La delincuencia sexual ha resultado ser durante muchos años un fenómeno tabú o
tolerable en algunos contextos y lo sigue siendo todavía en ciertas culturas y
entornos sociales. Se trata de una forma de criminalidad que aterra a los
ciudadanos, al margen de la prevalencia real de la misma, y provoca graves
consecuencias, difícilmente reversibles en algunas ocasiones, en las víctimas.
Por otra parte, este paradigma de la delincuencia violenta suscita también una
elevada polémica en torno a los sujetos activos que cometen dichos actos así
como también, una serie de mitos que poco o nada se ajustan con la realidad de
este tipo de criminalidad. Si consultásemos a la ciudadanía ciertas cuestiones
relativas al fenómeno de la delincuencia sexual, nos encontraríamos con
respuestas bastante homogéneas pero que distan mucho de la realidad empírica del
fenómeno. La no reinserción de este tipo de delincuentes, el padecimiento de
enfermedades mentales, la reincidencia de estos o la elevada tasa criminógena de
este tipo de ilícitos, se configurarían como creencias extendidas entre la
población.
Pues bien, hay que remarcar que, a pesar de tratarse de un grupo criminógeno muy
heterogéneo, los delincuentes sexuales no son, en su mayoría, enfermos mentales,
que representan un porcentaje del total de la delincuencia muy bajo, que suelen
ser conocidos por sus víctimas, que no reinciden más que los delincuentes
comunes y que los programas de tratamiento a los que son sometidos resultan
efectivos.
Centrándonos en el tema de la reincidencia interesa destacar que mientras que
los delincuentes sexuales presentan una tasa del 20 %, la del resto de
delincuentes asciende hasta el 50 %. Por lo que respecta al porcentaje que
representan dentro del cómputo global de la delincuencia, cabe remarcar que, a
pesar de la alarma social que genera este tipo de ilícitos, tan sólo suponen el
1 % de la delincuencia registrada. Ahora bien, aunque nos hallemos ante un
porcentaje delictivo muy bajo, algunos autores afirman que detrás del mismo se
esconde una amplia cifra negra que, de llegar a conocerse, probablemente
duplicaría la tasa actual.
Mayoritariamente se considera que este tipo de ilícitos recaen sobre víctimas
desconocidas pero hay que remarcar que, el 80 % de las agresiones sexuales son
cometidas por conocidos, amigos o familiares de las víctimas por el contrario de
lo que se acostumbra a presuponer.
La cuestión más controvertida en el ámbito delincuencial de la criminalidad
sexual sería la relativa a la rehabilitación y posterior reinserción de los
penados. Si le preguntásemos a cualquier ciudadano si considera que los
delincuentes sexuales pueden rehabilitarse, la mayoría de ellos respondería de
modo negativo, tal y como han demostrado algunos estudios pero, nuevamente,
habría que cuestionarse el grado de veracidad de esa respuesta. Para ello,
cabría plantearse la eficacia de los programas de tratamiento que son de
aplicación en nuestro país en la actualidad.
La trayectoria española en el ámbito del tratamiento de la criminalidad sexual
es muy corta pero a pesar de ello, ya se han podido observar resultados
positivos. Los primeros tratamientos fueron implementados en Estados Unidos y
Canadá durante los años setenta y no fue hasta los 90, concretamente en 1996,
cuando se instauró el primer programa de tratamiento en España. El mismo fue
denominado Programa de Control de la Agresión Sexual, siendo conocido
coloquialmente como CAS, y se aplicó por primera vez en las prisiones de Brians
y Quatre Camins de Barcelona. En la actualidad se sigue empleando y se ha
extendido por el territorio nacional, resultando el principal programa de
tratamiento de las penitenciarías españolas.
El sometimiento al tratamiento tiene que ser voluntario y hasta el momento, ha
ofrecido resultados satisfactorios. Centrándonos en un estudio realizado en
Brians, centro en el cual se implantó por primera vez el programa CAS, los
resultados no dejan lugar a dudas. El grupo de tratamiento estaba formado por 49
sujetos los cuales fueron sometidos a un seguimiento durante 4 años, habiendo
reincido un total de 3, esto es, el 6,1 % mientras que, aquellos individuos no
sometidos a tratamiento los cuales conformaban un grupo de control compuesto por
74 penados, presentaron una reincidencia del 31,8 %, es decir, 23 de ellos
reincidieron.
A pesar de lo expuesto, no debe obviarse que algunos sujetos presentan
características que dificultan o imposibilitan la consecución de resultados
positivos como sería la psicopatía o ciertos factores de riesgo estáticos, los
cuales no tienen un pronóstico positivo de cambio, a diferencia de lo que sucede
con los dinámicos. Incluso algunos autores, han señalado que hay correlatos que
favorecen el tratamiento como sería la voluntad de cambio, la condena de sus
acciones delictivas, la ausencia de problemas neurológicos o de violencia en la
comisión de sus ilícitos, entre otros.
Para concluir cabe destacar que, a pesar del tratamiento y tal como se ha
indicado previamente, habrá sujetos que volverán a reincidir debido,
especialmente, a los factores de riesgo estáticos que poseen, entre los que
juega un papel crucial la dilatada carrera delictiva de los mismos así como, la
temprana edad de comienzo de la misma
De lo anterior puede concluirse que, a pesar de que los tratamientos que son de
aplicación en la actualidad están ofreciendo resultados satisfactorios, todavía
queda un largo camino por recorrer en este ámbito. |