimos que nos dañan. Parásitos energéticos que si se enquistan generan problemas mayores a los que finalmente tenemos que dar salida en el Juzgado de modo contencioso. Conflictos en familias o en parejas separadas con hijos, disputas en herencias, choques internos o externos en empresas de corte o no familiar, problemas en comunidades de vecinos, incumplimiento de obligaciones de pagar o de hacer, etc… ¿Cuándo es el momento de ocuparnos de ellos? ¿Cuando hayan alcanzado gravedad? ¿Cuando establezcamos un punto límite? ¿Cuando estemos seguros de qué decisión tomar para resolverlos? ¿Cuando sencillamente ya no podamos aguantarlos más?
Los abogados asumimos el papel de asesores –e implícitamente el de confesores- y derivado de los mismos, la responsabilidad de aconsejar lo mejor en cada caso. Este poder “dar a cada uno lo suyo” que ronda en las cabezas de todos los que nos acercamos a los Códigos cada día en busca de equidad y justicia, no puede olvidar el gran recurso para la solución consensuada que ofrece la Mediación y como letrados, debemos aprender a apoyarnos en ella.
Debemos aprender a creer en ella de una manera preventiva, recomendando a nuestros clientes que acudan a Mediación cuando les preocupe un asunto y todavía no veamos momento de plantear una demanda.
Debemos aprender a confiar en ella de una manera colaboradora, recomendando a nuestros clientes que acudan a Mediación cuando inicien un procedimiento judicial o éste ya ha sido iniciado por nosotros.
Debemos aprender a recurrir a ella de una manera efectiva, recomendando a nuestros clientes que acudan a Mediación cuando tengan reconocimientos en sentencia de difícil cumplimiento por vía ejecutiva.
Siempre participando en la solución, a través de nuestro buen hacer como responsables del asesoramiento legal y la defensa de nuestro caso.
Personalmente, como abogada disfruto contando con mediadores que gestionan positivamente varios asuntos de mis clientes, como mediadora coopero con abogados sin cuyo dictamen jurídico no se podría asegurar la satisfacción real y efectiva de las partes y como coach siempre encuentro el momento de aplicar distintas herramientas para llegar al entendimiento con los demás.
Todo son caras de la misma figura poliédrica que comporta un conflicto y que no podemos resolver del mismo modo que se resuelve un problema: despejando la ecuación. En la ecuación de un conflicto entran a contar factores humanos y emocionales que sensiblemente alteran el resultado. Este resultado que nunca es satisfactorio si –desde cualquier contexto elegido- sólo se navega en la cuestión objetiva y no se bucea.
La Mediación está avanzando con paso firme al haberse ganado el respeto de todos con la buenísima nota obtenida en diversos proyectos pilotos intrajudiciales de la amplia geografía española en los últimos años y ya sólo depende de que abogados, psicólogos, coaches, asesores, jueces, etc… le demos nuestro firme apoyo final para poder doctorarse “cum laude” como uno de los cambios de mentalidad más útiles por los que está pasando nuestra sociedad actual y que conllevará, como toda evolución personal y sistémica, un sendero a nuevos retos, ilusiones y perspectivas para todos.

 

 

 

 

 

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