@LP_Hans
El
CGAE
acaba
de
publicar
su
VI
barómetro
sobre
el
Clima
de
Opinión
de
la
Abogacía
y
algunos
de
los
resultados
dan
lugar
a
serias
preocupaciones
sobre
el
futuro
de
los
abogados.
El
85%
de
los
abogados
consultados
por
Metroscopia
dice
conocer
“a
algún
compañero/a
que
realmente
está
teniendo
ahora
dificultades
para
salir
adelante
económicamente
con
el
ejercicio
de
la
abogacía”.
Un
dato
que
nos
debería
poner
los
pelos
de
punta,
provocar
un
aullido
de
profundo
dolor
y
forzar
una
urgente
y
sólida
reflexión
sobre
el
futuro
de
los
abogados.
Al
mismo
tiempo
en
LAWYERPRESS
acabamos
de
publicar
nuestro
barómetro
de
la
abogacía
y
del
clima
de
negocio,
que
arroja
un
resultado
muy
positivo
con
un
79%
de
las
firmas
esperando
un
aumento
de
la
facturación
y un
60%
que
prevé
incrementar
su
plantilla.
Qué imagen tan
desigual
o
incongruente
parece
esto
a
primera
vista. Los
que
sufren
en
sus
propias
carnes
la
precariedad,
la
radical
disminución
de
sus
ingresos,
primero
por
la
crisis,
después
por
las
tasas
y
por
la
implosión
de
la
facturación
a
través
del
turno
de
oficio,
lo
entienden
perfectamente.
Las
firmas
de
despachos
pueden
crecer,
pero
los
abogados
individuales
no
tienen
estas
perspectivas.
Ahora
si
me
preguntan
¿qué
podemos
hacer
en
este
entorno?
La
primera
respuesta
sería
mejorar
la
calidad
y la
formación.
La
segunda
sería
crear
una
herramienta
o
estadística
para
evaluar
el
mercado
legal
y
sus
perspectivas.
Y la
tercera
con
total
honestidad
sería
buscarse
alternativas
fuera
del
mercado
legal.
Ya
lo
augura
Richard
Süsskind
que
desaparecerá
una
gran
parte
de
los
abogados
con
las
nuevas
tendencias.
Mientras
las
firmas
medianas
a
grandes
contemplan
la
revolución
de
la
tecnología
y de
la
inteligencia
artificial
con
cierta
distancia,
pero
al
menos
con
cierta
fuerza
económica
para
adaptarse,
los
abogados
individuales
corren
el
peligro
que
la
avalancha,
o
mejor,
el
tsunami
de
la
commoditación,
los
portales
legales,
servicios
automáticos,
la
competencia
por
otros
gremios
como
notarios,
graduados
sociales,
asesores
laborales,
gestores,
etc.
achica
su
hueco
de
marcado
a
niveles
cercanos
al
cero.
Si
ya
vemos
grandes
amenazas
para
el
sector
de
la
abogacía
de
los
negocios
con
la
irrupción
del
“New
Law”,
de
sistemas
de
contratos
por
internet
o
por
los
sistemas
de
inteligencia
artificial,
estas
amenazas
existen
mucho
más
para
los
abogados
individuales
que
competirán
con
Google
o
Facebook
en
materia
de
consultas.
Lamento
tener
que
asustar
a la
profesión,
pero
el
futuro
que
ya
ha
empezado
no
pinta
nada
bien.
El
análisis
DAFO
que
seguimos
utilizando
en
el
Marketing,
nos
brinda
en
la O
de
Oportunidades
sólo
alguna
que
otra
esperanza
discreta.
Sin
embargo
hay
que
perseverar
en
la
formación
y en
la
cualificación
profesional
en
habilidades
fuera
del
derecho,
como
negociación,
oratoria,
habilidades
sociales,
trabajo
en
equipo,
liderazgo,
etc.
para
poder
aportar
valor
en
otros
entornos
o en
equipos
de
profesionales
multidisciplinares.
Sugerir
que
se
unan
los
abogados
para
crear
nuevas
formas
de
ejercicio
como
los
modelos
de
las
Ärztehaus
“casas
de
médicos”
en
el
norte
de
Europa,
donde
profesionales
de
diferentes
especialidades
médicas
se
juntan
en
un
mismo
edificio
para
atender
a
los
pacientes
y
crear
así
una
referencia
física,
puede
ser
un
camino
según
el
ya
muy
maltrecho
lema
que
“la
unidad
hace
fuerza”.
Para
lograrlo
tendríamos
que
remitirnos
al
párrafo
anterior
y
cultivar
habilidades…
La
súper
especialización
que
sugieren
muchos
gurús
sólo
parece
adecuada
para
algunos
letrados,
e
implica
un
riesgo
enorme,
al
no
disponer
de
buenos
datos
sobre
el
mercado
legal,
su
evolución
y la
demanda
real
que
pueda
existir.
Y
finalmente
también
hay
que
pedir
un
esfuerzo
a
los
colegios
y a
la
abogacía
institucional,
primero
para
aumentar
la
conciencia
sobre
el
cambio
y
los
retos,
y
segundo,
en
promover
una
imagen
del
abogado
proactivo,
asesor
y
colaborador
en
equipos
multidisciplinares,
alejados
de
la
actual
imagen
de
la
toga
y
del
litigio.
Confieso
que
las
tendencias
a
futuro
del
sector
me
preocupan
en
lo
personal
y lo
profesional.
Ya
me
gustaría
poder
seguir
con
más
ahínco
a
los
que
piensan
en
el
futuro
de
la
profesión
de
abogado
allende
de
nuestras
fronteras,
donde
la
liberalización
del
mercado
ya
ha
provocado
un
terremoto.
No
me
gustaría
encontrarme
con
realidades
como
en
el
Reino
Unido,
donde
ahora
ya
un
27%
de
la
población
no
puede
acceder
a la
Justicia,
por
su
coste.
O
que
la
justicia
gratuita
se
deteriore
aún
más
para
provocar
la
indefensión
y
desprotección
de
buena
parte
de
la
población
y la
condena
a
cambiarse
de
oficio
a
muchos
abogados.
Necesitamos
una
honesta,
pragmática
y
realista
reflexión
sobre
los
retos
a
futuro
para
los
abogados,
sin
esconder
la
cabeza
bajo
el
ala
o
con
las
gafas
rosas
puestas.
No
podemos
seguir
produciendo
abogados
para
luego
no
tener
cabida
profesional
en
el
mercado
laboral,
que
no
sólo
en
nuestro
país
tiene
excedentes
notables
con
un
23%
de
desempleo
nacional
y un
50%
de
desempleo
juvenil.
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