Una venganza sin sentido – Leopoldo García-Alas y García-Argüelles

Publicado el martes, 16 junio 2020

José Manuel Pradas – La huella de la toga.

Seguimos poquito a poco y ya tengo incluso “peticiones del oyente” que intento, en la medida que puedo, satisfacer siempre y cuando consiga encontrar el personaje adecuado, como creo que es este caso en que me han pedido que escriba sobre algún asturiano.

José Manuel Pradas

José Manuel Pradas

Sin mayores preámbulos, presento a don Leopoldo García-Alas y García-Argüelles, figura que merece con creces ser traído a esta selección por su importancia como jurista -y así espero hacerlo ver- pero también por ser el hijo de Leopoldo Alas “Clarín”, escritor de La Regenta, inventor de esa ciudad provinciana y rancia que llamó Vetusta y en donde todos vieron retratados los males, carencias y excesos de Oviedo, siendo en opinión de muchos esta filiación la causa por la que fue fusilado en plena guerra civil, tras ser condenado en uno de esos Consejos de guerra sumarísimos, injustos y carentes de la más mínima garantía en los dos bandos.

Nace Leopoldo Alas Argüelles (voy a omitir esos García duplicados) en Oviedo en 1883, poco después de contraer nupcias su padre el catedrático de Derecho romano y Derecho natural el ya universal Leopoldo Alas “Clarín”con Onofre García Argüelles en el palacio de los padres de esta en el valle de Langreo y cuando “Clarín”, aun no siendo asturiano, era reconocido por todos como la más preclara inteligencia del Principado, no tanto como jurista sino sobre todo como crítico literario y articulista, cuya influencia desbordaba el Puerto de Pajares para reinar en Madrid.

De Clarín se decía que practicaba el “caciquismo literario”. Un hombre severo, acusado de no tener la más mínima benevolencia con sus alumnos y a la vez temido y respetado en los ambientes literarios de Madrid, tenido por un hombre “raro” e incomprendido por sus vecinos de Oviedo. Cuando publicó La Regenta en 1885, esos sentimientos se incrementaron hasta llegar al odio para buena parte de la sociedad burguesa de Oviedo que se sintió retratada en la Vetusta creada por Clarín.

Leopoldo García-Alas y García-Argüelles

Leopoldo García-Alas y García-Argüelles

Nuestro protagonista estudia Derecho en Oviedo con premio extraordinario y marcha a Madrid en 1904, cuando ya había fallecido su padre, para trabajar como pasante en el despacho de Melquiades Álvarez y preparar oposiciones a cátedra, colegiándose en Madrid con el número 9325 en el año 1904. Viaja a Alemania para ampliar estudios y preparar su tesis sobre Las fuentes del Derecho y el Código Civil alemán, siendo sorprendido allí por el estallido de la Primera guerra mundial. Vuelto a Madrid, colabora como articulista en diversos periódicos y especialmente en El Socialista, hasta que consigue la Cátedra de Derecho civil por la Universidad de Oviedo. Llegada la Dictadura en 1923, se opone firmemente a ella, hasta el punto de abandonar el Partido Socialista por discrepar con la colaboración que esta formación tuvo con el gobierno del General Primo de Rivera.

Se convierte en un firme propagandista de la causa republicana, hasta que en 1929 interviene en la formación del Partido Republicano Radical Socialista y, proclamado el cambio de régimen, es elegido diputado constituyente y más tarde nombrado Subsecretario del Ministerio de Justicia, donde interviene de forma muy activa en la preparación de las que luego serían leyes reguladoras del matrimonio civil y el divorcio. En cualquier caso, descontento con la línea de gobierno, renuncia a la reelección y regresa a su cátedra en Oviedo para dedicarse al rectorado de la Universidad, cargo para el que había sido elegido por sus compañeros en 1931. Se dedicó a la enseñanza, sin que en sus clases hubiera ningún atisbo de extremismo político o social y a la reconstrucción de la Universidad, destruida por la revolución de Asturias de 1934, especialmente la Biblioteca que fue arrasada, ya que según decía, “sin libros no hay Universidad”, promoviendo una campaña, incluso internacional, para recibir donativos en dinero y libros con la que reconstruirla.

Y en esto estalla la guerra civil y en el caso concreto de Oviedo, el coronel Aranda hace que triunfe el golpe, si bien durante muchos meses la ciudad estuvo totalmente cercada por los milicianos y mineros asturianos fieles al gobierno del Frente popular. Leopoldo Alas es detenido el 26 de julio de 1936, acusado de nada, pues nada eran los hechos que él mismo reconoció en el Consejo de guerra que le juzgó, salvo el haber sido militante de un partido republicano en 1931, diputado en aquellas Cortes constituyentes y ser nombrado subsecretario del Ministerio de Justicia por Álvaro de Albornoz que había sido alumno suyo en la Universidad.  Pero también afirmó que, retirado de la política y vuelto a las tareas docentes, de había dedicado exclusivamente a sus labores universitarias y que jamás había atacado a ninguna institución del Estado y entre ellas al Ejército, por entender que su deber ciudadano era “fortalecer en lugar de menguar su prestigio”.

El Consejo de guerra se celebró el 21 de enero de 1937, bajo el concepto de “plaza sitiada” como efectivamente así era y declararon en él diversas autoridades académicas y alumnos que intentaron desvirtuar la acusación. Tarea ímproba y condenada al fracaso, pues la sentencia estaba ya dictada de antemano. El 10 de febrero el ya general Aranda aprueba la sentencia de muerte “en concepto de autor, por inducción de un delito de rebelión militar”. Resultaron infructuosas las gestiones que intentaron hacerse en el Cuartel general de Franco en Salamanca -no olvidemos que estaba casado con una asturiana- y alguna otra a nivel internacional.

El 20 de febrero, en las tapias de la entonces prisión provincial de Oviedo, un pelotón de fusilamiento acababa con su vida, otra pérdida más inútil e irreparable. Los asturianos que cercaban Oviedo habían lanzado una amenaza: “si matáis a Leopoldo Alas, quemamos Oviedo”. Casualidad o no, al día siguiente iniciaron la mayor ofensiva contra la ciudad que casi llegó a tener éxito.

De alguna forma la inquina manifestada hacia Leopoldo Alas Argüelles no tenía otra justificación que el odio de ciertos sectores, especialmente eclesiales, contra su padre el autor de La Regenta, quizá la mejor novela de todo el siglo XIX en lengua española. Fusilando al hijo, se vengaban del padre, aunque éste llevase fallecido más de treinta años

De sus últimas palabras al ser fusilado existen dos versiones: Mujeres presas dicen que oyeron gritar instantes antes de la ejecución ¡Viva la República! ¡Viva la Libertad! atribuyéndole el grito al rector, aunque hubo otros cuatro fusilados más.

La otra versión ha desatado mi curiosidad por un curioso paralelismo. Sus palabras antes de ser fusilado fueron “¡Que esta sea la última sangre vertida! ¡Que sirva para aplacar los odios y las venganzas!” Un par de meses antes, la víspera de ser fusilado en Alicante, otro español ilustre, José Antonio Primo de Rivera, escribió en su testamento “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles”. No se pudo cumplir el deseo de ambos pero, en todo caso, siempre estamos a tiempo de no olvidar sus ejemplos y, por una vez y sin que sirva de precedente, procurar hacerles caso.

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