Cuando pensamos en las habilidades para ser un buen abogado, generalmente nos
vienen a la mente conceptos como formación, gestión, razonamiento lógico,
comprensión, comunicación, análisis, iniciativa, trabajo en equipo, vocación
conciliadora, dedicación, empatía…
Si bien es cierto que todo lo anterior es necesario, no hay que olvidar que los
abogados somos ante todo personas y, como toda persona, nos nutrimos de
vivencias y experiencias varias.
A lo largo de mi vida he tenido que responder en más de una ocasión porqué
decidí ser abogada. Generalmente la pregunta es formulada por quienes conocen mi
otra gran pasión: la música y la interpretación vocal. Se preguntan el motivo
por el que opté por la abogacía pudiendo (teóricamente) dedicarme a cantar, una
profesión muy gratificante en la que el esfuerzo se ve recompensado de forma
casi inmediata con la aprobación del público.
La respuesta es siempre la misma: soy abogada por vocación y la música me
completa como persona y, por ende, como abogada.
A priori puede parecer contradictorio e incluso incompatible, sin embargo, en mi
opinión no lo es. Más bien al contrario, soy de la opinión que las experiencias
vividas fuera del ámbito jurídico pueden hacer del abogado un mejor profesional,
en la medida en que lo hacen mejor persona.
Pensemos por ejemplo en todos los beneficios personales y profesionales que
puede aportar a un abogado la práctica de un deporte: salud física y mental,
sensación de bienestar, motivación, objetivos, espíritu de superación y
sacrificio, disciplina, autoestima, reflexión…
La afición a la lectura es también un buen ejemplo. Hay quién dice que a la
lectura sólo que hay que dedicarle los ratos perdidos ya que se pierde la vida
mientras se lee. Nada más lejos de la realidad. Leer es un beneficioso ejercicio
mental ya que favorece la concentración, la empatía, el aprendizaje y la
capacidad oratoria, aspectos fundamentales en un abogado. Y no me refiero sólo a
leyes, textos o artículos jurídicos. La lectura en general enriquece nuestro
vocabulario y nos ayuda a mejorar nuestra expresión oral.
Es evidente que los beneficios tanto del deporte como de la lectura redundan en
el día a día del abogado que verá como su vida es un todo interrelacionado
imposible de segmentar.
Lo mismo ocurre con la música y la interpretación vocal. Me encontrado en alguna
ocasión con algún compañero dejándose la voz informando ante un tribunal o
viendo como su energía vocal o su dicción va menguando a lo largo de su
exposición. La técnica vocal para cantar es exactamente la misma que para
hablar: respiración, colocación, proyección y articulación. Los abogados
hablamos y hablamos mucho.
Nuestro instrumento es la voz y tenemos la obligación de hacernos entender de
la forma más clara posible. Pero más allá de los beneficios de la técnica vocal,
que no son pocos, me interesan otros aspectos de la música que pueden influir en
la persona del abogado.
No descubro nada nuevo si digo que para interpretar música se requiere
intuición, creatividad, flexibilidad y sensibilidad; y son estas cualidades las
que, bien adaptadas, pueden devenir en competencias que conformen el perfil del
nuevo abogado.
Mucho se ha escrito ya sobre como la crisis ha cambiado de forma significativa
el sector de los servicios jurídicos. Estamos ante nuevos paradigmas basados,
entre otros, en la capacidad para generar negocio, la gestión de equipos, la
internacionalización y la elevada preparación técnico-jurídica.
Pero el abogado del futuro, y ya del presente, debe además añadir necesariamente
un plus de intuición, creatividad, sensibilidad y adaptabilidad en la búsqueda
de soluciones y respuestas para el cliente, aportando así un valor añadido en
esta nueva realidad cargada de incertidumbres. La llaman la abogacía con alma. Y
la música es para el alma lo que el deporte es para el cuerpo y lectura es para
la mente.
Nuestros clientes son personas. Inclusive si asesoramos a empresas, estamos en
realidad asesorando a personas que lideran empresas. En la medida en que podamos
ver y entender más al cliente como a una persona, lograremos encontrarle la
solución más eficaz y adecuada a sus necesidades, al tiempo que conseguiremos
fortalecer la confianza, que es lo que mantiene vivas las relaciones
abogado-cliente.
Es, en definitiva, un asesoramiento orientado a las personas. Formación
continua, alta preparación técnica, gestión, acción comercial,
internacionalización, bussiness partner del cliente, visión global del negocio:
por supuesto. Pero también alma, intuición, pasión y creatividad.
A mi modo de ver, una combinación perfecta para encarar este nuestro nuevo
presente incierto. |