“El que no quiera vivir entre los justos que viva en el desierto”.
Séneca. Muchos de nosotros no estudiamos cinco años de derecho para terminar
consintiendo que en el ejercicio profesional, los Derechos Fundamentales,
recogidos y protegidos en la Constitución, fueran pisoteados por leyes
positivas que vacían su contenido.
La abogacía no ha estudiado la carrera de derecho para resignarse a aceptar, que
vivimos en un mundo injusto, en el que el poder económico, político y social,
a través de las leyes que son la columna vertebral de la democracia, se
entrometan en el sistema para hacer caer la balanza a su favor. Los abogados
no queremos ser, ni seguir siendo, títeres de un sistema en el que los más
desfavorecidos son maltratados por unas leyes que en algunos casos no
representan la realidad social y olvidan la razón de ser de todo el Estado de
Derecho, la creación de un “sistema justo”, desde el respeto a los
Derechos Fundamentales.
Estas injusticias limitan el crecimiento de toda la sociedad. Nunca se hubiera
padecido en España una crisis económica, política y social, de tal envergadura
como la actual, si nuestras instituciones hubieran funcionado como una
balanza que va limando los abusos del poder. Desde la corrupción a las
cláusulas suelos, injustas por su opacidad y culpables del drama de los
desahucios. En un país serio, con un Constitucional eficiente y eficaz,
éste problema no hubiera visto la luz, se vulneró el derecho de los ciudadanos a
un proceso con todas las garantías. Tuvo que ser nuestra judicatura y Europa
quien obligase a España a reformar su Ley Hipotecaria.
La abogacía necesita y exige una justicia independiente, y blindada del poder,
que no esté controlada por un Consejo del Poder Judicial escogido a dedo por los
políticos. La corrupción nunca será zanjada sin un poder punitivo que no tenga
injerencias y que controle sin limitaciones al corrupto. Exigimos una
Fiscalía que no tenga que soportar el yugo político en sus espaldas, una
Policía Judicial que no dependiera del Ministro del Interior y si del Juez
Instructor, con libertad para investigar todos los delitos entre ellos el de
la corrupción, cáncer de toda la democracia, y que nos hace a todos desiguales
ante la ley. Si hubiéramos tenido éste tipo de controles y equilibrios propios
de un Estado de Derecho de calidad, nunca hubiera florecido un país en “dónde
la mentira no se culpa y la verdad no se premia”.
Pero esta realidad, hace tiempo que se tambalea por la nueva abogacía. Una
abogacía joven que quiere ser motor de cambio de un sistema legal que demanda y
exige reformas, que quiere que la ley sea aplicada igual para todos; que
denuncia que los procesos penales tarden hasta 10 años para tener una sentencia
firme; que denuncia la escasez del número de jueces y la merma de la
independencia judicial. Una abogacía, que cree y ama su profesión, como la más
gratificante de entre las profesiones, aquella que defiende la “Libertad”.
Una profesión que hoy con nuestras leyes se ejerce de manera imperfecta. Que
no prima nuestra audacia legal, ni nuestra destreza jurídica, sino que
tristemente lo que triunfa es el amiguismo al poder que hará favorecer la
balanza a su favor.
La abogacía joven hace meses decidió cambiar de rumbo y no seguir siendo un
títere de un sistema dónde las leyes nos impiden defender con plenitud los
derechos del justiciable. Porque nosotros creemos en los Derechos Fundamentales,
creemos en la igualdad ante la ley que propugna el artículo 14 de la
Constitución y no entendemos aquellos privilegios de hecho y de derecho, que en
algunos casos otorga la Ley. Denunciamos la presunción de veracidad de la
administración, cuándo ésta tendría que estar limitada, controlada y tutelada
con mayor magnitud por el poder de su propia influencia. Los jóvenes creemos en
la debida aplicación del artículo 17 de la Constitución, la Libertad, la
dignidad y el honor de las personas. Denunciamos lo sencillo que termina siendo
privar a un ciudadano de su libertad, inclusive un fin de semana aun cuando
estamos ante una denuncia falsa, y la falta de control real que hay más tarde
por parte del sistema ante tal arbitraria privación.
Hoy día 30 de octubre, día mundial del abogado joven, nos reunimos en Madrid los
más jóvenes representantes de nuestros colegios, porque creemos que unidos somos
más fuertes, porque queremos ser motor de nuestra democracia desde la sociedad
civil, y porque creemos y queremos, reivindicándonos así, construir entre todos
una sociedad más igualitaria, más libre y más justa, cómo obligación moral en el
ejercicio de nuestra profesión. Cómo sostenía Sócrates, “Cada uno de nosotros
sólo será justo en la medida en que haga lo que le corresponde”. |