Es
un
hecho
que
las
personas
con
discapacidad
estamos
más
expuestas
que
otras
a
sufrir
agresiones
a
nuestros
derechos.
Es
también
verdad
que
existe
un
marco
legal
protector
de
esos
derechos,
pero
que
no
resulta
suficiente
por
incompleto,
discontinuo
y
débil.
Hay
además
responsables
públicos
que
tienen
como
tarea
asegurar
el
ejercicio
regular
y
práctico
de
esos
derechos.
Todo
eso
es
cierto,
pero
no
lo
es
menos
que
no
hay
nadie
con
más
interés
que
las
propias
personas
con
discapacidad
en
la
defensa
activa
de
sus
derechos.
Ni
las
leyes,
ni
las
estructuras
oficiales,
ni
los
operadores
jurídicos
van
a
esforzarse
más
que
lo
que
las
propias
personas
estén
dispuestas
a
hacer
por
sí y
para
sí
mismas.
Sin
despreciar
ni
descartar,
al
contrario,
lo
que
otras
instancias
están
obligadas
a
hacer
por
nuestros
derechos,
se
impone
la
defensa
propia.
Las
personas
con
discapacidad
hemos
de
ser
los
actores
protagonistas
de
nuestra
autodefensa,
frente
a
las
violaciones
y
vulneraciones
de
nuestros
derechos.
No
tolerar
una
discriminación
ni
una
exclusión,
previniéndola
en
lo
posible
o
repeliéndola
cuando
se
produzca.
Para
ser
eficaces
en
la
autodefensa
hemos
desde
luego
de
adquirir
habilidades
para
evitar
y
para
responder
a
las
agresiones.
Antes,
hemos
de
tomar
conciencia
de
nuestro
valor
como
personas,
de
la
intangibilidad
de
nuestros
derechos
y de
la
aportación
positiva
que
estamos
llamados
a
hacer
a la
vida
en
comunidad.
Hemos
además
de
conocer
cuáles
son
nuestros
derechos,
para
identificar
a
las
claras
las
situaciones
de
vulneración,
no
vaya
a
ser
que
se
nos
pase.
Eso
como
presupuesto
ineludible,
pero
después
hemos
de
fajarnos
en
el
combate
cotidiano,
en
las
pruebas
diarias
a
las
que
nos
someterá
un
entorno
todavía
hostil.
Vamos
a
ser
hostigados
-a
veces
sin
conciencia
por
parte
de
quien
ataca-
y
vamos
muchas
veces
a
estar
solos,
con
ningún
o
con
un
tiempo
mínimo
de
reacción.
Vayamos
pues
con
la
lección
aprendida,
asimiladas
y
presentes
las
reglas
básicas
de
la
defensa
propia
y
ejercitados
en
la
gimnasia
vigorizante
de
la
autoprotección
ante
las
agresiones.
Podrá
ser
más
cansado,
supondrá
que
asumimos
tareas
añadidas
que
no
nos
corresponderían
en
solitario,
podremos
tener
la
sensación
justificada
de
que
se
nos
pide
más
que
al
resto.
Todo
eso
es
cierto,
pero
no
lo
es
menos
que
disfrutaremos
de
la
remuneración
más
elevada,
la
de
quien
sabe
a
ciencia
y
conciencia
que
se
lo
ha
ganado.
Luis
Cayo
Pérez
Bueno
Presidente
del
Comité
Español
de
Representantes
de
Personas
con
Discapacidad
(CERMI) |