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30 de OCTUBRE de 2015

Fiscales y  reforma de la Lecrim: misión imposible

LAWYERPRESS

Por Susana Gisbert, Fiscal 

 

Susana Gisbert, Fiscal  Cuando me han propuesto escribir sobre la limitación del plazo de la instrucción y las consecuencias en el trabajo de los fiscales, mi reacción ha sido casi bipolar. Por un lado, me quemaban los dedos de ganas de ponerme al teclado. Por otro, me entraban unas ganas de llorar que a poco me dejan sin poder escribir una letra y con todo lo que hay que decir ardiendo entre mis dedos. Pero, como las cosas hay que decirlas, decido sobreponerme al modo plañidera y trataré de exponer con objetividad la que se nos viene encima. Con la ventaja de que no hace falta cargar las tintas ni un ápice para dar cuenta de la barbaridad de que se trata. Así que solo era cuestión de ponerme a ello. Y ahí voy.

Los fiscales, y tras de nosotros los jueces y muchos otros colectivos, nos hemos movido mucho para intentar frenar esta hecatombe. No hemos tenido éxito, pero yo no acabo de perder la esperanza. Y ya anticipo que conseguir que más dos fiscales poniéndose de acuerdo es como poner una pica en Flandes, así que cómo no será el estropicio cuando no sólo se ponen de acuerdo las tres asociaciones existentes sino que firman la petición, de modo personal, la mitad de la carrera fiscal. Algo sin precedentes.

Y es que el trabajo que nos espera es verdaderamente inasumible. Y no se trata, como podría entender alguien, de que nos quejemos porque no queramos trabajar más. En absoluto. Más bien se trata de lo contrario, de que queremos trabajar bien y así no nos dejan. Y el perjuicio no es tanto para nuestro tiempo como para el servicio que le debemos al ciudadano.

La revisión de todas las causas que están pendientes supone un trabajo que ninguna Fiscalía de España está en condiciones de asumir. Se pretende que, además de realizar nuestro trabajo diario con normalidad, tomemos en nuestras manos todos los expedientes que hay en los juzgados al que cada uno esté adscrito y los revisemos uno por uno para controlar que esa bomba de relojería en que se convierte cada asunto no nos explote entre las manos. Ahí es nada. Porque obsérvese que he hablado de Juzgados en plural, ya que la mayoría de nosotros despachamos los asuntos de más de un juzgado, que no en vano somos en número menos de la mitad que jueces.

Pero quizá habría que empezar las cosas por el principio, y explicar a quien no lo sepa que los fiscales no somos esos protagonistas de las películas que llevan un único asunto. Ni siquiera llevamos un único juzgado ni nuestro puesto de trabajo está en él como ocurre con los jueces, los Letrados de la Administración de Justicia o los funcionarios. Nosotros tenemos nuestra sede en la respectiva fiscalía, en muchos casos a muchos kilómetros del juzgado que despachamos, y además compatibilizamos el despacho de papel de los juzgados que cada uno tiene asignados con la realización de juicios en la Audiencia o en los Juzgados de lo Penal, además de los del propio juzgado y del servicio de guardia, que en muchos casos dura una semana completita. Así las cosas, es difícil imaginar un aluvión de trabajo extra para poner al día, en el incomprensible plazo de dos meses, todos los asuntos de uno o varios juzgados.

Tal vez alguien esté pensando en que basta con abrir el ordenador y mirar cómo están esas causas. Craso error. La informatización no ha conllevado otra cosa que un plus de registro, y en la mayoría de las fiscalías es imposible acceder a las resoluciones del juzgado a no ser que físicamente se vaya al mismo y se busque. Y, aunque algunos piensen otra cosa, gran cantidad de esos asuntos jamás pasaron por las manos de fiscal alguno -porque así lo establece la ley, ya que quien instruye es el juez-, lo cual implica que está supuesta revisión no puede hacerse de otro modo que cogiendo cada uno de los expedientes y leyéndoselos uno a uno. Muchos de ellos, con varios tomos, por cierto. Y sin que mientras se paralicen las causas que van entrando. Imposible aunque se ponga la mejor voluntad. Y así lo hemos advertido por activa, por pasiva y por perifrástica. Sin que se nos haya hecho caso.

Ya he dicho que, pese a la casi unanimidad de las carreras judicial y fiscal se ha ignorado nuestra petición de demora de la entrada en vigor. Así que no nos queda otra que seguir insistiendo en ello pero prepararnos para la que parece que se nos viene encima. Por eso, y ante la imprevisión de medios -la propia ley establece que no supondrá dotación alguna-, los fiscales nos hemos dirigido a la Fiscal General del Estado para algo tan simple y tan complejo a un tiempo como es que nos informen de la carga de trabajo que se calcula, de los módulos o estándares, del número de funcionarios que se precisan, de la adaptación del sistema informático y posibles herramientas para el control de plazos, el número de fiscales sustitutos y funcionarios que se van a solicitar -de hacerlo-, del calendario para ello y de la permeabilidad del Ministerio y las Comunidades a tales efectos. Así se ha hecho mediante dicha carta por dos de las asociaciones -UPF y APIF- y en parecidos términos se hizo por la AF en el Congreso celebrado estos días. Porque, aunque parezca increíble, nadie hasta el momento nos ha proporcionado la más mínima explicación de cómo obrar el milagro, ni mucho menos los medios para ello. Muy al contrario, lo que nos han pedido es que vayamos recabando por nuestra cuenta la información de los Juzgados. Como si no tuviéramos bastante, ni nosotros ni aquéllos a quienes hay que pedírselo.

En definitiva, el horizonte se avecina con densos nubarrones. Y de “La que se avecina” pasaremos, si nadie lo remedia, al “Aquí no hay quien viva” sin solución de continuidad. Y lo malo no es eso. Lo verdaderamente terrible es que será el ciudadano quien acabará pagando los platos rotos.

 

 

 

 
 
 

 

 

 
 
 
 
 
 
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