A casi
todos
ustedes
cuando
tenían
una
corta
edad
les
habrán
hecho
la
siguiente
pregunta:
¿Y
de
mayor,
qué
querrás
ser,
a
qué
te
gustaría
dedicarte?
Estas
cuestiones,
casi
recurrentes,
para
el
adulto
que
las
propone,
deja
al
infante
ante
la
tesitura
de
plantearse
un
futurible
para
el
que
no
está
preparado,
teniendo
que
imaginarse
en
la
posición
de
un
profesional
adulto
e
idealizando
entre
los
deseos
de
verse
convertido
en
uno
de
sus
héroes
favoritos
(-
Yo,
de
mayor,
quiero
ser
Superman,
Futbolista…)
o
entre
imaginarse
como
un
profesional
al
que
con
los
años
se
suele
llegar
por
esa
inicial
inclinación,
que
es
la
vocación
(-
Yo,
de
mayor,
quiero
ser
Abogado,
Fiscal,
Juez…)
Sobre
el
destino
de
las
personas
en
la
vida
hay
quien
asegura
que
está
prefijado,
otros
en
cambio,
lo
dejan
totalmente
al
libre
albedrío
de
aquéllas.
Incluso,
si
llevamos
el
término
a un
plano
más
espiritual,
para
la
doctrina
católica,
por
ejemplo,
la
predestinación
no
niega
la
voluntad
humana.
Pues
bien,
hablando
del
destino
en
su
vertiente
profesional,
es
decir,
centrando
el
tema
sobre
la
posible
predestinación
profesional
de
las
personas,
soy
de
los
que
piensa
que
la
voluntad
humana
juega
un
papel
casi
decisivo
para
ver
a
aquellos
niños
convertidos
en
abogados,
fiscales,
jueces;
Y,
por
qué
no,
también
en
futbolistas
o
actores.
La vocación,
es
decir,
la
vocación
por
inclinarse
por
una
u
otra
profesión,
nos
nace
desde
muy
pronto,
casi
de
manera
automática,
pero
con
los
años
vamos
amoldando
nuestra
voluntad
hacia
esa
vocación,
acercándonos
o
alejándonos
a
ella
según
las
diversas
motivaciones
que
por
el
camino
encontramos.
De entre
las
muchas
profesiones
a
las
que
mujeres
y
hombres
pueden
dedicarse
en
sus
vidas,
hay
una
que
destaca
por
aunar
una
doble
vertiente:
Desde
el
punto
de
vista
de
la
vocación
con
la
que
se
llega
a
aquélla,
y
también
desde
el
punto
de
vista
de
la
importancia
que
tiene
por
el
servicio
público
que
realiza.
Me
estoy
refiriendo
a
las
profesiones
jurídicas:
Abogados,
Fiscales,
Jueces,
etc.
Sin
duda,
hay
otras
profesiones
que,
del
mismo
modo,
podrían
entrar
dentro
de
este
catálogo,
no
muy
extenso
por
otro
lado,
de
las
que
también
combinan
ese
binomio
excepcional
de
vocación
y
servicio
público
(sin
ser
“numerus
clausus”,
ahí
podríamos
citar
a
las
profesiones
sanitarias:
Médico,
Enfermero,
Psicólogo;
u
otras
de
no
menor
importancia
como
servicio
público
y
también
vocacionales,
relacionadas
con
las
profesiones
de
los
Cuerpos
y
Fuerzas
de
Seguridad
del
Estado:
Militares,
Policías,
etc.)
Centrándome
pues
en
esas
profesiones
de
ámbito
jurídico,
y
situándolas
en
los
tiempos
actuales
dentro
de
España,
hago
una
reflexión,
a
modo
de
reconocimiento,
para
cuantos
abogados,
fiscales
o
jueces,
entre
otros,
se
dedican
a
este
servicio
público,
por
el
cual
en
terminología
de
la
propia
Real
Academia
Española,
consiste
en
“una
de
las
cuatro
virtudes
cardinales,
que
inclina
a
dar
a
cada
uno
lo
que
le
corresponde
o
pertenece”
y
que
denominamos
como
Justicia
No es
de
extrañar
que
aquella
niña
o
aquel
chaval
al
que
en
su
momento
les
preguntó
el
profesor,
el
padre
o la
madre,
o
cualquier
otro
familiar
o
conocido
adulto
la
recurrente
cuestión
sobre
a
qué
querrían
dedicarse
cuando
fuera
mayores,
solo
unos
pocos
contestaran
que
de
mayor
les
gustaría
ser
Abogados,
Fiscales
o
Jueces…
Pienso
que
ya
desde
pequeños
los
niños
ven
con
bastante
respeto
y
distancia
esas
profesiones
relacionadas
con
la
Justicia,
las
cuales,
aún
sin
conocer
muy
bien
su
contenido,
les
pueden
recordar,
en
el
mejor
de
los
casos,
a
alguna
imagen
de
película
americana
donde
ven
a
unos
señores
“muy
raros”
con
un
mazo
en
la
mano
golpeando
sobre
una
mesa
y
con
unas
“capas”
negras,
que
no
son
ni
las
de
Superman
ni
las
de
ningún
otro
Superhéroe
de
los
que
ellos
bien
conocen.
Pero es
que
además,
los
pocos
niños
que,
normalmente
por
una
automática
inspiración
vocacional,
respondieron
que
ellos
de
mayor
querían
ser
abogados,
jueces
o
fiscales,
conforme
van
creciendo,
en
ocasiones,
se
van
alejando
de
su
vocación
inicial
pues
comprueban
que
lo
del
señor
del
mazo
en
la
mano,
que
llevaba
puesta
la
“capa
negra”,
en
España,
no
cuentan
con
mazos,
y
esas
“capas
negras”
no
tienen
ningún
poder
especial,
ni
en
EE.UU,
ni
en
España
u
otro
país
cualquiera.
Por
tanto,
los
pocos
niños,
ahora
ya
decididos
estudiantes
de
Derecho
que
comenzaron
estos
estudios
por
vocación,
y
continúan
con
la
única
pasión
de
convertirse
algún
día
en
operador
de
la
justicia,
sin
mazos
ni
capas,
serán
los
que
finalmente
se
conviertan
en
Jueces,
Fiscales
o
Abogados,
con
una
firme
convicción,
ponerse
una
Toga,
cuyo
único
“poder
especial”
será
el
de
intentar
hacer
posible
lo
que
el
jurista
romano,
Ulpiano,
definió
como
“La
constante
y
perpetua
voluntad
de
darle
a
cada
quien
lo
que
le
corresponde”
En efecto,
los
conocidos
“Preceptos
Fundamentales
de
Ulpiano”
(hacia
el
año
200
d.C)
ya
marcaron
la
verdadera
función
de
todos
los
que
un
día
tuvimos
vocación
por
lo
jurídico:
“Honestae
Vivere”,
“Alterum
Non
Laedere”
y
“Suum
Cuique
Tribuere”:
“Vivir
honestamente,
no
dañar
a
nadie
y
dar
a
cada
uno
lo
que
es
suyo”
Sirva
este
escrito,
únicamente,
para
rendir
tributo
y
reconocimiento
a
todos
los
que,
a
día
de
hoy,
en
España,
se
dedican
a
ser
operadores
de
la
Justicia.
Sin
duda,
muchos
comenzaron
esta
profesión
por
vocación,
algunos
por
la
libre
voluntad
humana
u
otros
derroteros
del
destino
decidieron
escoger
otros
caminos
profesionales
(igual
de
respetados
y
respetables)
y
otros,
finalmente,
se
dedican
a
esta
noble
profesión,
a
este
bendito
servicio
público,
de
intentar
dar
a
cada
uno
lo
que
es
suyo… |