Cuando todo empezó en 2010 parecía el maná que iba a acabar con la corrupción
empresarial y que llenaría las salas de los juzgados de empresarios maliciosos y
corruptos que ganaban, a manos llenas, un dinero que no debía ser suyo. Ahora
casi cinco años después miramos atrás y encontramos el más absoluto vacío,
escasez de sentencias abordando el tema, pocos programas de compliance encima de
las mesas de los juzgados atenuando o eximiendo delitos y muchas, muchas
opiniones sobre el tema.
Mucho se ha escrito sobre la necesidad de implementar los programas de
compliance en las empresas, ríos de tinta que los mejores juristas de nuestro
país han plasmado en papel sobre origen, virtudes y cualidades de estos
programas.
Si bien es cierto que los programas implementados hasta la fecha no han tenido
mucho protagonismo, también lo es el hecho que el entramado empresarial español
-en cuanto a corrupción- gozaba de muy buena salud, y a todas luces se trataba
de una reforma que poco o nada tenía que ver con la necesidad social existente
en España.
Por otro lado, parece una reforma nacida para controlar a empresas tipo “Mafia
S.A”, a las que sin embargo poco les importa el tener o no programas de
prevención, medidas antiblanqueo o de riesgos, y ello porque nacieron
precisamente para saltarse las normas.
No obstante no todo esfuerzo es baldío, y como decía el jesuita Anthony de
Mello, el juego de cartas no lo gana quién se empeña en tener los mejores
naipes, sino el que juega la mejor mano con lo que tiene, es decir que
tratándose de una imposición legal, en esto sí que nos puede ayudar una correcta
implementación de los programas de compliance en nuestras compañías.
En primer lugar por la reputación social de la empresa, pues todas deberían
tener en un gran escaparate –léase web- las políticas corporativas destinadas a
que su público objetivo conozca que se preocupan por cumplir la ley, reputación
que a ojos del que escribe supera con mucho el coste de los programas.
En segundo lugar, un buen programa ha de estar orientado a la satisfacción de
los trabajadores, es decir a hacerles la vida más fácil, integrándolos con mayor
fuerza en las políticas, principios y valores de la empresa. Si un compañero
puede estar cometiendo delitos hemos de dar las herramientas internas para
investigar la situación y tomar las medidas oportunas –disciplinarias o
legales-.
Recordemos que una denuncia ante las autoridades siempre debe ser presentada
por la dirección de la compañía y nunca por nuestros trabajadores. Implicarles
en el desarrollo del programa les hará sentirse valorados y escuchados –por
tanto felices-, y una auténtica voluntad de mejora continua no es practicable
sin la colaboración de aquel que resulta fundamental para el día a día de la
compañía.
Una mejor comunicación interna resulta fundamental para que los directivos de
las empresas entiendan lo que sucede realmente dentro, no olvidemos que todo
buen programa debe ir acompañado de un plan de comunicación que nos sirva: i)
para acreditar el conocimiento del programa por todo el personal ante quien
corresponda, ii) para hacer ver a nuestros clientes que nos preocupamos por
ellos y su satisfacción y iii) para recordar a nuestros competidores y al
mercado que sabemos hacer las cosas tan bien como cualquiera, o mejor. Comunicar
no es informar, es construir identidad y cultura, de lo cual es eje central un
programa de compliance coherente con nuestros valores.
Uno de los mayores problemas que nos encontramos cuando asesoramos a empresas, y
da igual que sean grandes o pequeñas, es que no resulta infrecuente la poca
comunicación entre áreas y departamentos, incluso hemos encontrado casos en los
que departamentos desconocían funciones que hacían otros –y eso que estaban en
el despacho de al lado-.
Hacer que nuestra estructura funcione como un engranaje perfecto es el sueño de
muchos empresarios y no siempre es sencillo, y en determinadas organizaciones
resulta realmente complicado conocer en profundidad las habilidades de nuestro
compañero, siempre estamos muy ocupados pensando en cuánto trabajo tenemos por
hacer.
A nuestros ojos uno de los grandes aciertos de esta reforma penal ha sido la
emergente figura del compliance officer. Nuestra recomendación es que no se
limite a ser un señor que se pasea por la compañía con gorra de policía y
gallarda figura a lo “Benny Hill”, sino que ha de ser un compañero útil
para todos, un facilitador empresarial, el amigo que tenemos cerca cuando las
cosas se tuercen. De ahí que estos puestos en Estados Unidos, cuna de estos
programas, estén tan valorados y mejor pagados, pues toda la empresa sabe que es
el tipo que nos sacará del apuro llegado el caso.
Si en lugar de eso lo disfrazamos de fiscalizador del trabajo ajeno, nos
encontraremos con el principal impedimento para que nuestro programa funcione,
porque a nadie le gusta que vigilen su trabajo, ¿verdad?
Por ello nuestro principal consejo a la hora de implementar estos programas de
cara a una real utilidad, es implicar a todos los miembros de la compañía, esto
ayudará a que lo sientan como suyo y hará que el programa realmente conecte con
nuestro valores y principios empresariales, mejorando nuestra marca y al fin y
al cabo nuestras ventas, que de eso se trata. |