publicado 17 de OCTUBRE de 2012

Días atrás en una conversación con mi viejo maestro, a raíz de un sucedido que habíamos conocido, reflexionamos sobre la actual situación de los negocios y de las personas que en ellos participan. Palabras como lealtad, sinceridad y compromiso han quedado devaluadas.
Situaciones en las que los clientes toman decisiones respecto a sus proveedores, decisiones que no hubieran sido de su agrado en el caso de ser el sujeto pasivo de la misma. Cuando somos el cliente, pensamos en: ¿Como actuamos cuando damos por finalizada una relación profesional?, ¿Somos sinceros?, ¿Analizamos nuestra responsabilidad a la hora de evaluar el éxito o el fracaso de los objetivos del contrato? La empatía es un rasgo de personalidad en franca decadencia.
También recordamos cuantas veces nos ocurre que observamos como nuestro antiguo cliente tiene una actitud diferente con su nuevo asesor, mensajes, circunstancias e impedimentos habitualmente comentados se convierten en obstáculos fácilmente superables en la nueva etapa. “Injusticias de la vida, los negocios son así…”
En este sentido todos somos conscientes de la débil línea existente entre el éxito y el fracaso y la trascendental importancia de la actitud e implicación del cliente en los diferentes proyectos, la cual resulta decisiva para alcanzar el mencionado éxito. Obviamente de los errores se aprende pero porque no dar oportunidad a nuestro proveedor habitual de rebatir estos errores cometidos, en su mayoría asumidos por ambas partes y poder desde la claridad replantear la estrategia general.
Un último aspecto que comentamos es que poco se valora el trabajo realizado, cuando llega el nuevo profesional. Vivimos al día, el presente inmediato, partimos de cero, la historia no cuenta. Por supuesto la motivación de iniciar un proyecto nuevo nos ilusiona pero eso no significa devaluar el pasado.
Esperamos no haber aburrido con estas reflexiones de tertulia de amigos.