El contrato tácito de Internet

Publicado el martes, 27 septiembre 2016

Diego Montesinos Hervás, Departamento de Informática de Medina Cuadros Abogados.

Hace poco tiempo saltó una noticia que se propagó como la pólvora.

Mirad esta imagen de Mark Zuckerber, creador y dueño de Facebook:

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En ella vemos que tiene tapada la cámara y el micrófono de su portátil. Esto generó mucha polémica, ya que su compañía está caracterizada por ser una de las más voraces recopilando información personal. Pero ¿por qué hace esto?

Diego Montesinos Hervás, Departamento de Informática de Medina Cuadros Abogados

Diego Montesinos Hervás, Departamento de Informática de Medina Cuadros Abogados

Vamos a intentar explicar un poco cómo funciona el negocio de Internet hoy en día, pero antes de nada, comencemos por explicar algunos términos relativos a los principales actores:

ISP: de sus siglas Internet Service Provider, o Proveedor de Servicios de Internet. Son las compañías que nos proporcionan servicios para acceder y usar la Red. A veces, una misma empresa nos puede proporcionar varios de estos servicios, o sólo alguno. Ejemplos pueden ser Movistar (acceso), Google (almacenamiento, correo electrónico, acceso en EEUU), Yahoo (correo electrónico)…

OTT: al igual que en el caso anterior, este acrónimo proviene de sus siglas anglosajonas Over The Top content. Es el contenido que consumimos independiente del que nos proporciona nuestro ISP. Es decir, serían los servicios accesorios que se han creado alrededor de Internet, usando los ISPs de acceso como meros trasportes.

Todos estos servicios y funcionalidades requieren de alojamiento de servidores, tareas de programación, mantenimiento, supervisión… es decir, tienen un coste de funcionamiento. Y como todo en esta vida hay dos formas de sufragar estos costes: pago por uso o publicidad.

La primera opción está más que clara: el usuario paga una cuota o suscripción al proveedor y éste proporciona los servicios y funcionalidades contratadas.

La segunda genera un poco más de controversia, ya que esta publicidad no es como la que recibimos a través de medios tradicionales como TV, radio, vallas publicitarias…, que no está dirigida a nadie en concreto, sino a todo el mundo. Esta publicidad es dirigida, segmentada. ¿Cómo? Mediante nuestra información personal.

Cuando usamos cualquier servicio de Internet, cuando nos registramos en cualquier página o aplicación, cuando navegamos, cuando realizamos cualquier búsqueda… estamos generando información, bien sea de forma voluntaria a través de la cumplimentación de los distintos formularios, o bien de forma involuntaria por la huella que dejamos.

¿Quién no ha estado buscando algún artículo en una tienda online y luego leyendo un artículo de un diario digital ha encontrado, casualmente, publicidad de ese artículo, o relacionado? Aquí entra en juego el famoso mensaje que vemos en todas las páginas que reza algo así como: «Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso». Y esta es la forma más básica en la que pueden recopilar información sobre nosotros, puesto que dicha información se almacena en nuestro equipo, y más concretamente, en el navegador que estemos usando.

Las empresas de Internet son famosas por su hambre de datos. Cada cierto tiempo podemos leer alguna noticia relacionada con vulneraciones de las leyes de privacidad en algún país. Si nos paramos a navegar por las opciones que dan al usuario para controlar su cuenta vemos que son muy numerosas y a veces no todo lo amigables que desearíamos, por lo que dejamos de interesarnos por controlarlas.

A modo de ejemplo, podemos visitar este enlace para ver qué sabe Google sobre nosotros: https://myaccount.google.com/privacy o entrar en el siguiente menú en Facebook montesinos-3 flecha hacia abajo y luego en Registro de Actividad. En ambas páginas vemos lo cada una de estas compañías tiene almacenado de nuestra actividad en sus productos, además de una explicación acerca de por qué y para qué guardan toda esa información. En ambos casos parece que es para nuestro beneficio, ya que la publicidad que percibiremos será más acorde a nuestros gustos.

Con los datos que autorizamos a almacenar se crea un perfil digital sobre nosotros, sobre nuestros gustos, interacciones, ideología… que luego las agencias de publicidad pueden usar para hacernos llegar mensajes concretos y precisos. Y mucho más barato y efectivo que la publicidad tradicional.

Después de esta contextualización y ejemplos viene la respuesta a la pregunta que todo el mundo se hace: «¿puedo ‘escapar’ de todo esto?». Desde mi punto de vista creo que es muy difícil, sino imposible si queremos además vivir mínimamente conectados. Ni renunciando a los smartphones y al uso de Internet conseguiríamos vivir completamente en el anonimato. Puede que nuestra huella digital se vea reducida de manera sustancial, y que para estas empresas seamos invisibles (algo lógico puesto que hemos dejado de usar sus servicios), pero hay veces que este control no está en nuestras manos, como el famoso caso de espionaje de la NSA.

Desde que hay publicidad (a veces muy molesta, todo hay que decirlo) y recopilación de datos personales para segmentarla, han aparecido herramientas para intentar esquivar esa publicidad, o para evitar que nuestros datos sean recopilados. Una de las más famosas utilidades para hacer que nuestra navegación sea más cómoda y tenga menos molestias es al Ad-Blocker.

Este complemento se instala en nuestro navegador y bloquea la publicidad, ya sea evitando que se abran ventanas emergentes o analizando el código de las páginas web para hacer que la información relativa a los anuncios no se descargue.

Un poco más agresivo es el servicio que ha presentado recientemente Telefónica (aún no disponible para los clientes). A grandes rasgos, consiste en un macro-centro de control de nuestros datos personales. A través de él, podemos decidir qué datos personales compartimos con los servicios que lo solicitan. El motivo de este ‘bloqueo’ de información no es otro que una eterna batalla entre los proveedores de acceso y las empresas exclusivas de servicios. Las primeras quieren que las segundas paguen (además de lo que ya pagan sus usuarios por el acceso) porque los internautas acceden a sus servicios a través de la infraestructura de aquellas.

Pero claro, si vetamos el acceso a nuestros datos y bloqueamos toda la publicidad que se nos muestra, los ingresos de las empresas de servicios, y de las páginas de contenidos (diarios digitales, blogs…) se verían reducidos de manera muy sensible, propiciando que la calidad de los contenidos decayese o que los servicios que nos ofertan dejen de ser gratis.

Por tanto, en nuestra mano está decidir si queremos algo de publicidad y que sepan de nuestros intereses y preferencias a cambio de servicios gratuitos o si por el contrario recelamos de nuestra privacidad y renunciamos a todos estos servicios, que dicho sea de paso, suelen ser muy útiles (por ejemplo asistentes personales como Siri, Google Now, Cortana…).

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