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29 de JUNIO de 2015

La Abogacía: claridad en medio de tanta confusión

LAWYERPRESS

Por Helena Arronis. Premio Scevola 2014 a la investigación jurídica para Jóvenes Abogados

 

"Pero con una cosa me contento; que aunque pueda quitarme la esperanza, no me puede quitar el pensamiento". - Lope de Vega

Helena Arronis. Premio Scevola 2014 a la investigación jurídica para Jóvenes AbogadosEn todas las etapas de la historia podemos encontrar referentes que se sitúan a la cabeza de la sociedad para asumir el liderazgo en la lucha por el cambio. En la España franquista y en la transición, la Abogacía quiso asumir una función social y participar en la modernización jurídica del Estado. Por fortuna, España logró consolidarse como Estado social y democrático de Derecho (artículo 1.1 de la Constitución Española) y, sin duda, la Abogacía española contribuyó en la configuración del mismo sobre los valores superiores de libertad, justicia, igualdad y pluralismo político.

Desde entonces, hemos trabajado para que esos valores fuesen una realidad en la vida de los españoles, alcanzando un nivel de bienestar más o menos razonable. Sin embargo, en 2008, la crisis mundial sorprende también a España. Entonces, aquellos derechos y libertades, cuyo reconocimiento se daba por descontado, comienzan a peligrar. La precariedad llama a la puerta de gran parte de la ciudadanía. Palabras como « rescate », « prima de riesgo », « deuda pública », « paro », « reforma laboral », « derecho de manifestación », « amnistía fiscal », « corrupción », « preferentes », « cláusulas suelo », « desahucio », « imputado », « ERE », « independencia de los poderes públicos », « transparencia », o, « regeneración », empiezan a repetirse en las conversaciones cotidianas de los españoles. El debate se abre, las redes sociales irrumpen y, junto a ello, la confusión aumenta. He aquí la necesidad de voces autorizadas que doten de rigor los debates y sacien a una sociedad civil viva que quiere saber y construir alternativas.

Los ciudadanos, gracias a su mayor implicación en los asuntos de interés general, reclaman estar informados y conocer la realidad con transparencia. Por ello, la Abogacía tiene ahora la oportunidad de recuperar su tradicional posición como actor influyente en los asuntos de Estado y su peso frente a los poderes públicos.

A través de los Colegios de Abogados, del Consejo General de la Abogacía Española y del resto de instituciones y asociaciones tenemos que intensificar nuestra labor social y presencia institucional, no limitándonos a cuestiones puntuales o estrictamente relacionadas con el ejercicio de la profesión. Lo cierto es que tanto los Estatutos de los Colegios de Abogados, como el Estatuto General de la Abogacía Española[1] atribuyen expresamente a estas Instituciones como fines esenciales la defensa del Estado social y democrático de derecho.

El trabajo de la Decana del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, Sonia Gumpert y del Presidente del Consejo General de la Abogacía, Carlos Carnicer muestra la importancia que le han dado a la función social de la abogacía: la defensa de la Justicia Gratuita y el Turno de Oficio, la campaña contra las Tasas judiciales, la defensa de los Derechos de la mujer,  la promoción de la transparencia de las instituciones, las críticas a la reforma del Código Penal, la denuncia ante la de falta de humanidad a la hora de abordar la inmigración, o la promoción de los derechos humanos en las empresas son sólo algunos ejemplos. Además, ambos aprovechan las ventajas que ofrecen las redes sociales y que pueden utilizarse como un instrumento para llegar más fácilmente a los ciudadanos.

Sin embargo, en este contexto de crisis y cambio, tenemos que ir más allá, como ya viene reclamando un sector de la Abogacía, y asumir un reto: aspirar a convertirnos en un referente para la sociedad civil por ser voces autorizadas para abordar las cuestiones de interés general. La Abogacía debe asumir el reto de identificar las carencias del Estado de Derecho; de informar, con la suficiente difusión mediática, sobre las carencias identificadas; de analizar estas carencias desde un punto de vista jurídico; de formular recomendaciones y proponer alternativas; y, de fomentar y abrir debates sobre asuntos de interés general.

En efecto, los últimos acontecimientos demuestran que la sociedad civil quiere saber y construir alternativas. Pero es necesario un debate de calidad y los abogados debemos desarrollar una cierta labor pedagógica que ayude en medio de tanta confusión.

Ojalá, un día, los ciudadanos sean capaces de identificar y conocer el nombre del Decano o Decana de su Colegio de Abogados más cercano, o del Presidente o Presidenta del Consejo General de la Abogacía, porque a través de las redes sociales y de la prensa en general conozcan su labor y sus explicaciones sobre los asuntos de interés general. En definitiva, porque los tengan, porque nos tengan a la Abogacía, por voces autorizadas para comprender mejor los asuntos de interés público.

En fin, sería conveniente continuar el debate y repensar la misión de la Abogacía en la sociedad actual. Se trata de contribuir a que el ciudadano sea protagonista del desarrollo de su Estado. También de formular estrategias innovadoras para acercarnos a una forma de vida más sostenible. Todo ello teniendo presente que la eficacia y repercusión de nuestra labor social requiere de una actitud proactiva, continuada, transparente, cercana y clara con la sociedad civil.

Pues, no hay que olvidar que el compromiso social mostrado por los profesionales del Derecho en otra época contribuyó al reconocimiento social y legal de nuestros derechos civiles y políticos. Por qué no intensificar ahora este compromiso y acompañar a los españoles en la nueva etapa de cambio que ha comenzado en nuestro país.


[1] Fundamentalmente, en los artículos 3.1 y 4 (reproducidos en los Estatutos de los Colegios de Abogados) y artículo 68 del Real Decreto 658/2001, de 22 de junio, por el que se aprueba el Estatuto General de la Abogacía Española.

 

 

 

 

 
 
 

 

 
 
 
 
 
 
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