La cuarta revolución ya está aquí y va a determinar el tipo de trabajos que, en pocos años, van a estar bien remunerados. Y serán los relacionados con la tecnología, en su sentido más amplio. El tener o no habilidades tecnológicas determinará nuestra vida, nuestros sueños y nuestras posibilidades. La llamada brecha digital es ya patente. La Unión Europea calcula que el año que viene, Europa podría enfrentarse a una escasez de unos 900.000 profesionales del sector TIC. Si la lupa la situamos por géneros, la brecha se convierte en el cañón del Colorado: de los 7 millones de personas que trabajan en el sector TIC, solo el 30% son mujeres. España sigue esta estela, con un 37%, apenas tres puntos más que hace 20 años. Los datos los puso sobre la mesa el Primer Libro Blanco de las Mujeres en el Ámbito Tecnológico.
Núria Ribas / @oikit
Si pateamos un balón trescientas mil veces, probablemente adquiriremos la habilidad de controlar la pelota al cabo de un tiempo. Si alguien lo prueba por primera vez y falla, sería lo natural. Lo curioso es que para explicar el fallo aludamos al sexo de una y otra persona y no al tiempo que se lleva previamente pateando el balón. Socialmente, es lo que ocurre con las llamadas profesiones ‘masculinas’ y las ‘femeninas’.
Estos estereotipos de género asociados al rol que hombres y mujeres son capaces de llevar a cabo en nuestra sociedad determinan y mucho a qué nos dedicamos profesionalmente unos y otras. Las actividades tecnológicas, asociadas tradicionalmente a los hombres, van a marcar el futuro económico del mundo en la llamada cuarta revolución tecnológica.
“Es cierto que no sabemos qué va a deparar esta revolución, pero sí sabemos seguro que los empleos serán digitales. Así que, si las mujeres no están preparadas para este tipo de trabajos, la brecha laboral volverá con toda su fuerza. No nos podemos permitir prescindir del 50% de la población”, asegura Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de la Fundación de Estudios de Estudios de Economía Aplicada.
Una brecha de género que, en el caso de las profesiones STEM (área educativa que engloba las ramas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en sus siglas en inglés), es enorme, especialmente en España.
Uno de los datos que ha puesto sobre la mesa el primer Libro Blanco de las Mujeres en el Ámbito Tecnológico, de Sara Mateos y Clara Gómez y editado por la Secretaría de Estado para el Avance Digital, es el bajísimo porcentaje de mujeres graduadas en estudios tecnológicos: el 18,6% en 2017, a pesar de que el 53,2% de los graduados universitarios en España son mujeres. Este porcentaje se refleja en el número de trabajadores con perfil técnico en el sector digital, donde solo el 15,6% son mujeres.
“Los datos demuestran que el acceso de la mujer a los estudios tecnológicos representa en España una de las grandes problemáticas para cerrar la brecha de género digital”, afirma el estudio. Una brecha que, como hemos visto, afecta también a los hombres. “La educación plantea el reto de adaptación a las nuevas demandas laborales”, señala el informe. “Si no se revierte la tendencia, en España va a haber un déficit de 3 millones de profesionales formados en ciencias, matemáticas o tecnologías en 2020”.
Mercado laboral y logaritmos
Tres millones de déficit de profesionales en un mercado laboral como el español, con una de las mayores tasas de desempleo juvenil de Europa, parece no tener mucho sentido. La educación en este sentido es básica. Y no dejar de lado – o al menos no estimular a la mitad de la población, las mujeres, en edades tempranas – también lo es.
“La parte positiva, es que la brecha femenina en cuanto al acceso al mercado laboral una vez se ha estudiado una materia tecnológica es menor en España que la media europea. Buen acceso al mercado laboral. Por tanto, se tiene que poner el foco en el acceso de las jóvenes a los estudios, especialmente en FP, donde la presencia de las mujeres es casi anecdótica”, insiste Carlota Tarín, socia de Quanticae.
Y una vez tengamos mujeres formadas para la amplísima variedad de trabajos que tendrán que ver con la tecnología (atención, porque las Humanidades ya se incluyen en la nueva definición de carreras STEM: ahora es STEAM, con el ‘Arts’ anglosajón incrustado), la propia tecnología debe ponerse las pilas para ayudar a que la elección de candidatos no sea desigual o discriminatoria.
Porque, ahora mismo, los logaritmos que grandes buscadores y empresas de colocación usan a través de la inteligencia artificial, a menudo, generan desigualdad por géneros. “La Inteligencia artificial opera con cantidad de datos, el big data. El 90% del contenido de twitter, lo genera solo un 25% de la humanidad. Y esas personas tienen un sesgo, claro. Los algoritmos usados en redes sociales o en Google, por ejemplo, han seguido el sesgo masculino del lenguaje. Los datos están sesgados. Y además hay que añadir los sesgos de las personas que desarrollan el producto, que generalmente están hechos por hombres, blancos, heterosexuales, sin discapacidad… Esto es esencial, porque estos algoritmos determinan a quién eligen para un trabajo o si nos dan o no un crédito bancario”, remacha Cristina Aranda, cofundadora de MujeresTech y business development en Intelygenz.
Mucho camino por recorrer, pero con un altísimo potencial humano para conseguirlo.