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06 de NOVIEMBRE de 2015

Desigualdad, Violencia, Juventud y ¿Futuro?

LAWYERPRESS

Por Delia M. Rodríguez, socia directora de Vestalia Asociados, abogados de familia

 

            Delia M. Rodríguez, socia directora de Vestalia Asociados, abogados de familiaEn los últimos meses, a través de una iniciativa impulsada por el despacho de familia Vestalia Asociados, hemos realizado un ciclo de talleres en centros escolares de la Comunidad de Madrid.

            Dichas formaciones, dirigidas a alumnos de entre 12 y 17 años de edad, son impartidas por profesionales del ámbito jurídico, educativo y psicológico, y pretenden abordar la forma en la que los adolescentes se relacionan entre ellos y con el mundo adulto.

            Durante cada sesión planteamos problemáticas frecuentes durante la etapa vital que atraviesan, tales como las primeras relaciones amorosas, los conflictos con amigos y compañeros o la convivencia familiar.

            En cuanto a la metodología utilizamos parte de la representación teatral de situaciones cotidianas que permiten, aprovechando la espontaneidad de los participantes, detectar determinadas conductas o reacciones dignas, como poco, de observación y análisis posterior.

            Además, durante dichas dinámicas empleamos herramientas propias de la mediación de conflictos que aderezadas con altas dosis de humor, en el lenguaje "adecuado", ofrecen la única receta posible para conseguir que un grupo de chavales se sinceren contigo y lo que es más importante, con ellos mismos.

            Una vez alcanzado semejante reto se obtiene información relevante (frecuentemente desconocida para padres, madres y profesores) que, en no pocas ocasiones, te obliga a llevarte las manos a la cabeza. De esta forma conseguimos sacar a la luz casos de acoso escolar, problemas de autoestima, discriminación e incluso violencia entre los propios alumnos.

            Lastimosamente la violencia, entendida en todas sus variantes, es una de las problemáticas que con más frecuencia nos encontramos al trabajar con chavales de esta edad. A ello debemos añadir la entrada en escena de las nuevas tecnologías, las cuales ofrecen a los adolescentes una herramienta rápida y directa de control casi ilimitado.

            Sin embargo considero que esta realidad pasa de puntillas para muchos adultos que, por múltiples motivos, no tienen una comunicación activa con sus hijos adolescentes. En otras ocasiones directamente se opta por mirar hacia otro lado, o se le resta importancia a hechos, aparentemente insignificantes, que revisten una tremenda gravedad.

            Gracias a la encomiable labor de organizaciones como la Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR), hoy somos un poco más conscientes de los peligros que, a espaldas de los padres y madres, se cuecen en el ámbito escolar.

            El verdadero problema, en mi opinión, reside en la normalización y banalización de determinadas conductas violentas que habitualmente no son ejercidas desde un plano físico y, por lo tanto, son menos detectables a simple vista.

            Por ejemplo, tras sondear a los alumnos comprobamos que, si bien conciben una agresión física como algo intolerable, no identifican ciertas conductas -tales como mirar el móvil de la pareja, difundir material como SMS o imágenes sin permiso, controlar todo lo que hace el otro- como actos violentos.

            Ello es así porque no todas las formas de violencia suscitan el mismo rechazo social, motivo por el cual, nos encontramos ante casos en los que los adolescentes definen como simples "problemas sentimentales" lo que en realidad son conflictos desencadenados por el control y la dominación del uno sobre el otro.

            Tras escenificar situaciones cotidianas durante las formaciones comprobamos que un alto porcentaje de los alumnos considera que está bien que un chico salga con muchas chicas, pero no al revés, al igual que opinan que agredir a otra persona está justificado si te quitan lo que te pertenece.

            Por otro lado, poco ayuda el hecho de que percibamos, erróneamente, que existe una auténtica igualdad real en la mente de las nuevas generaciones, cuando estamos todavía muy lejos de lograr ese objetivo.

            Prueba de ello son los comportamientos manifestados por los alumnos durante la realización de estas actividades, los cuales apuntan a que los más jóvenes continúan perpetuando ciertos estereotipos que diferencian a chicos y a chicas, los cuales asumen con total naturalidad.

            Dichos roles de género, si bien están cambiando poco a poco, resultan especialmente resistentes al cambio, siendo una de sus principales manifestaciones el ideal de pareja que siguen expresando los chicos.

            Reveladora resulta en este sentido la investigación promovida por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género en la que se determina que los chicos quieren que su pareja destaque sobre todo por el atractivo físico, seguido de la simpatía y en tercer lugar la sinceridad.

            Esto es una prueba más de la necesidad de superar dicha tendencia, estrechamente relacionada con los estereotipos de la "mujer objeto", que comprobamos continúan vivos en las películas, en los libros, en los medios de comunicación, en la música, en las aulas y, lo que es más importante, en la sociedad.

            Véase a modo de ejemplo la conocida saga "Crepúsculo", la serie "sin tetas no hay paraíso", el programa "Hombres, mujeres y viceversa", o el libro "Cincuenta sobras de Grey" que tanto furor causan, y que no hacen otra cosa que alimentar la peligrosa idea de que el verdadero amor va ligado a la renuncia, el control o el sacrificio, a lo que se suma la obsesión por la imagen.

            Por mucho que algunos se empeñen en ignorarlo una gran parte de los adolescentes continúan atribuyendo a las chicas calificativos como "sensibles, emocionales, tiernas, responsables, trabajadoras, frágiles", y a los chicos se les define como "dinámicos, fuertes, activos, autónomos, emprendedores, posesivos". Y esa concepción no la adquieren por ciencia infusa, si no que se ha ido forjando a través de la información que éstos reciben, por diferentes fuentes, durante su desarrollo personal.

            Hace no tanto tiempo quedaba perpleja al ver un video titulado "LIKE A GIRL" en el que se pide a un grupo de personas -de diferentes sexos, edades y nacionalidades- que ejecuten determinadas acciones. "Corre como una niña", "lucha como una niña" fueron algunas de las peticiones que la directora del proyecto solicitó a los participantes.

            Sorprendentemente, tanto ellos como ellas, simularon ante la cámara que corrían o lanzaban un golpe al aire de forma patosa, cursi y hasta ridícula, tal y como instintivamente pensaron que lo haría una niña.

            Me resultaron tan interesantes esas reacciones espontáneas, así como las reflexiones posteriores de las personas que intervinieron, que decidí aplicarlo a las formaciones que realizamos como una dinámica más. Os aseguro que los resultados no os habrían dejado impasibles.

            Ya no es una cuestión de "inocentes estereotipos" que se perpetúan generación tras generación, sino de cómo influye esa concepción del género en las relaciones de los jóvenes.

            Según el estudio «¿Fuertes como papá? ¿Sensibles como mamá? Identidades de género en la adolescencia», elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, el 59,4% de los encuestados están bastante de acuerdo con que «el chico debe proteger a su chica».

            Revelador es también el dato que nos aporta la Fundación ANAR referente a que "seis de cada 10 adolescentes víctimas de violencia de género sufrieron acoso a través del móvil y las redes sociales. Además, más de la mitad no era consciente de que estaba sufriendo violencia de género".

            En la misma línea encontramos los escalofriantes resultados del estudio "Evolución de la adolescencia española sobre la igualdad y la prevención de la violencia de Género", que revela que "una de cada tres adolescentes españolas (el 28,8%) reconocen sufrir un control abusivo por parte de sus novios centrado en conocer con quién hablan o lo que dicen o a dónde van, así como en decidir por ellas el más mínimo detalle".

            En el informe emitido tras dicho estudio, se percibe un claro incremento en el número de chicas que reconocen haberla sufrido y de chicos que admiten haberla ejercido, en relación a un estudio similar de 2010.

            Descrito brevemente el actual panorama, según la humilde opinión de esta letrada, considero que es imprescindible transmitir a los adolescentes un concepto más maduro del amor y una definición concreta de sus límites, dotándoles de las herramientas necesarias para detectar las primeras manifestaciones del abuso y cómo éste puede producirse a través del uso de las nuevas tecnologías.

            La labor de prevención de conductas violentas en la adolescencia debe efectuarse desde el ámbito familiar en colaboración con los centros escolares, impulsando la participación de los jóvenes en actividades sobre la construcción de la igualdad, así como impartiendo formación específica al profesorado.

            Que decir tiene que los representantes políticos tienen un papel fundamental a la hora de promover estas iniciativas, otorgando los recursos económicos y humanos necesarios para tan laboriosa tarea.

            Y en cuanto a vosotros, lectores, no debemos olvidar nunca que tenemos una responsabilidad social para con los más jóvenes: somos referentes directos para nuestros niños, y éstos a su vez son esponjas con respecto a todo lo que observan y escuchan de nosotros.

            Aunque muchos quieran obviarlo, la erradicación del modelo que conduce a la desigualdad y a la violencia es una causa que innegablemente sigue viva, y que nos concierne absolutamente a todos.

 

 

 

 
 
 

 

 

 
 
 
 
 
 
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