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Mis primeros pasos profesionales (X): Cristina Bodegas, Abogada ICA Cantabria
MADRID, 21 de MARZO de 2014 - LAWYERPRESS
 

Cristina Bodegas, Abogada ICA CantabriaLlevaba menos de quince días colegiada cuando llegó el asunto al despacho. Recuerdo como a pesar de que faltaba más de un mes para el día del juicio, los nervios se apoderaron de mí desde el minuto siguiente a que se me dijera que le iba a hacer yo. En cuanto leí el expediente me asaltaron decenas de preguntas, de toda índole, era como un rompecabezas.
No dude ni un minuto en comenzar su estudio, no quería que se me pasase ningún detalle. A priori, el asunto parecía sencillo, un fuerte viento había desprendido parte de la tela asfáltica del tejado de un edificio y se habían causado daños en dos vehículos que se encontraban aparcados debajo, y que casualmente eran de la misma persona, imputando así la responsabilidad a la comunidad de propietarios por su dejadez en el mantenimiento de la cubierta del edificio.
Desde el principio, como ocurriría en tantos otros juicios posteriores, estuve orientada por la persona que profesionalmente me ha enseñado todo lo que se en esta profesión, y que me ha dado la posibilidad de aprender todo aquello que estaba y está en su mano. Así fue como empujada por él, pedí un informe a la Agencia Estatal de Meteorología para que certificara si durante el día del siniestro, aquella zona se vio azotada por fuertes vientos. Varios días después, nos llegaba la confirmación al despacho, ese día Cantabria se había visto afectada por una “Tempestad Ciclónica Atípica” con rachas de viento superiores a los 135 km/h, por lo tanto, mi línea de defensa estaba clara: “una situación de fuerza mayor, imposible de prever e inevitable”. Solo me faltaba nutrir esta argumentación con la reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo.
Cuando todo estaba preparado, una conversación con la administradora de la comunidad me desveló un nuevo hecho desconocido hasta ese momento, el demandante había vendido uno de sus vehículos sin repararlo previamente. No me lo podía creer, en mi primer juicio iba a alegar una “falta de legitimación activa”.
Recuerdo los días previos como los anteriores a un examen, con un exhaustivo estudio de la jurisprudencia y sobre todo de las leyes procesales, no podía permitirme un “arrenuncio” en sala. Además, el hecho de que la persona de la que os hablaba antes se negase a acompañarme, pensando que su presencia me pondría más nerviosa, tuvo justamente el efecto contrario, el que estuviera allí suponía para mí cierta tranquilidad, pero a pesar de mi insistencia no logre convencerlo.
Finalmente el día llegó, todo era muy extraño, y es cierto que el retraso de su señoría me puso más nerviosa aun. Hacía calor, y la toga no ayudaba nada, en el mismo pasillo dudaba si debía de indicar que era mi primer juicio o no. Pero cuando entre, y cruce la mirada con su señoría y con la jueza en prácticas que estaba sentada a su lado, lo solté, y recuerdo como me contestó: “Tranquila, no la va a pasar nada”, y en apenas dos minutos llegaba mi turno para contestar a la demanda.
Creo que una vez que pedí la venia, todo lo demás fue rodado, estaba segura de lo que decía, y todo se desarrolló como estaba planeado. Mi obsesión estaba en no leer, en hablar despacio, de forma clara, y durante mi exposición fui plenamente consciente de que lo había conseguido, después de tantos años de trabajo y esfuerzo estaba ejerciendo la profesión que tanto me apasiona, lo que inexplicablemente me hizo estar cada vez más segura. Quizás lo que recuerdo me resultó más complicado fue el interrogatorio del demandante, una persona joven pero muy a la defensiva, muy cortante y breve en sus respuestas, aunque yo no podía finalizar el interrogatorio sin que me reconociera esa falta de legitimación alegada.
No puedo precisar cuánto duró el juicio, si recuerdo como el Juez me felicitó al terminar y como mi compañera también. En ese instante la satisfacción era enorme, estaba feliz con lo que había conseguido, que no era otra cosa que demostrarme a mi misma que lo podía hacer y además que desfrutaba con ello. En ese momento, con el “visto para sentencia” supe que aquello era lo mío, que no solo era una fanática del derecho sino que la abogacía era a lo que quería dedicarme en los próximos años. La Sentencia no tardó en llegar, no se estimó la causa de fuerza mayor, pero si la falta de legitimación activa, así que mi primer encuentro resulto acabar en empate, pero con el convencimiento de que todo ese estudio había merecido la pena.
 

 

 

 

 

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