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En pie de guerra contra la corrupción
MADRID, 17 de NOVIEMBRE de 2014 - LAWYERPRESS

Por Susana Gisbert Grifo, Fiscal

Susana Gisbert GrifoParecía que no llegaría nunca este momento, pero aquí estamos. Parecía que la tan traída y llevada lentitud de la justicia y los miles de circunstancias –unas reales y otras imaginarias- que existen, impedirían que cayeran en las redes de la justicia personas que antes ocupaban los más altos cargos o gozaban de las mayores prebendas. Pero ha llegado el momento en que son tantas las imputaciones, los asuntos, los juicios y las detenciones por temas de corrupción que casi corremos el riesgo de que ya no sean noticia por lo frecuentes. Triste pero cierto. Pero nunca es tarde si la dicha es buena, como dice el refrán y, parafraseando un chistecillo que corre por las redes sociales, habrá que ver dónde ha caído el imputado de hoy.

Pero la cosa no es para broma, aunque nunca sobre un poco de sentido del humor como medicina para evitar que la amargura se nos vuelva una enfermedad crónica. Y hay que cuidar la salud, por supuesto. Pero también convendría pararnos a reflexionar quién o quiénes están detrás de todo un trabajo que ya ha empezado a dar sus frutos, y cómo lo hacen, a costa, incluso, de gran parte de su tiempo de ocio y de su vida personal. Ahora, que todo el mundo parece apuntarse a una guerra abierta contra la corrupción, bueno es saber quién estaba desde hace tiempo trabajando en las trincheras. Y sin tregua.

No creo que a nadie con dos dedos de frente se le escape que todos estos asuntos no han aparecido de la noche a la mañana. Que no surgieron de la varita mágica de ningún mago ni de la bola de cristal de ninguna pitonisa. Es una pena, pero semejantes artilugios no entran en nuestras herramientas de trabajo. Y las cosas sólo se sacan adelante con eso, con trabajo, ni más ni menos. Más, cuanto más complejo sea el asunto.

Fiscales, Jueces y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad llevan mucho tiempo tras de cada uno de los asuntos cuando, de pronto, nos despertamos con la noticia de que se ha levantado una trama de corrupción, con un importante número de detenidos. Una preparación de meses de trabajo para lograr llevar a buen puerto el resultado de sus investigaciones, para no cometer ningún fallo que pueda llevar al traste la investigación, ni proceder de un modo incorrecto que pueda conllevar la nulidad de una prueba en un eventual juicio. Un trabajo laborioso y entregado que sólo vemos cuando nos azotan con él los titulares de los informativos.

Para llegar a resultados como los que estamos viendo han sido necesarias muchas horas, muchos esfuerzos, y justo es reconocerlo. Y explicarlo. O intentarlo al menos.

Desde que se recibe la noticia de una posible trama de corrupción a través de una denuncia, generalmente ante la Policía o en Fiscalía, o también en los Juzgados, hasta su cristalización en la detención de los implicados, media un período de labor callada y de enorme dedicación. Los fiscales de la Fiscalía Anticorrupción, tanto en su sede central como en sus diferentes delegaciones territoriales, simultanean varios asuntos de enorme entidad en diferentes fases de investigación hasta que, como la fruta en los árboles, acabe madurando y esté lista para la recolección. En primer lugar, una fase de estudio de la documentación y los indicios aportados. Después, la comprobación fehaciente de que dichos indicios son algo más que meras sospechas a través de las entradas y registros que sean necesarias, de las escuchas telefónicas, del seguimiento a pie de campo. De nuevo, más documentación a estudiar, y, en completa coordinación, los fiscales encargados del asunto imparten las órdenes a las correspondientes unidades especializadas de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Mientras, el estudio jurídico de los hechos, su posible incardinación en uno u otro delito, quién resulta directamente implicado y quién no, y en qué concepto. Y por supuesto, en cada caso, la solicitud motivada al juez que ha de autorizar esas escuchas, esas entradas y registros o cualquier otra diligencia en que se puedan ver comprometidos derechos fundamentales. Y el estudio y resolución por éste, por descontado.

Y, cuando todo está atado y bien atado, queda decidir el momento en que se avanza un paso más y se da el paso para que salte a la luz el asunto. El momento de redadas y detenciones no es fruto del capricho ni de la casualidad, sino de un complejo estudio de cuál será el tiempo más adecuado, para que nada se malbarate. Cuidando, mientras tanto, de que ninguno de los implicados pueda sospechar y hacer desparecer algo que vaya a resultar esencial como prueba, o que puedan huir haciendo imposible su aprehensión. Una labor de coordinación que hay que calcular al milímetro en cada uno de sus eslabones, y que en muchos casos abarca muy diferentes puntos del territorio. Y hecha, como todos sabemos, con los medios materiales y personales con los que se cuenta, que no son precisamente para tirar cohetes.

Así que, la próxima vez que veamos en la televisión la noticia de una redada, o de una cascada de detenciones, parémonos a pensar en todo el tiempo y el esfuerzo que lleva. No es magia… Aunque pueda parecerlo, si tenemos en cuenta esa escasez de medios de la que hablaba antes.

 

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