La peluca de Santiago Carrillo – Belén de Piniés Nogués

Publicado el martes, 25 febrero 2020

José Manuel Pradas – La huella de la toga.

Vamos avanzando poco a poco con las huellas de la toga y busco la amenidad, pretendo la ironía, a veces el sarcasmo o la provocación y por supuesto, hacer recordar pasajes de nuestra historia y buscar como hilo conductor algún compañero de profesión. Pero el que crea que estos artículos son, por así decirlo, puros e inmaculados, se equivoca o no me conoce. Más de una vez me posiciono en alguna materia de actualidad, pero la verdad es que me importa relativamente poco el juicio que pueda merecer de cualquier detractor, a fin de cuentas no me postulo para nada y mi vida profesional camina hacia una pausada y calculada retirada.

José Manuel Pradas

José Manuel Pradas

Si es verdad que en este desfile de togados se van echando de menos dos categorías importantes. Por una parte nuestros más recientes abogados –es posible que tenga alguna especie de miedo escénico a embarcarme en sus reseñas- por el riesgo implícito y muy real de poder incurrir en algún error grave. Desde luego no tiene la misma trascendencia que tenga un pequeño lapsus confundiendo a Fernán Núñez con Don Casto Méndez Núñez, el de los barcos sin honra, a que relate algún hecho relativamente reciente donde alguien me pueda decir con toda la razón “mire usted, eso que cuenta no es así, porque yo estaba allí”.

Derivado de esto y porque además la incorporación de la mujer a la profesión es relativamente reciente, debo reconocer que hasta ahora no he podido hacer justicia con ellas como yo quisiera.

Belén de Piniés Nogués

Belén de Piniés Nogués

Así que hoy intentamos paliar en ambos efectos estos dos defectos, aproximándonos a Belén de Piniés Nogués, nacida en Madrid en 1951 y fallecida también en Madrid en 2012, donde estaba colegiada con el número 22880 en junio de 1975.

Hablar del apellido Piniés supone trasladarnos al Alto Aragón, a las tierras de Joaquín Costa y hablar de una saga de juristas. Su padre, político liberal y monárquico, persona de confianza de Don Juan de Borbón en Estoril y que tuvo un papel significativo en el llamado “Contubernio de Munich”; su tío Jaime de Piniés, casi el eterno embajador de España en la ONU. Su abuelo ministro dos veces con Alfonso XIII y su bisabuelo magistrado del Supremo.

Belén pertenecía por tanto a esa burguesía liberal, casi diría que destinada a seguir con la tradición familiar y comienza a estudiar Derecho en la Complutense de Madrid. Como otros, ya desde esos primeros años universitarios se afilia en el Partido Comunista de España que encarnaba la oposición más eficaz al tardofranquismo, muy por delante en capacidad de movilización a los socialistas, que eran casi despreciados por aquellos con un contraslogan al centenario del partido como era el de “PSOE cien años de honradez y cuarenta de vacaciones” que se hizo famoso y que fue atribuido al aquel entonces prestigioso economista y dirigente del Partido, Ramón Tamames.

Captada por su fervorosa entrega a la que entendía su causa, constituye con Enrique Curiel y Pilar Brabo, que es la que la escoge, el núcleo duro de asistencia más inmediata a un Santiago Carrillo que, muerto ya Franco, se pasea con peluca y bigote por Madrid.

No es este el momento de contar los sucesos que traen consigo el regreso “oficial” de Santiago Carrillo a España. De todo ello hay testimonios escritos que se pueden consultar fácilmente, aunque hoy día suenan casi tan lejanos como algunas de las historias mucho más antiguas que vengo a contar por aquí. Pero se puede citar al propio Carrillo, a José Mario Armero o a Teodulfo Lagunero que con mayor o menor precisión y rigor han narrado las andanzas clandestinas del político por el Madrid gobernado como podía o le dejaban Adolfo Suárez.

Belén Piniés se convierte en la asistente perfecta de Carrillo  es, como ya adivinarán, la encargada de comprar la famosa peluca, que quién sabe dónde estará ahora. El 22 de diciembre de 1976, Carrillo es detenido y su foto, con el famoso apéndice piloso, ocupa las primeras páginas de la prensa. A los ocho días, el 30 de diciembre, es puesto en libertad, luciendo ya una espléndida calvicie. El 24 de enero de 1977 se produce la “matanza de Atocha” y el 27 se entrevista con Suárez. Fruto de aquello, el PCE renuncia a reivindicar la república, a cambio de su legalización.

En octubre de 1996 con un Carrillo ya retirado, el recién instalado gobierno de Aznar, organizó con todo boato un acto solemne que tenía como finalidad devolver a Carrillo uno de los “símbolos de la Transición”. El encargado de hacer entrega de una bata, un bigote, una barba de pega y la famosa peluca, como si la ceremonia de los Oscar se tratara, era nada menos que Rodolfo Martín Villa. Carrillo dijo más tarde que esa peluca no era la suya, pero quien con más rotundidad lo confirmó fue Belén Piniés. “Esa no es la peluca que yo compré”.

Belén Piniés siguió a su jefe con una lealtad a toda prueba hasta el final. Sus compañeros, antes he citado a Curiel y Brabo, encontraron acomodo casi todos, completamente domesticados, en el PSOE y únicamente ella se mantuvo leal y fiel a su líder, rechazando cualquier oferta que sin duda tuvo para seguir en la política. Seguramente ese sea su mérito personal más importante.

En septiembre de 2012, fallece Santiago Carrillo y unos pocos meses antes el otro puntal de la vida de Belén, su madre. No ha transcurrido un mes, cuando ella deja de luchar contra la enfermedad y muere el 15 de octubre. Curiosamente, Brabo y Curiel a edades relativamente tempranas, también han fallecido.

Según escribo y luego releo, me doy cuenta cómo ha cambiado el país en estos años. Lo que pensaba era una narración de hechos recientes, en realidad es ya Historia, escrita con mayúsculas. Carrillo, junto con Suárez, el demócrata que hizo posible la Transición para unos, el responsable de las matanzas de Paracuellos para otros, suena hoy día, en el devenir diario de la política actual, muy muy lejano. Si algo de lo aquí contado puede interesar es porque muchos de nosotros lo hemos vivido, no porque sea actual.

Secretario como palabra, imagino, viene de secreto. Belén Piniés debió llevarse con ella muchos que, hoy día, quizá no importe tanto saberlos. Si ella dejó cosas escritas de sus vivencias no lo se, pero casi estoy por aseverar que fue así.

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