Hoy recomendamos el libro – «Evasores» de Hervé Falciani

Publicado el viernes, 6 abril 2018

Hervé Falciani y Baltasar Garzón

Hervé Falciani dejó fuera de combate el secreto bancario suizo. Jamás había ocurrido que alguien copiara y revelara a la opinión pública la totalidad de los archivos de un banco. Su «lista» hizo estremecerse a los mejores salones de toda Europa, y sigue quitándole el sueño a muchos políticos, banqueros, empresarios, estrellas del deporte y blanqueadores de enormes sumas de dinero. La caja fuerte de los evasores es su versión de los hechos y también incluía documentos inéditos –los informes de visita– que hacen referencia a numerosos evasores, entre otros españoles, y que se pusieron a disposición de los magistrados.

Evasores Hervé Falciani«En el banco existía una estructura para ayudar a los clientes a evadir impuestos y yo quería apoderarme de las pruebas», afirma Falciani. En el libro narra la peripecia del hombre más temido de Europa, perseguido por los servicios secretos, los magistrados, la policía, una auténtica pimpinela escarlata versión 2.0, antiguo empleado del HSBC, uno de los mayores bancos del mundo, por el que transitan gigantescos patrimonios ilegales, vinculados incluso con el narcotráfico y las mafias. Una aventura en la que nuestro país jugó un papel importante.

Falciani contó su historia en La caja fuerte de los evasores –escrito en colaboración con el periodista Angelo Mincuzzi–: desde sus primeros pasos en el casino de Montecarlo hasta el banco de Ginebra, su huida de Suiza, las amenazas de muerte, su secuestro simulado, el viaje al Líbano, su encarcelamiento en Madrid y la colaboración con los magistrados españoles, franceses y estadounidenses (mientras Italia permanecía al margen por miedo a que salga a la luz algún nombre importante), cuyo fruto fue la recuperación de cientos de millones de euros.

Según su libro, el plan fue concebido por unos «servicios secretos» -no da más pistas- que se pusieron en contacto con él y con otros empleados del HSBC (gestores de cuentas que fueron los que le entregaron unos datos a los que él no podía tener acceso) para sacar la información. Falciani fue el único que dio la cara por todos, por voluntad propia. Y a partir de ahí, el plan tenía en cuenta que si Falciani entregaba sin más los datos, la nulidad de los mismos como prueba estaba asegurada… y toda la operación habría sido en vano. Así pues, le dijeron que fingiera que había ideado un sistema «legal» para recopilar datos sobre los clientes –sin sustracción– y que estaba intentando vendérselo a un banco internacional, concretamente a una sucursal de Beirut. Ese fue el señuelo que llevó al banco libanés a poner sus (ficticias) actividades –supuestamente constitutivas de violación del secreto bancario– en conocimiento de un juez –francés–, que fue el que incautó el ordenador de Falciani con todos los datos dentro. Nunca más se supo del señuelo, porque era una pura invención. Una vez en manos del juez, los datos sí eran válidos como prueba de un delito, pues fue dicho juez quien actuó en consecuencia… y gracias a aquella sofisticada estratagema hoy podemos hablar de la Lista Falciani.

 

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