Aunque entró en vigor en 2015, la reforma fiscal aprobada por el Gobierno de
Mariano Rajoy guarda alguna novedad para las empresas en este 2016,
especialmente en Impuesto de Sociedades. Pero destaca, por encima de todo, las
restricciones que a través del IRPF está imponiendo la administración para
acabar con el sistema de módulos, fuente de fraude fiscal según el Ministerio de
Hacienda.
Durante 2015 ha habido un récord histórico de lucha contra el fraude fiscal con
una recaudación de 15.600 millones de euros. “En 20 años de experiencia,
nunca había vivido una presión fiscal tan fuerte por parte del fisco. Pensemos
que lo recaudado el año pasado supone el 1,8% del PIB español”, relata
David Fernández, socio director de Sala & Serra Abogados. “Es en este
sentido que Hacienda quiere eliminar el sistema de módulos”, explica
Fernández. “Los ‘moduleros’ tienen unos límites cuantitativos por los que
tributa independientemente de la facturación que consiga, pero al mismo tiempo
está colocando gasto a una empresa que se beneficia de ese fraude. Hacienda sabe
que es muy difícil combatir contra esta economía de fraude”, remacha el
socio director de Sala & Serra.
Siguiendo un camino contrario, en el Impuesto de Sociedades sí que hay alguna
novedad para este 2016 y es, precisamente, una rebaja del tipo de gravamen, que
pasa del 28% al 25%, afectando a todas las empresas por igual, tanto pymes como
grandes corporaciones. Las bases imponibles negativas también tienen novedad: “Desde
la reforma ya no hay límite temporal para compensar las bases imponibles
negativas pero sí que entra en vigor, este 2016, un límite cuantitativo de
compensación: el 60% de las mismas”, puntualiza David Fernández.
Así las cosas, y tras la enésima reforma fiscal, el mundo empresarial reclama
algunos otros ajustes al Gobierno que salga de las urnas (o de los pactos) el
próximo 26 de junio. Para empezar, la rebaja del llamado IVA cultural, al que
prácticamente todos los partidos se han comprometido. Pero también hay alguna
petición con respecto al IRPF.
Para Lorenzo Amor, presidente de ATA, la asociación de autónomos más
representativa del Estado, “todo lo que venga encaminado a una rebaja del
IRPF y a una bajada de los impuestos para los autónomos tiene que ser
bienvenido, pero si la pregunta es qué considero yo fundamental, creo que el IVA
para la peluquería y sectores que han visto subido este impuesto del 8 al 21%
es algo fundamental para combatir la economía sumergida”.
Pero, ¿realmente la única salida para cuadrar las cuentas es la bajada o subida
de los impuestos? ¿No existen otros mecanismos en la economía moderna para
solventar el déficit sin abandonar los servicios sociales?
“Las propuestas políticas son diversas y variopintas, de alguna manera
podemos jugar con subidas y bajadas de impuestos. Este es un tema que puede
seducir más al electorado, pero no es el único sistema”, aclara Lluís
Basart, profesor de Fiscalidad en la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) y
abogado. “Cuando hablamos de subidas o bajadas de impuestos hablamos de
los principales impuestos como el IVA, IRPF o Sociedades pero también podemos
jugar con ampliar bases. Es decir, existe un mecanismo que no supone aumentar o
disminuir la presión fiscal directa a nivel de tipo, sino que supone ampliar la
base”, explica Basart. “Por ejemplo, cada año el Estado español deja de
recaudar 51.000 millones de euros por deducciones y bonificaciones fiscales,
algunas de ellas están justificadas y otras no tanto. Se podría prescindir de
alguna de estas bonificaciones o deducciones, de manera que se aumentara la
recaudación y los ingresos fiscales para cubrir el gasto. También podemos jugar
con tipos impositivos más altos o más bajos o, si no queremos jugar con los
tipos, podríamos ampliar las bases impositivas de los principales impuestos,
sobre todo renta y sociedades”, concluye el profesor de la UOC.
Basart también apunta la posibilidad de crear nuevos impuestos o retocar
impuestos ya existentes como, por ejemplo, el de la fiscalidad medioambiental,
la llamada ‘reforma fiscal verde’ o ‘eco tasas’. Algo que, al menos en campaña,
ningún partido quiere poner sobre el tapete.
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