El hombre que hizo de todo – Fermín Caballero de Heredero

Publicado el martes, 5 mayo 2020

José Manuel Pradas – La huella de la toga.

Vaya por delante, no quiero ser luego acusado de plagio, que el título está tomado al pié de la letra de otro artículo sobre nuestro protagonista. Y desde luego que resulta un buen encabezado, porque hablar de Fermín Caballero es citar al abogado, al político, al escritor y periodista, mencionar al hacendado agricultor, al estadístico, al polígrafo, al filántropo y al enamorado de su tierra natal. Y aún me dejo cosas en el tintero.

Es un caso más -ya lo habrán observado los lectores en otros protagonistas- de esos especímenes propios del XIX, de los que no podemos explicarnos muy bien con nuestra mentalidad actual, de donde sacaban el tiempo para esa hiperactividad, generalmente muy dispersa y dedicarse a tanta cosa, o como bien nos dice el famoso cuplé de “la chica del 17 “, “de donde saca pa tanto como destaca”.

Fermín Caballero de HerederoAsí que después de dejar a la mitad de los lectores tarareando, toca decir que Fermín Caballero era natural de Barajas de Melo, provincia de Cuenca, nace en el 1800, hijo de un labrador acomodado –seguramente sería el más rico del pueblo pues, por lo poco fértil que es el terreno en aquella comarca, debía ser propietario de muchas fanegas para considerarlo acomodado- y de Vicenta Morgáez. Tenemos aquí uno de esos pequeños misterios que me gustan, ya que en algún momento, cambió su apellido materno por el de Heredero. El motivo podría estar en que fue protegido en su juventud por el doctor Nicolás Heredero, catedrático de Literatura y académico de la Historia. Terminaría casándose con la sobrina de éste, de nombre Paula y quizá de ahí venga ese cambio en su apellido, pero tampoco lo se a ciencia cierta, así que únicamente apuntado queda.

El caso es que a la edad de veintiún años nos lo encontramos ya casado, con veintidós es profesor de Geografía y Cronología en la Universidad Central y con veintitrés lo vemos incorporado al Colegio de Abogados de Madrid con el número 2776. Trabajó inicialmente en el bufete de Manuel María Cambronero, personaje a quien ya hemos visitado y que le encarga complicados litigios nobiliarios que resolvió a plena satisfacción de sus clientes, con lo que se fue acrecentando su prestigio.

Profundo liberal, en su ala más radical, formó parte de un grupo de personajes políticos de la talla de Manuel Cortina, Joaquín María López y Salustiano Olózaga. Hacer una lista de las veces en que fue parlamentario, los cargos que ocupó y las conspiraciones en que se vio comprometido excede con mucho la finalidad de esta semblanza, como lo sería hacer una relación de cinco o seis páginas con su obra literaria, jurídica o científica.

Así que vamos a intentar acudir un poco a lo anecdótico. A fin de cuentas esta es la finalidad que nos mueve en estos perfiles, que no pretenden ser científicos ni, por supuesto, de alto estilo literario. Es bastante con que sean consumidos a la manera de un pequeño entremés dentro de la jornada de trabajo. Caballero era un personaje de una moralidad intachable, se decía de él que tenía un discurso lógico, fuerte, contundente y espontáneo, sin que tuviera el más mínimo cuidado en agradar o no a sus propios partidarios o compañeros de bancada. Tenía también, por decirlo así, una cierta tendencia a “meterse en líos” con los militares. El general Bretón intentó atropellarle en 1836 y el general Fernández de Córdova le retó a duelo;  el Conde de Toreno, el liberal Queipo de Llano, le persiguió y ordenó el cierre de su periódico “El Eco del Comercio”.

José Manuel Pradas

José Manuel Pradas

Fermín Caballero destacó en todo o casi todo, pero quizá sea bueno traer la curiosidad de que siendo alcalde de Madrid –también eso fue- redescubrió el famoso plano de la capital grabado en Amberes por el portugués Pedro Texiera en 1651, que casi todos tendremos en la cabeza y que estaba perdido. Luego otro costumbrista famoso, Mesonero Romanos, parece ser que llegó a encontrar un segundo ejemplar.

Una fuente inagotable de descripciones físicas de los prohombres del XIX nos la encontramos en los Episodios Nacionales de Galdós, mas acertadas, según parece, cuanto mayor es la posibilidad de que el más grande de los escritores canarios fuese coetáneo del descrito pues, seguramente en muchos casos lo conocería en persona. De Fermín Caballero dijo: “De color moreno; facciones bastas y rudas, de tipo castellano común en campo más que en ciudades; bigote negro con mosca; cabello encrespado que parecía un escobillón; complexión dura; el habla ruda y clásica, de perfectísima construcción castiza…” La foto del grabado que se acompaña creo que hace justicia a la descripción de don Benito.

El propio Fermín Caballero se describió a sí mismo en una de sus obras más conocidas Fisonomía natural y política de los procuradores en las Cortes de 1834, 35-36, dijo “de carácter indomable; y como es inasequible por empleos ni por honores y no cede a influencias y no le arredran animosidades aristocráticas, ministeriales ni palaciegas…enemigos, a quienes ni por esas teme. Escribe mejor que habla; pero como argumentador da en la herida y contunde cuando ataca, como cuando enristra su pluma de hierro”.

Realmente su labor fue mayor como parlamentario que ejerciendo el poder. De hecho llegó a ministro de Gobernación, pero exclusivamente los diez días que duró el gobierno que presidió su amigo Joaquín María López, siendo inmediatamente después perseguido y decidiendo a la postre refugiarse en su pueblo natal, donde se dedicó a las que serían sus últimas actividades, estudios antropológicos y geográficos de Cuenca, así como una serie de biografías. Fermín Caballero fue también en sus últimos años un filántropo, volcado en la educación de las clases populares y precursor de lo que luego significó para España el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza. Poco antes de fallecer fue nombrado primer presidente de la Sociedad Geográfica de Madrid.

Murió en Madrid en 1876 y sus restos terminaron descansando en el Panteón de Hombres Ilustres, lugar muy recomendable para visitar, por dos razones. Es un remanso de paz poco frecuentado al lado de la Basílica de Atocha, donde uno puede reflexionar con una tranquilidad inusual en el centro de Madrid y en segundo lugar, darse el gusto de contemplar los magníficos grupos escultóricos de Benlliure o Querol, dedicados a personalidades como Dato, Canalejas, Cánovas del Castillo, Sagasta y algunos otros. La visita merecerá la pena, para aquel que quiera seguir este consejo.

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