Manuel Atienza advierte del aislamiento y la incomunicación en la universidad

Publicado el lunes, 29 enero 2024
Manuel Atienza

Manuel Atienza

Los argumentos y la crítica constructiva sobre la educación superior en España armaron la lección inaugural del acto solemne de Santo Tomás de Aquino. Bajo el título La misión cultural de la universidad y el Derecho, Manuel Atienza, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante, alertó que la situación de “aislamiento y de incomunicación de nuestra cultura parece ser bastante más radical y peligrosa que la que antes había tanto dentro como fuera de la universidad”. Su reconocida condición de “pesimista activo” llevó al jurista asturiano a plantear algunas soluciones que palien este problema.

Atienza explicó que “a pesar de las apariencias, de las frecuentes invocaciones a la interdisciplinariedad que, muchísimas veces, no pasan de ser retórica vacía, de la proliferación de dobles titulaciones, de la existencia de internet y de las redes sociales, la realidad es que todos o casi todos los profesores universitarios -y también, claro está, los estudiantes- viven -vivimos- en una especie de burbuja intelectual con muy pocas relaciones con las otras burbujas”. A esta percepción añadió “la manifiesta incapacidad para darse cuenta, para tener una idea más o menos clara, de cuál es y cómo es, el todo -el líquido- en el que se ha formado cada burbuja”.

Tras el cortejo de doctores y antes de las habituales distinciones y reconocimientos a destacados miembros de la comunidad Nebrija, el autor de obras como la reciente Justicia genética y ética humanista o Apología del derecho y otros ensayos tildó de “verdaderamente grave” esta “tendencia al autismo intelectual que se ha incrementado enormemente”. Desde su condición de jurista, señaló que este “peliagudo” problema de incomunicación también impregna al mundo del Derecho: “Los mercantilistas van por un lado, los penalistas, los civilistas, los procesalistas o los iusfilósofos por otro y raramente se comunican entre sí; siguen caminos que, muchas veces, inevitablemente, se cruzan, pero es como si los recorridos tuvieran lugar a diferentes alturas (como en las rutas aéreas), de manera que se evita, podríamos decir, toda posibilidad de contacto”.

La vigente actualidad de Ortega y Gasset

Contra la resignación y “la poderosa ley de la inercia”, el catedrático de Filosofía del Derecho rescató la propuesta de Ortega y Gasset, expresada en 1930, de crear una Facultad de Cultura “que ofreciera a los estudiantes una síntesis y una sistematización del saber” y que incluyera estudios de la imagen física del mundo (Física), los temas fundamentales de la vida orgánica (Biología), el proceso histórico de la especie humana (Historia), la estructura y funcionamiento de la vida social (Sociología) y el plano del universo (Filosofía).

Atienza cree que incorporar a la universidad esta Facultad de Cultura, diferente a una actual Facultad de Humanidades, o algún otro organismo o algún plan “que pudiera cumplir esa función de síntesis y de sistematización del saber” es una buena idea, aunque debiera ir acompañada de otras medidas y actuaciones “y confiar en la buena suerte”.

El diezmo cultural

La propuesta de Atienza, expresada ante un auditorio selecto de profesores y representantes de la comunidad universitaria, fue “modesta”, aunque con una implantación “relativamente fácil”. Su otra medida complementaria -“el diezmo cultural”- toma el nombre de la décima parte de las horas de estudio o trabajo de un universitario que podría dedicar a la cultura o “a cumplir la función que Ortega llamaba de transmisión cultural”. De acuerdo con la tesis del jurista ovetense, la universidad que deseara implantar esa medida podría, por ejemplo, reservar la primera hora lectiva de los cuatro primeros días de la semana a ese menester. “La asistencia por parte de los estudiantes tendría que ser obligatoria. Y se les obligaría también a ir provistos de un `Cuaderno cultural´ (que la propia universidad podría facilitarles) y en el que tendrían que escribir, después de cada clase, que podría durar entre 45 o 50 minutos, una página (de su puño y letra) en los restantes 10 o 15 minutos comentando el tema o la cuestión tratada”, afirmó.

En esta práctica, las materias, “que integren la cultura de nuestra época” propiciaría que cada estudiante asistiera a clases sobre temas ajenos a su especialidad; por ejemplo, “que un estudiante de Derecho escuche alguna vez a alguien que le habla de física cuántica, o que un estudiante de física tenga una clase sobre poesía española contemporánea”.

Esta presentación unitaria y sistemática del saber, que evitaría la “barbarie del especialista”, podría facilitar, a su juicio, que estudiantes que cursan grados distintos puedan conocerse mejor entre ellos, que puedan mejorar oralmente y por escrito sus capacidades de expresión; en definitiva, que puedan “potenciar su imaginación y descubrir seguramente intereses que no habrían imaginado”. Además, animaría a todos “a salir de la burbuja en la que cada cual parece tener hoy su residencia. Y quizás, ¡ojalá!, contribuir a formar jóvenes que no abdiquen de su condición de ciudadanos: personas que han de ser capaces de pensar por sí mismas (pero con fundamento) y de actuar en un mundo plural y complejo en el que los problemas han de procurar resolverse mediante el mecanismo, el método que, en el fondo, está en la base de toda nuestra cultura: el diálogo racional”.

Rolf Tarrach y Charles Percy Snow

Para llegar a esta reflexión en voz alta, Manuel Atienza basó su acicate en la correspondencia que mantuvo con Rolf Tarrach, expresidente del CSIC, rector fundador de la Universidad de Luxemburgo y miembro del Consejo Rector de la Universidad Nebrija, sobre un ensayo del científico sobre la universidad española en el contexto europeo. También el discurso de Atienza se nutrió del planteamiento de “las dos culturas” de Charles Percy Snow, físico, político y novelista inglés, configurada por la cultura de los “científicos” y la de los “intelectuales literarios”. Snow dijo en una conferencia dictada en 1959 que, entre ambos grupos, “hay poca comunicación y, en vez de un sentimiento de camaradería, algo parecido a la hostilidad”. Para Atienza, ese problema de las dos culturas “no sólo no se ha resuelto, sino que, más bien, se ha incrementado en los últimos tiempos, y particularmente en una universidad como la española”. Adujo una de las razones: “la organización de la institución, la absurda compartimentalización existente entre nosotros, bastante mayor, me parece, que la que uno puede encontrar en otras universidades de países de nuestro entorno”.

Con esa base de discusión y con la “buena” disposición de la universidad en cuestión y de los estudiantes, el funcionamiento del “diezmo cultural” estaría garantizado con un amplio plantel de profesores jubilados -cifra en ascenso-, dispuestos a colaborar en esa tarea. “El coste, la carga financiera, que eso supondría para la universidad sería prácticamente insignificante. E insisto, la universidad podría contar no sólo con buenos profesores, sino también, en muchos casos, simplemente, con los mejores: los más destacados y con mayor experiencia”, arguyó.

Las grandes ideas jurídicas

Manuel Atienza, director de la Revista Doxa y del Observatorio Doxa de Argumentación Jurídica para el Mundo Latinoamericano, defendió que esta misión cultural de la Universidad atañe también al campo del Derecho. La cultura jurídica que habría que transmitir a los no juristas serían las grandes ideas jurídicas, “las nociones que tendrían que formar parte del acervo de una persona culta, porque permiten comprender mucho del mundo social y ayudan a poder desenvolverse en él”. Cuatro de estas lecciones serían sobre la norma, la interpretación, el Estado de Derecho y los derechos humanos.

Además de constatar que el Derecho parece ser algo propio de “sociedades intermedias” y no de utopías ni de distopías, el catedrático de la Universidad de Alicante destacó la interpretación “como una marca de identidad del jurista profesional” y “el medio que ha de usar el jurista -por ejemplo, el juez- para hacer justicia por medio del Derecho”.

Asumiendo que “nos movemos dentro del tipo de organización política que solemos considerar como la más avanzada: el Estado de Derecho, el gobierno de los hombres no por otros hombres, sino por las leyes”, Manuel Atienza puso el foco en los derechos humanos: “No pueden ser tantos como a veces se pretende. En definitiva, si no queremos vernos atropellados por el uso abusivo, indiscriminado, de la expresión `derechos humanos´, no queda más remedio que pararse un momento para reflexionar y articular qué son los derechos humanos”.

Centrados en los “complejos” procesos de argumentación

Para finalizar la lección de Santo Tomás de Aquino, aseguró que la filosofía del Derecho debería ocupar en la actualidad un “lugar preminente” en la organización de los estudios en una Facultad de Derecho. En su opinión, las tecnologías de la información y la inteligencia artificial modificarán la formación de un jurista del siglo XXI, que “no puede centrarse ya en el conocimiento de los contenidos de regulación de cada una de las ramas jurídicas”; sin embargo, estos profesionales “tendrán que ocuparse más bien de manejar esos materiales en relación con casos que no puedan resolver (o no aceptablemente) los algoritmos; o sea, problemas que requieran un proceso particularmente complejo de argumentación, que obliguen a recurrir a una ponderación de principios y valores, etc.”. Ahí entra en juego la filosofía del Derecho, una materia vinculada a ese tipo de capacidades.

“Los juristas de las próximas décadas van a tener que navegar por aguas desconocidas -el cambio de las normas jurídicas es incesante-, y para ello lo que puede resultarles de más utilidad tendría que ser algo así como una red conceptual que les permita apresar en ella la cambiante realidad jurídica, y una filosofía moral y política que pueda dar sentido a su actividad”, concluyó.

La “inquietud investigadora” de la Universidad Nebrija

En el acto solemne celebrado en el Campus de Madrid-Princesa también intervino el vicerrector de Investigación, Álvaro Bustinduy, que contextualizó “la inquietud investigadora” de Nebrija, una universidad “que supo anticiparse y tener una visión estratégica” además de atraer el talento para poner en marcha Grupos de Investigación “competitivos” y nuevos programas de doctorado.

Durante su exposición, Bustinduy argumentó la base “sólida” en investigación de Nebrija. La Universidad cuenta con un ecosistema donde conviven 16 grupos de Investigación, 2 centros de investigación, 6 cátedras de investigación y unos 185 investigadores en activo. Ha alcanzado un total de 560 publicaciones de investigación indexadas en las distintas bases de datos científicas en el último curso, incluyendo libros, capítulos de libros y artículos.  De ese conjunto, 324 están en la base de datos SCOPUS, una herramienta para evaluar el rendimiento de una revista científica. Nebrija ha pasado de 57 publicaciones en SCOPUS en el año 2015 a 324 en 2023.

Asimismo, la Universidad Nebrija impulsa 42 proyectos de investigación vigentes por un total de 2,6 millones de euros, de los que 14 son de convocatorias del Plan Nacional, 11 de convocatorias del Plan Regional, 7 de convocatorias europeas, y el resto, contratos universidad-empresa. “Hemos pasado de tener solo 1 proyecto del Plan Nacional en 2015 a tener 14 en 2023”, destacó Bustinduy.

Crecer sin perder la identidad

Nebrija cuenta con 9 programas de doctorado en distintas áreas de conocimiento, de los que 3 son programas de doctorado interuniversitarios. “Conviene resaltar que cada facultad tiene al menos un programa de doctorado y que Nebrija es la única universidad privada en España que coordina un doctorado con universidades públicas. Además, hemos pasado de tener solo 1 programa de doctorado en 2015 a tener 9 programas de doctorado en la actualidad”, concretó.

El vicerrector apostó por cuidar lo que se ha conseguido y seguir creciendo sin perder la identidad y la tradición de la Universidad ni el equilibrio entre la investigación aplicada y básica. La captación y retención del talento a través de una carrera profesional investigadora, las alianzas estratégicas con otras instituciones, la internacionalidad de doctorados y los proyectos de investigación, el desarrollo de nuevas áreas de investigación vinculadas sobre todo a la medicina, y la instauración de vicedecanos de investigación fueron otras de las prioridades de Nebrija apuntadas por Álvaro Bustinduy, que alabó el trabajo de la comunidad universitaria para conseguir logros en investigación: “Tendría que nombrar a todas las personas, pero no es posible, por eso prefiero solo nombrar a una, Manuel Villa-Cellino que ha sido el impulsor de todo esto”.

Una estrategia “bien definida”

Como cierre de la ceremonia, el rector, José Muñiz, consideró que Nebrija “está asentada en una buena base, con objetivos claros, con una estrategia bien definida y con un equipo humano motivado y cohesionado”.

Sin perder de vista las líneas del Plan General 2022-2028 de Nebrija -docencia, investigación, personas (“el centro de todo”), empleabilidad, internacionalización, transformación tecnológica, relaciones institucionales y comunicación-, Muñiz disertó sobre el ecosistema universitario del futuro.

Aunque la defensa de una sociedad abierta y democrática, la independencia, la universalidad, el compromiso con la razón y la verdad, y el “atreverse a saber” configuran, en su opinión, el ADN universitario, hay que afrontar los retos de una Universidad 4.0 caracterizada por “nuevas tecnologías disruptivas” como la computación cuántica, la inteligencia artificial, el internet de las cosas (5G), la robótica, la realidad virtual, el metaverso, la biotecnología, la nanotecnología y el blockchain. El rector de la Universidad Nebrija, defensor a ultranza del aprendizaje continuo, se refirió al humanismo digital como una garantía para afrontar la evolución de la relación entre el silicio (las máquinas) y el carbono (los seres humanos).

Las tres inteligencias

José Muñiz, que criticó la LOSU, la nueva ley universitaria, por “su gobernanza anticuada, la elección de cargos inapropiada, su rigidez contractual, su falta de equidad público-privado y su alejamiento de Europa”, puso el acento en los tres recursos que integran las organizaciones que aprenden: inteligencia individual, inteligencia colectiva e inteligencia aumentada, conformada por la colectiva y las tecnologías. “¿Cómo hacer que la inteligencia colectiva supere la suma de las individuales? A través de la armonía, la convergencia y el liderazgo”, planteó.

Acto seguido, el rector; el presidente del Consejo Rector de la Universidad Nebrija y de la Fundación Antonio de Nebrija, Manuel Villa-Cellino; la secretaria general, Sara Izquierdo, y el resto de autoridades escucharon el Gaudeamus igitur antes de disolverse en los habituales corrillos donde se cuece el día a día de la Universidad Nebrija.

En el acervo de la comunidad universitaria queda el legado de los profesores recientemente fallecidos: Manuel Jiménez-Díaz (Facultad de Comunicación y Artes), Jesús Martín Ramírez (Cátedra Nebrija-Santander en Gestión de Riesgos y Conflictos), Julio Manuel Esteban Martín (Facultad de Lenguas y Educación), Juan José Roca Escalante (Instituto Nebrija de Competencias Profesionales) y Antonio Muñoz Sánchez (Escuela Politécnica Superior e Instituto Nebrija de Competencias Profesionales). Los cinco fueron recordados en un vídeo in memoriam.

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