Núria Ribas, periodista / @oikit.
El miércoles pasado fue un día muy especial para todo el equipo de Lawyerpress. Presentamos nuestro ebook ‘El papel de la mujer en la Justicia’ en el Consejo General de la Abogacía. La presidenta, Victoria Ortega, además de ser la autora del prólogo del ebook, presentó la jornada de una manera contundente, poniendo sobre la mesa todo lo que todavía falta por recorrer en el camino de la igualdad en el sector legal entre mujeres y hombres.
La igualdad de derechos efectiva es lo que persigue el feminismo. Pero no lo único. Luego volveremos a ese segundo paso por el que también lucha el feminismo. Primero, lo obvio. Hasta que no se consiga la igualdad de derechos, oportunidades y se elimine la brecha salarial entre mujeres y hombres, el feminismo deberá perseverar en lo que, a priori, es de sentido común.
Pero no lo es. Como apunta Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía y Moral, hay muchas cosas que parecen de sentido común pero que no lo son. Valcárcel se refiere a las cosas buenas, a los derechos humanos, por ejemplo. O a la igualdad entre mujeres y hombres. No son fruto del sentido común si no de la lucha de centenares de personas que llevan años empujando para situar esos derechos en el centro del debate y concitar el respeto de todo el mundo.
Esta lucha, la del feminismo, apela a mujeres y hombres porque busca mejorar el mundo. Así que implica a cualquier ser humano que esté de acuerdo en avanzar hacia un ideal de igualdad y no discriminación. Feminismo es igualdad, como recuerda siempre que puede Celia Amorós, la primera titular de una cátedra de Filosofía en España (no hace tantos años). Amorós a menuda rememora a una de las primeras filósofas y escritoras, la inglesa Mary Wollstonecraft.
Una filósofa que, por supuesto, no aparece en el temario de Humanidades de nuestras chicas y chicos. Tampoco aparece Amorós o las novísimas, como Marina Garcés. Esto es un problema: no construimos referentes. De manera que cada generación cree que empieza de cero en la lucha feminista. Pero no es cierto. Llevamos décadas empujando, especialmente desde la Ilustración (que tuvo, entre sus ‘pecados’ capitales, obviar a la mitad de la población en su reivindicación de la universalidad de la razón y los derechos humanos).
Sí que siguen apareciendo en los temarios académicos (y está bien que así sea) pensadores hombres como Unamuno u Ortega. A pesar de que en lo referente a la mujer dejaron mucho que desear. Es conocida la famosa frase orteguiana sobre la mujer: “La mujer no es; la mujer está”. Incluso su discípula y admiradora María Zambrano – que tampoco aparece en los temarios – dijo ‘basta’ tras leer esta afirmación.
Hay un cierto aroma de este ‘basta zambraniano’ en el recientemente celebrado 8 de marzo. Un punto de inflexión, un antes y un después, un ir más allá de las simples palabras para pasar de una vez por todas a la acción y que la igualdad sea efectiva.
Cuando eso ocurra, habrá que afrontar una segunda fase del feminismo (que también concitará a mujeres y hombres, que nadie se ponga nervioso). El feminismo busca, primero y como hemos dicho, la igualdad de derechos efectiva entre hombres y mujeres. Pero, además, el feminismo busca situar en el centro al ser humano, a las curas, a la vida, por encima de una de las máximas que domina toda la organización social de este post-modernismo en el que vivimos: el máximo beneficio y el crecimiento como mantra. Por eso el feminismo es anti capitalista.
No porque niegue que las sociedades occidentales – la mayoría de ellas capitalistas y de libre mercado- son en las que las mujeres tienen más derechos y libertades comparadas con otras sociedades en las que rige otro sistema político o económico. Eso es un hecho. Es anti capitalista porque en nuestras sociedades occidentales y de libre mercado el centro es el máximo beneficio. Así que cuando alguien, un o una empresaria, decide facturar dos millones de euros menos a cambio de priorizar al ser humano (ella o él mismo, su familia, los trabajadores, la sociedad de la que es partícipe), esa persona ES feminista.
Si el problema es la expresión ‘anti capitalista’, afrontemos la reflexión imprescindible para superar este cortoplacismo en el que estamos inmersos cambiando la pregunta, como propone Marina Garcés: hasta dónde podemos llegar para ser sostenibles social, económica y culturalmente en vez de hasta cuándo aguantará nuestro sistema antes de eliminar el mundo tal y como lo conocemos. Esto también es la esencia del feminismo.