José María Alonso, Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.
En una de sus últimas intervenciones públicas, dejó plasmada una visión del Derecho como un universo en modo alguno cerrado, que no debía estar escrito en un lenguaje abstracto y mucho menos apartado de la moral y de los valores. Al contrario, en la idea de Antonio Hernández-Gil, era y es un producto cultural tendido a aquéllas y a éstos para integrar su contenido regulador.
Antonio Hernández-Gil ponderó hasta sus últimos días la figura del abogado como pieza absolutamente clave para construir un Derecho abierto, donde es vital la experiencia de cada compañero y compañera, forjada en la atención a los problemas de los clientes sin olvidar nunca la responsabilidad ante la sociedad de su misión.
Nuestro Decano, de palabra y de obra, dejó una profunda huella de lo que significa el compromiso que la Abogacía tiene con las víctimas, con la realidad humana más desfavorecida, con lo intolerable de la vulneración de los derechos humanos fundamentales. Aún más, nos invitó a “mirar al otro”, para ver su dolor y hacer lo posible para evitarlo a fin de no tener que sufrir con quien sufre, cuando del conflicto derivan derechos primarios en riesgo o vulnerados.
Lamentamos y sufrimos por la pérdida de un jurista y una persona de dimensiones tan grandes que, por tanto, deja un hueco imposible de ocupar. Cultivó la idea de que sólo a través del Derecho es posible auténticamente progresar hacia una sociedad más justa. Moralmente, nos vemos en la responsabilidad de hacerla crecer y consolidarla. Descansa en paz, compañero.