Colaborar
con
la
Justicia
es
el
papel
que
todo
abogado
representa
cada
vez
que
se
dirige
a un
tribunal,
en
representación
de
su
cliente
y al
servicio
de
sus
derechos
e
intereses.
La
singularidad
excepcional
de
Don
Manuel
Olivencia
es
que,
en
su
caso,
la
colaboración
con
la
justicia
y el
servicio
a
sus
clientes
han
llegado
mucho
más
lejos
y
han
durado
mucho
más
tiempo
de
los
que
resultan
habituales
incluso
entre
los
mejores
profesionales:
su
quehacer
constante
se
ha
convertido
en
realización
auténtica
del
derecho,
un
ideal
que
todos
los
abogados
soñamos
alcanzar,
pero
que
Don
Manuel
ha
conseguido
gracias
a
una
carrera
extensa
y
fructífera
que
abarca
más
de
medio
siglo
de
ejercicio
sin
descanso
y
absolutamente
ejemplar.
Pero
los
frutos
cosechados
no
se
deben
únicamente
al
tiempo
transcurrido.
En
esta
larga
y
envidiable
carrera,
durante
la
cual
fraguó
la
importantísima
fusión
de
Cuatrecasas,
Gonçalves
Pereira
con
su
despacho
Olivencia-Ballester,
Manuel
Olivencia
ha
utilizado
unas
técnicas
infalibles,
que
todo
abogado
que
sinceramente
aspire
a la
excelencia
que
él
ha
alcanzado
puede
poner
en
práctica
fácilmente.
En
primer
lugar,
está
su
preocupación
constante
por
el
rigor
en
el
discurso
hablado
y
escrito.
Así,
el
empleo
del
lenguaje
apropiado,
el
énfasis
en
una
buena
sistemática
y en
el
orden
de
exposición
argumental,
o el
saber
cómo
distinguir
entre
lo
principal
y lo
accesorio
son
características
definitorias
de
su
estilo.
Es
un
saber
decir
y un
saber
escribir
que,
distinguiendo
siempre
entre
el
genio
del
lenguaje
verbal
y el
duende
del
lenguaje
escrito,
aúna
las
cualidades
de
ambos:
de
Don
Manuel
Olivencia,
podemos
decir
con
verdad
innegable,
que
habla
como
escribe
–con
rigor
extremo-
y
que
escribe
como
habla
–con
naturalidad
envidiable-.
Luego
destacan
su
honestidad
y
lealtad
hacia
los
clientes,
a
quienes
siempre
ha
sabido
trasladar
las
fortalezas
y
debilidades
de
sus
asuntos,
con
transparencia
y el
consejo
constante
de
explorar
vías
alternativas
de
acuerdo
en
todo
caso
y,
particularmente,
cuando
ha
considerado
que
el
resultado
perseguido
por
el
cliente,
cuya
obtención
Olivencia
jamás
garantiza,
no
es
precisamente
fácil
de
obtener.
En
tercer
lugar,
Don
Manuel
es,
al
mismo
tiempo,
un
perfeccionista
que
mima
la
concreción
y el
detalle,
y un
jurista
escéptico
ante
las
especializaciones
excesivas.
Para
él,
un
buen
jurista
construye
sobre
una
base
muy
sólida
de
formación
legal.
En
sus
“Reflexiones
sobre
la
teoría
y la
práctica
del
Derecho”,
afirma
que
“las
profesiones
jurídicas
–por
antonomasia,
la
de
abogado-
son
de
estudio,
y
mal
práctico
será
el
que
de
él
prescinde
y lo
confía
todo
a lo
que
aprendió
en
el
ejercicio,
casuístico
y
forzosamente
limitado;
sin
teoría
no
hay
verdadera
práctica
jurídica,
sino
vulgar
rutina,
hacer
inconsciente,
propio
del
practicón
o
del
zurupeto”.
Por
ello,
siempre
ha
pedido
a
sus
alumnos
y
colaboradores
que
preparen
muy
a
conciencia
tanto
el
ejercicio
escrito
como
el
oral.
¿Cómo?
Con
estudio
reposado,
con
reflexión
y
dando
muchas
vueltas
al
orden
y
cadencia
de
la
exposición
oral
y a
la
sistemática
y
claridad
de
los
escritos.
Una
cuarta
cualidad,
entrañable,
de
Don
Manuel
es
su
trato
leal,
exquisito
y
cálido
con
el
sinnúmero
de
letrados
con
quienes
ha
colaborado
y
con
quienes
ha
tenido
que
oponer
sus
propios
argumentos.
Nunca
les
ha
considerado
como
enemigos,
sino
como
compañeros
en
la
tarea
del
desarrollo
del
derecho,
adversarios
leales
en
en
un
debate
judicial,
es
decir,
en
un
proceso
que
tiende
idealmente
a
conseguir
la
realización
misma
del
derecho,
una
vez
se
han
establecido
los
hechos
probados
y se
han
discutido
los
argumentos
de
las
partes.
Es
curiosa
y
siempre
me
viene
a la
cabeza
su
particular
distinción
entre
los
abogados
“de
toga”
y
“no
de
toga”.
Él
siempre
se
ha
identificado
con
los
primeros,
con
los
abogados
que
informan
ante
los
Tribunales.
Su
excelente
oratoria
y su
instantánea
capacidad
de
improvisación
le
han
distinguido
siempre
como
un
abogado
forense
de
primer
nivel.
En
palabras
de
nuestro
socio
Rafael
Monsalve,
quien
trabaja
codo
con
codo
con
Don
Manuel
en
la
oficina
de
Sevilla
de
Cuatrecasas,
Gonçalves
Pereira,
“verle
intervenir
ante
los
tribunales
era
una
delicia
y
una
fuente
de
aprendizaje”.
No
puedo
dejar
de
recordar
en
este
punto
a
otro
gran
abogado
de
toga
que
no
sólo
tuvo
a
Don
Manuel
como
maestro,
sino
también
como
padre.
Es
nuestro
querido
Luis
Olivencia,
socio
fallecido
en
2013,
quien
llegó
incluso
a
informar
ante
el
Tribunal
de
Justicia
de
la
Unión
Europea,
superando
en
esto
a su
propio
padre.
Pero
llegar
al
Tribunal
Supremo
y al
Tribunal
Constitucional
no
es
una
tarea
baladí
y sé
lo
profundamente
orgulloso
que
se
siente
Don
Manuel
de
haberlo
conseguido,
porque
es
ahí
donde
ha
podido
poner
en
práctica
su
visión
del
abogado
como
colaborador
de
la
Justicia.
Él
mismo
cuenta
de
que,
en
una
de
sus
últimas
vistas
en
la
Sala
Primera
del
Tribunal
Supremo,
saludó
a
los
Magistrados
de
la
Sala
diciendo:
“Llevo
más
de
50
años
ejerciendo
ante
este
Tribunal.
He
cumplido
50
años
de
ejercicio
y
nunca
me
he
sentido
más
colaborador
de
la
Justicia
que
vistiendo
la
toga
ante
este
Tribunal”.
Y es
que
es
ahí
donde
el
colaborador
leal
de
la
Justicia
consigue
que
sus
tesis
puedan
convertirse
en
jurisprudencia,
en
doctrina
legal,
cuando
una
y
otra
vez
son
aceptadas
por
el
Tribunal
Supremo.
Tal
es
la
máxima
expresión
del
trabajo
de
un
abogado
que,
como
Don
Manuel,
consigue
ahondar
en
el
derecho
y,
en
definitiva,
desarrollarlo.
Manuel
Olivencia,
leal
colaborador
de
la
Justicia:
¡muchas
felicidades
y
muchas
gracias! |