Han pasado ya
diez años desde que un grupo de personas decidieron asociarse para apostar por
la mediación y juntos crear la
Asociación Madrileña de Mediadores (AMM), con la intención de promover,
realizar y difundir los beneficios de la mediación.
Pero si desde
sus inicios hay algo que ha distinguido a los miembros de la AMM, institución de
referencia dentro del ámbito en el que nos movemos, ha sido promocionar y
dignificar la labor de los mediadores. Buena prueba de ello es la celebración de
dicha efeméride con un taller dirigido exclusivamente a mejorar la labor
desarrollada por los mediadores. Y nada menos que de la mano de Daniel Bustelo,
Abogado, mediador y Presidente de
AIEEF., que en palabras de algunos de los asistentes, “Es uno de los
mediadores de los que hay que aprender si quieres ser un buen profesional”.
El tema
elegido para la ocasión fue “El registro personal del mediador”, técnica a la
que apenas se le da importancia y pasa de puntillas en todas las formaciones
(en el caso de que llegue a valorarse), si bien se empieza a recoger, aunque sea
de refilón, como
algo a tener en cuenta (in fine) y que puede mejorar nuestra labor.
Dicen que nada
queda más grabado en nuestra emoción que una experiencia, por ello, la primera
parte del taller empezó con una experiencia de senso aprendizaje de las muchas
que tiene diseñadas AIEEF para ser conscientes de que:
- todos
ponemos etiquetas,
- todos
tenemos prejuicios,
- todos
presuponemos.
Y cuando se
dice todos, también se incluye a los mediadores, por más que se defina el
proceso de mediación como imparcial y neutral.
Permítame un
inciso y hagamos un juego, juntemos a varios mediadores de distintas
experiencias, y especializaciones en diferentes ramas en una sala y
realicémosles la siguiente pregunta “¿Para que nos sentamos en la silla del
mediador?” En nuestro caso, las respuestas que se dijeron fueron las que vienen
a continuación:
- para
escuchar
- para
facilitar el diálogo
- para
desarrollar la comunicación
- para
generar confianza
- para
facilitar el entendimiento
- para
equilibrar el poder, o las posiciones
- para
apoyar a la comunicación
- para ser
agente de la realidad
- para
traducir las emociones o las situaciones
- para
despersonalizar el conflicto...
Tanto si da
por válidas las mencionadas, como si se les ocurre alguna nueva, si quieren
saber la respuesta verdadera, la encontraran al final de este resumen.
Volviendo al
registro personal, si somos capaces de identificar rápidamente que nos pasa
cuando tenemos un conflicto en frente de nosotros, o ante un mediado concreto,
(a veces lo que nos cuentan se parece mucho a algo que nos haya pasado
previamente, o atenta contra nuestros principios morales) nos va a permitir
poder legitimarle para mantener la equidistancia emocional y no quebrar los
principios informadores de este proceso.
Y en caso de
no poder hacerlo, nos va a permitir establecer un límite a esa mediación. Pero
además es importante destacar un par de ventajas adicionales, por un lado nos
ayuda a rebajar la ansiedad que nos puede producir intentar ser imparciales y a
la vez, nos ayuda a realizar estrategias para no contaminar dicho procedimiento
con nuestro sentir, o experiencias.
Porque no nos
engañemos, es imposible no sentir, nuestras experiencias vitales, nuestras
presunciones, nuestras etiquetas y nuestros prejuicios hacen que se modifique
nuestra capacidad de escucha, dejamos de escuchar porque ya sabemos lo que nos
quieren decir, y los mediadores como tales, somos conscientes de que si no se
escucha, se puede hacer daño. Aun sin tener una formación específica, los
mediados “leen” el lenguaje no verbal y reaccionan frente a él, pudiendo poner
en cuestión aspectos tan básicos como la confianza en el proceso.
Y es que el
registro personal del mediador va muy ligado a la escucha y a la palabra del
mediador, por eso tenemos que procurar utilizar ambas herramientas de forma
adecuada.
El taller
finalizó con una práctica de role play, donde diferentes mediadores probaron la
experiencia de ser conscientes de ver cómo salían a relucir sus emociones, y
como afrontar esa situación sin menoscabar el procedimiento de mediación.
Durante la
práctica se ensayó la fórmula “escuchar, reformular, escribir y preguntar” con
excelentes resultados.
Desde esta
tribuna solo puedo dar las gracias a AMM y a Daniel Bustelo por el regalo de
asistir a tan valioso taller.
Ahora, ya
puedo dar la resolución al juego: como mediadores presuponemos que si los
mediados consiguen dialogar van a solucionar su problema, pero ¿a que vienen los
mediados a mediación? Ninguno viene a mejorar su comunicación, a escuchar al
otro, a que le traduzcan las emociones de la otra persona, vienen a que el
problema que tienen obtenga una solución, de ahí que sea importante ese registro
personal para permanecer “limpios” y poner a disposición de los mediados todo
nuestro saber. |