Tigre o cebra

Publicado el viernes, 3 febrero 2023

Carlos Ranera

Carlos Ranera

Supongo que muchos de ustedes se han visto alguna vez en la necesidad de incorporar personas a su equipo. Difícil momento el de decidir cuál es el mejor perfil, cómo no equivocarse, cómo cubrir las necesidades que tiene el equipo con esa incorporación. Es frecuente acumular currículos para hacer una primera criba. A partir de ahí, pasamos a una fase de entrevistas personales, donde intentamos elegir al mejor candidato, al más preparado y con mejor perfil.

Después de haber participado en innumerables procesos de selección, por activa y por pasiva, siempre me ha sorprendido que lo más normal es hacer la selección por lo que los candidatos saben hacer; formación académica, idiomas, experiencia laboral, etc. Pues bien, la experiencia me ha enseñado que lo más importante en estos procesos no debería ser eso, sino saber lo que cada uno de los candidatos quiere hacer. Esa frase de las abuelas de que hace más el que quiere que el que puede es totalmente cierta. Sin embargo, siempre nos empeñamos en indagar en lo que saben hacer las personas y escogemos teniendo en cuenta más la aptitud que la actitud.

Repasando la memoria, me vienen a la cabeza muchos casos de personas con currículos brillantes, formaciones extensas, incluso brillantes trayectorias profesionales que han fracasado estrepitosamente de forma recurrente. ¿Cuál fue el problema? Las empresas para los puestos de mayor responsabilidad quieren tigres; perfiles proactivos, inquietos, con fuerza, liderazgo, con capacidad de comunicar y que sean referencia. En muchos casos los procesos de selección se fijan demasiado en el envoltorio. En todo eso que acabo de contar que dice el currículo. Hay que ser muy bueno para identificar todas estas cualidades. No sirve lo que pone un papel. Se trata de detectar una forma de vivir, de actuar, una manera de enfrentar los problemas, de no esperar, de no necesitar instrucciones de nadie porque ya conocen la meta y saben encontrar el mejor camino.

Quedarse en el envoltorio, en lo escrito en el CV, hace que en muchos de estos procesos las empresas terminen contratando a una cebra. También tiene rayas y desde lejos puede parecer un tigre, pero no lo es; vive en manada, intenta pasar desapercibida, carece de iniciativa y no tiene la actitud que buscamos. He visto cientos de veces cómo las empresas contrataban a un tigre, pagaban a un tigre y pocos meses después descubrían que era una cebra. Eso sí, una cebra con estupenda formación y larga experiencia en desempeñar otros papeles; papeles de cebra. Entre las cebras también hay dominantes y líderes de manada, pero nunca dejarán de ser cebras.

Algún día nos daremos cuenta de que es mucho más importante querer hacer que saber hacer. El que quiere hacer sorteará todos los problemas para conseguir su fin. Tendrá la fuerza necesaria para sobreponerse a las dificultades. Arrastrará a otros con su ilusión por conseguirlo y sabrá convencerlos de lo recomendable del destino. Querer hacer te dota de la fuerza de aprender, liderar, reconstruirte, motivar, exigir y arrastrar. Querer es la fuerza imparable de la motivación por llegar, por dar más peso al más mínimo avance que a las dificultades. Por ello, saber hacer está muy bien por el esfuerzo que requiere, pero de poco sirve sin la fuerza del querer.

Todos debemos tener presente que los tigres están en peligro de extinción. Hay muy pocos en las empresas y debemos identificarlos desde que son cachorros, aparecen en los puestos de menor responsabilidad y dan sus primeros pasos. Tigre se nace, pero si no tienen el entorno adecuado, se les apoya y se les da libertad, se terminarán convirtiendo en gatos que juegan apaciblemente en la sabana, sin más aspiración que sobrevivir otro día.

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