Sofonisba Anguissola y el renacimiento femenino

Publicado el viernes, 6 marzo 2020

Natalia Velilla Antolín – Arte Puñetero.

Sofonisba Anguissola

Cercanos a la celebración del día internacional de la mujer trabajadora, el 8 de marzo, estaba pensando en mi columna semanal, cuando decidí dedicar un artículo a alguna artista que pudiera servirme para reivindicar el papel de la mujer en el arte. El otro día leí que, ARCO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid y una de las principales ferias de arte del mundo, había visto cómo, en esta edición de 2020, la presencia de mujeres expositoras había crecido respecto de 2019 de un 25% a un 32%, si bien, según informa MAV (Asociación de Mujeres en las Artes Visuales), solo un mísero 6,4% del total de expositores, eran artistas españolas. Estos datos contrastan con las estadísticas actuales, ya que en torno a un 70% de los estudiantes de Bellas Artes en España son mujeres, si bien sólo llegan a ser docentes un 2% de ellas. El mundo del arte, por tanto, es un espacio femenino dominado por hombres quienes, parece ser, potencian a sus iguales. No todo es negativo porque, según las mismas fuentes, fuera del circuito tradicional, las nuevas ferias indie como JUST MAD o HYBRID, representan a mujeres y hombres artistas en paridad, con un 49% y un 48% respectivamente.

 

Natalia Velilla Antolín, Magistrada - Arte Puñetero

Natalia Velilla Antolín, Magistrada – Arte Puñetero

Todos estos datos no nos sorprenderán tanto si tenemos en cuenta que no fue hasta finales del siglo XIX (concretamente en 1876 en España), cuando las escuelas, academias y facultades de Bellas Artes abrieron sus puertas a las mujeres. Hasta ese momento, las artistas femeninas habían desarrollado su talento de forma oficiosa y, por ello, opaca y poco conocida. Algunas de ellas, como Sofonisba Anguissola, pintora italiana nacida en Cremona en 1535, tuvieron el privilegio de establecerse en cortes europeas, tras ser excluidas de la docencia oficial de las escuelas y academias y ajenas al mecenazgo papal. En el caso de Sofonisba, su destino fue España y la corte de Felipe II. La joven Sofonisba, que contaba entonces con 25 años, fue seleccionada por el monarca para formar parte del grupo de damas de compañía de su prometida, Isabel de Valois, tercera esposa del español y una gran amante del dibujo. La presencia de Sofonisba en la corte del rey más poderoso de Europa le permitió desarrollar su talento pictórico de la mano de uno de los grandes, Alonso Sánchez Coello.

Antes de pintar en España, Sofonisba aprendió las técnicas artísticas de la mano de pintores locales a los que su padre, Amilcare Anguissola, encomendó la instrucción en Bellas Artes para aquellas de sus hijas con talento para ello. Amilcare era un noble genovés que tuvo con su esposa, Bianca Ponzoni, seis hijas y un hijo, Asdrubale, el sexto por orden de nacimiento. Empeñado en que sus hijas recibieran la mejor educación posible –algo digno de encomio si tenemos en cuenta que hablamos de un señor del siglo XVI–, potenció las habilidades de cada una de ellas y, en el caso de Sofonisba, como en el de otras tres de sus cinco hermanas, fue la pintura. Podemos considerar que D. Amilcare fue un precursor al procurar formación pictórica a sus hijas, en una época en la que, como he expuesto, las mujeres no podían acudir a escuelas ni academias. En 1554, Sofonisba viajó a Roma, donde conoció a Miguel Ángel Buonarrotti, el cual reconoció en seguida el talento de la muchacha y estuvo instruyéndola en la pintura de manera informal. Esta etapa de adiestramiento con el genio del quinquecento se tradujo en una mejora sustancial en su técnica. No obstante, su condición de mujer le impidió estudiar anatomía además de estarle vedado dibujar desnudos del natural, puesto que se consideraba una inmoralidad que una mujer pudiera hacerlo, algo que no se prohibía a sus coetáneos varones. Por eso, Sofonisba, tuvo que contentarse con explorar la única vía en la que no tenía límites: el retrato.

El año pasado asistí con una amiga a una maravillosa exposición temporal en el Museo del Prado denominada «Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana», ambas artistas del siglo XVI que alcanzaron reconocimiento y notoriedad entre sus contemporáneos, pero cuyas figuras se fueron desdibujando a lo largo del tiempo. Había cuadros magníficos, algunos de ellos de tal calidad que me preguntaba cómo habían podido pasar desapercibidos para el gran público. Uno de ellos me llamó especialmente la atención. Se trata de «Retrato de familia», de Sofonisba Anguissola, pintado entre 1558 y 1559, que se encuentra inacabado, quizá por la marcha de Sofonisba a Madrid para servir en la corte del rey Felipe II. Se trata de un cuadro coral en el que figura, en el centro, D. Amilcare, sentado con vestimenta negra de la época, que rodea con su brazo izquierdo los hombros de un niño de unos ocho o nueve años vestido de rojo (Asdrubale, el hermano de Sofonisba). El niño apoya su mano derecha en la mano de su padre y la izquierda en la espada que tiene ceñida al cinto, mientras mira con admiración a Amilcare. Al lado del niño, a su derecha, un perrito blanco a sus pies. El padre mira al frente, buscando la mirada del espectador, con un gesto indisimulado de orgullo, mientras con su actitud protege a su hijo. Tan orgulloso está, que parece no darse cuenta de que detrás está una de sus hijas pequeñas, no se sabe si Minerva o Europa, la cual sujeta con una mano un ramito de flores contra el pecho y con la otra se levanta un poco la sobrefalda del vestido mostrando la parte inacabada de la obra. Lo que captó mi atención fue la manera en la que el padre luce orgulloso a su único hijo varón. Pese a que tenía seis hijas más, pareciera como si solo la existencia de quien iba a sucederle en sus negocios comerciales, fuera la importante. El gesto de la hermana, a su vez, es de cariño y protección hacia su padre y hermano, pero ambos la ignoran. Los dos hombres de la casa disfrutan de su camaradería, algo que, estoy convencida, quiso denunciar de alguna manera Sofonisba, una artista que pudo ser una de las grandes pintoras de la época, pero a quien su género le cerró las puertas de la historia, hasta el punto de que alguno de los cuadros que realizó en la corte de Felipe II, fueron inicialmente atribuidos a Sánchez Coello.

La igualdad legal hace mucho que ha llegado a nuestro derecho y nadie podría hoy en día privar a una mujer de asistir a una escuela o academia por el mero hecho de serlo. Pero los datos que ofrece MAV y las estadísticas de ARCO nos llevan a denunciar que la igualdad efectiva de mujeres y hombres está aún lejos de ser una realidad, tanto en el mundo del arte como en otras esferas de la vida.

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