¿Qué gran renuncia?

Publicado el viernes, 28 octubre 2022

Carlos Ranera González.

Carlos Ranera González

Desde el final del confinamiento, venimos leyendo artículos aludiendo al concepto de la gran renuncia. Es un término acuñado por el profesor Anthony Klotz, de la Universidad de Texas, que hace referencia al abandono de sus puestos de trabajo de millones de personas, en los meses posteriores a la vuelta al trabajo presencial tras el confinamiento. Teletrabajar, la desaparición de seres queridos, la pérdida de libertades y la obligatoriedad en el cambio de hábitos provocaron un cambio de paradigma y un reordenamiento de nuestras prioridades.

Una de las cosas que se oye con frecuencia es que los jóvenes tienen baja resistencia a la frustración, lo tienen todo de manera fácil, son unos malcriados y desagradecidos, no tienen capacidad de esfuerzo y otras lindezas. En mi opinión, es profundamente falso e injusto. Quizá lo que han descubierto es que no quieren ser como sus padres, no quieren tener una vida como la nuestra, no comparten nuestras prioridades ni desean repartir el tiempo como lo hemos hecho nosotros.

Leyendo lo de “la gran renuncia” me pregunto; ¿cuál era mayor renuncia, la de antes o la de ahora? ¿Cuándo renunciábamos a más, antes dedicando la mayor parte de nuestro tiempo al trabajo, o ahora, renunciando a los puestos de trabajo que nos impiden tener vida personal? La respuesta a estas preguntas explica el cambio de planteamientos de las nuevas generaciones. Quizá deberíamos preguntarnos cuántos de estos chicos han crecido viendo poco a sus padres, pasando horas echando de menos sus atenciones y llenando su tiempo de ocio con lo que les comprábamos para cubrir las ausencias (móvil, consola, ordenador…). Ahora decimos que lo tuvieron todo y, sin embargo, no están contentos con nada. Seamos sinceros: no lo tuvieron todo. Solo tuvieron lo que les dimos para comprar su comprensión.

Es cierto que lo hicimos desde el total amor. Era la manera de progresar y creímos que era lo mejor, pero nos equivocamos. Hoy descubrimos que la reunión no era más importante que ir con ellos al dentista. Que la videoconferencia no era más importante que estar con ellos en el entrenamiento o que jugar en casa por la tarde. Hoy sabemos que no hay nada que justifique perderse la fiesta de fin de curso. Nos equivocamos y ellos no quieren cometer nuestros mismos errores. Les importa mucho menos que a nosotros comprar una casa más grande, un coche más potente o acumular. Le dan más importancia a tener experiencias, crecer y realizarse. Han construido otros valores.

Estamos ante una generación que tampoco tenía la suerte de la nuestra de ser, en casi todas las casas, varios hermanos, capaces ellos solos de cubrir todos los ratos de ocio. Por el contrario, la compañía de esta generación ha sido la tele o cualquier otro caro aparatito con luces y ruido. Era el señuelo para que estuvieran entretenidos y no dieran la lata. Llevamos años justificándonos diciendo que nosotros ofrecíamos a nuestros hijos tiempo de calidad, para ocultar que en realidad lo que hacíamos era dedicarles poco tiempo.

Hace unos meses llegó la pandemia, nos encerraron en casa y nos forzaron a compartir tiempo con nuestras familias. Millones de personas han descubierto lo abandonadas que tenían a sus parejas, a sus hijos o a sus padres. Millones de personas han descubierto el error de mantener un trabajo que impide tener vida fuera de él. Millones de personas han descubierto que no merece la pena renunciar a ser feliz por tener más dinero. Consecuencia de ello, cada día veremos a más personas que exigen tener trabajos que propicien la conciliación, que no exijan heroicidades y que sean una parte importante de la vida de las personas, pero no la única.

No seamos cínicos criticando a las generaciones más jóvenes por no querer ser como nosotros. Yo hoy tampoco querría. ¿Y ustedes?

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3 Comentarios sobre este articulo. Comenta tu primero.

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    Gabriela 28 octubre, 2022 a las 21:58 - Reply

    Brillante

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    Yolanda 29 octubre, 2022 a las 09:35 - Reply

    Mil gracias Carlos por el artículo, por esta reflexión tan necesaria.
    Me dedico a ayudar sobretodo a madres y padres, a conciliar vida familiar, profesional y personal desde la autoconsciencia. Para que puedan llevar un estilo de vida más sostenible y estar más disponibles física y emocionalmente para sus hijos.
    La gran damnificada de la no conciliación es la infancia.
    Nos han educado mayormente para ganarnos la vida, no para disfrutarla y como buenos hijos ahí hemos estado. Dándolo todo desde el patrón de obediencia al mandato y con el dificultades para reconocer las necesidades de apego de nuestros hijos porque nosotros no las tuvimos cubiertas. Padres trabajando fuera de casa todo el día y mares criando al doble de hijos que nosotras sin microondas, lavavajillas ni Thermomix.
    Pero el sufrimiento es la palanca evolutiva por excelencia y en esta vuelta de tuerca que nos ha dado la pandemia veo oportunidades para ese cambio de consciencia :). Gracias de nuevo

  3. Avatar
    Noelia GG 30 octubre, 2022 a las 11:00 - Reply

    Un artículo muy interesante y a mi parecer muy acertado.
    Como madre he luchado contra todas esas cosas que la sociedad por trabajar nos empujaba a comprarles o permitirles para llenar sus vacíos de nosotros. Espero que las generaciones de los niños de hoy mejoren aún más si cabe ese orden de preferencias y cambien el funcionamiento de la economía. Con menos cosas se puede ser tan o mucho más feliz que con la casa llena de cosas pero vacía de afecto en gran parte del día por la ausencia de los progenitores. Las empresas deberían pensar no en amasar cada año más objetivos, sino de verdad en crecer moderadamente y ser más conciliadoras con empleados. Pero de verdad. Mimar más a su mano de obra en vez de cada vez sean menos y más presionados y acaben marchándose… sin ellos esos beneficios acabarán por caer en picado. Son la base.

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