Escarlata Gutiérrez Mayo, Fiscal – No solo acusamos.
Hace poco vi una película norteamericana que me ha hecho reflexionar sobre la imagen que se proyecta al público sobre los Fiscales. La película se llama Molly ´s Game y está basada en las memorias con el mismo nombre escritas por Molly Bloom. Imagino que muchos la habrán visto y para los que no intentaré no hacer mucho spoiler.
Esta película me ha recordado la mala imagen que tienen los ciudadanos de nuestra institución y por qué dedico parte de mi tiempo libre a comunicar. Esa mala imagen a la que hago referencia no solo es una percepción mía. Sin ánimo de exhaustividad, en la Escala de Valoración de Profesiones relacionadas con la Administración de Justicia que recoge el Barómetro de febrero de 2011 (estudio 2861 del CIS), la figura del Fiscal es la peor valorada de todas, con una media de 5,19 puntos, frente a los 5,88 puntos obtenidos por la policía judicial, 5,52 del personal administrativo o de los juzgados; 5,49 de los jueces y 5,22 de los abogados. Pero casi llama más la atención que en las preguntas relativas al grado de confianza en instituciones, nunca se incluya una pregunta sobre el Ministerio Fiscal, mientras que sí se incluye sobre el Poder Judicial o el Consejo General del Poder Judicial, pues si bien estamos integrados con autonomía funcional en el poder judicial somos una institución diferenciada de la Carrera Judicial. Parece que somos invisibles.
Siempre me he preguntado cómo puede ser que la figura que se configura legal y constitucionalmente como garante de la legalidad y de los derechos de los ciudadanos, especialmente de los más vulnerables como los menores y las personas con discapacidad, sea la peor valorada por la ciudadanía. Viendo esta película he recordado algunos de esos motivos. La imagen que se transmite a los ciudadanos de nuestra figura no se ajusta a la realidad, a lo que se une que durante mucho tiempo no hemos seguido una política de comunicación proactiva. Esta última cuestión ha ido cambiando en los últimos tiempos, pero aún tenemos mucho trabajo por delante.
En esta película, en la que aparece un abogado, un juez y dos fiscales, la figura más desagradable es la de los fiscales. Tengo que precisar que la película está basada en hechos reales (narrados por la protagonista) pero en un sistema judicial y en una figura del fiscal que poco tiene que ver con el nuestro. No pretendo poner en duda su veracidad, solo transmitir que en España las cosas son muy distintas.
Lo que se narra en la película, en lo que afecta a nuestra institución, trata de dos fiscales que imputan a la protagonista participación en una trama en la que nada tiene que ver con el fin de que proporcione información sobre el resto de investigados. Además, para forzar esta colaboración y conformidad, le decomisan su dinero y le ofrecen devolvérselo si colabora. Pero además de esto, los personajes de los fiscales son los menos atractivos, no solo físicamente, sino intelectualmente, apareciendo una escena en la que los mismos ni siquiera saben interpretar una palabra que se usa en una transcripción telefónica. Somos, y nunca mejor dicho, los malos de la película.
Comprendo perfectamente, por tanto, que cuando los ciudadanos e incluso el resto de los operadores jurídicos ven estas películas, sientan desconfianza e incluso miedo al oír hablar de una reforma que otorgue la instrucción de las causas a los fiscales. Yo tampoco quiero una instrucción llevada por fiscales como la imagen que se proyecta en esa película, y que se repite en muchas otras. Lo curioso es que lo que más asusta de esta actuación nada tiene que ver con la manida dependencia jerárquica que tanto se utiliza para desacreditarnos.
No me atrevería a poner en duda la veracidad de esa historia porque desconozco la misma más allá de lo que narra su protagonista, pero sí puedo decir que la figura del fiscal en España es completamente distinta que en EEUU. Como he repetido varias veces, los fiscales somos los garantes de la legalidad y los protectores de lo más vulnerables. No tenemos ningún cliente, ni representamos al Estado. En el ámbito penal tenemos el mismo interés en que se condene al culpable que en que se absuelva al inocente. No cobramos más por acusar, ni por lograr conformidades. Y aunque sea obvio decirlo, no forzamos conformidades de ninguna manera y mucho menos como se representa en esa película.
Es esencial dar a conocer a la sociedad la verdadera naturaleza de nuestra figura y funciones. Sin pretender convencer a nadie, pero al menos proporcionando una información veraz de todas las funciones que realizamos y de los principios a los que estamos sometidos. Y por supuesto debemos hacerlo en las redes sociales, medios de comunicación y si es posible a través de las películas y series de cine y de televisión, que tienen gran difusión entre el público.
En este sentido fue muy interesante una iniciativa relacionada con el ámbito del cine que se realizó el año pasado en el seno de la Fiscalía General del Estado, denominada “Fiscales de película”[1] Se trata de un libro en el que han participado 35 compañeros Fiscales de toda España y en la que narran el papel del Fiscal a colación de una película de cine que comentan. A todos a quienes les guste el cine o quieran saber más de nuestras funciones, les recomiendo su lectura.
Tenemos que seguir avanzando en el ámbito de la comunicación para que los ciudadanos conozcan la naturaleza de nuestra institución y funciones, para generar confianza en la misma y en el Estado de Derecho. Debemos comunicar, no solo por mejorar nuestra imagen y prestigio, sino porque, como servidores públicos que somos, los ciudadanos tienen derecho a conocer con trasparencia cómo funcionamos, en general y en particular en asuntos de especial trascendencia mediática. Quizá conociéndonos mejor finalmente descubran que no somos los malos de la película.
[1] https://www.fiscal.es/web/fiscal/-/el-libro-fiscales-de-pelicula-disponible-en-la-pagina-web
