La formación no sólo es recopilar datos objetivos, llenar hojas de apuntes de
nuevas técnicas y ver vídeos de cómo se hacen las cosas. Formación es saber por
qué hacemos una cosa y no otra y además de entenderlo, asimilarlo. Poner en
valor nuestro trabajo y salir con la sensación de que lo que hacemos sirve para
algo es la recompensa. Formarse es aprender de quien habla con conocimiento de
causa, desde la experiencia y no sólo desde un montón de teoría que muchas veces
no pasa de ser eso, pura teoría.
Durante este mes de junio los mediadores hemos estado de enhorabuena. Gracias a
la Escuela
Profesional de Mediación PROMEDIACIÓN, donde tuve la
suerte de formarme, y en especial a Chusa Fernández Cortés su directora,
hemos podido disfrutar de un gran mediador internacional, el Doctor Antonio
Tula quien ha estado impartiendo cursos en diferentes ciudades de nuestra
geografía y como diría otro gran mediador, José Antonio Veiga Olivares,
director académico de la misma escuela, ha estado "sembrando" mediación en todos
y cada uno de los lugares donde fue.
Mis compañeros mediadores que pudieron disfrutar de él en cursos de más horas
completarán este artículo mucho mejor que yo porque el de Alicante fue un taller
más corto pero no por ello menos intenso.
Y si en algo ha sido diferente la formación con Antonio Tula es precisamente
esto. Que habla desde la experiencia acumulada en este viaje de la
mediación. Mediador argentino, abogado, experto en resolución de conflictos,
experto en la aplicación del enfoque sistémico en mediación, nos aportó su punto
de vista de cómo desarrollar esta profesión. Porque todos estamos conectados.
Es por eso que un cambio que se produce en una de las partes de un sistema
laboral o familiar lleva consigo un impacto en el resto. Tal como sucede con el
engranaje de una maquinaria, una modificación en una de sus piezas implica un
reajuste del sistema completo haciendo cambiar el funcionamiento entero. Nos
recuerda que dentro de nosotros hay diferentes roles: el de padre, hijo,
compañero, pareja. Y cada uno implica un tipo de relación diferente. Un sistema
complejo de relaciones que hay que saber tener en cuenta y relacionar.
Lo primero que llama la atención es su generosidad por permitirnos experimentar
en su "laboratorio", como él lo llama. Laboratorio en el que pudimos
experimentar y sorprendernos con herramientas como el "equipo reflexivo". Con
ella empezamos a romper esquemas, nada de estar "pendiente" de los mediados,
nada de estar midiendo con cronómetro a quién miramos ahora y a quién después.
Con ella los comediadores inician una conversación "privada "entre ellos como si
las partes hubieran desaparecido. ¿Cuál es la finalidad?, hacerles reflexionar
sobre su situación. Ver con un poco de perspectiva y desde fuera lo que ellos
están viviendo, como si dejaran de ser protagonistas para pasar a ser
espectadores. Nos sorprendieron sus efectos, muchos de nosotros la rebautizamos
como la "técnica del espejo".
Aprendimos también a afrontar miedos. El miedo a perder la neutralidad
cuando una parte, por ejemplo, nos recuerda a alguien de nuestra vida con el que
la relación no fue fácil, o cuando una situación planteada en mediación nos
transporta a otra vivida por nosotros habiéndonos resultado dura. Miedo porque
tememos perder nuestra imparcialidad lo que nos llevaría a dirigir el proceso
como nuestro. Sabemos que es difícil ponerlo en práctica. La propuesta para
resolverlo: abordarlo desde la tranquilidad y la naturalidad. Hablándolo con las
partes, poniéndolo "encima de la mesa", dándoles a ellas las riendas del asunto.
Claro que esto solo lo pueden hacer los que llevan un largo kilometraje
recorrido en el viaje de la mediación.
Afrontamos también el sentimiento de culpa que puede surgir cuando tras
una larga mediación y habiendo logrado un acuerdo recibimos una llamada al día
siguiente diciéndonos que ese acuerdo no se va a cumplir. Encima cuando lo
"hemos percibido" o algo nos "olíamos". Pues a sacudirnos culpas y a trabajar
por las soluciones: para la próxima redactar el acuerdo con la ayuda de las
partes haciendo que sean ellos las que nos lo dicten, ponernos literalmente en
medio de ellos y transcribir con sus palabras lo que han elegido acordar...
Aprendimos además, que cada mediación es única, que la resolvemos con lo que las
partes quieren llevar a ella y no podemos cargarnos con el peso de saber si es
"la verdad" porque como decía otro gran mediador, Johan Galtung, no hay una
sola verdad sino verdades. Es su caso y a ellos les debemos
el respeto de dejarles elegir por qué se trata un tema y no otro.
Aprendimos a coser. Sí, eso mismo. Porque en otras ocasiones ya habíamos
escuchado que la mediación es un traje que se hace a medida pero en ese
taller pudimos ver cómo el lenguaje utilizado con una parte no produce el mismo
efecto en la otra. Entonces ajustamos el tono, la terminología y con el difícil
uso de las palabras reconducimos nuestra comunicación. Coser y cantar.
Utilizamos el silencio, que también comunica, porque los gestos y
expresiones forman parte de nuestro lenguaje. Hilvanamos el presente con el
pasado, a los que acuden a mediación con los que no están en ella y resultan o
pueden resultar decisivos en la toma de decisiones, hablarles de ellos,
preguntándoles qué creen que pensaría tal persona de esa situación si pudiera
verles. En definitiva, visualizar el sistema propio y particular de cada parte
porque es desde donde toman sus propias decisiones y donde aplicarán los
acuerdos a los que llegaron.
Para concluir me quedaría con la idea que cada mediación es única, que
hay que saber olvidarse de los libros o romperlos como él dice y aplicar
lo que las partes necesitan en cada momento atreviéndonos a ir contra corriente.
Recordando siempre que el protagonismo no es del mediador.
Añadiría que el mejor método para aprender es la práctica y este tipo de
formación, una gran oportunidad para hacer rodaje. |