El
camino que ha seguido la mediación en nuestro país es un relato que difícilmente
puedo hacer desde fuera, me siento parte del relato, por lo que pido disculpas
si mi percepción no recoge todo el panorama de la mediación. La historia de la
mediación es la historia de Atyme, mi historia.
Para relatar este camino voy a partir de un aspecto fundamental de la
mediación: conseguir la autodeterminación, la libertad de las personas de
decidir, de elegir, de opinar, de participar en todo aquello que afecte a la
propia vida personal y de relación. La participación de las personas es la
esencia de la mediación y para que las personas participen, primero tiene que
conocerse su existencia.
Hace más de 25 años la mediación era la gran desconocida y el contexto social,
marcado por la desigualdad, apenas dejaba ver una democracia recién estrenada,
hombres y mujeres tenían roles diferenciados y la fórmula usual para resolver
los problemas era el enfrentamiento directo o el juzgado, lo que hacía difícil
el encaje de una fórmula como la mediación.
En
ese escenario me movía intentando convencer sobre una manera de trabajar
diferente al tradicional enfrentamiento de ganar-perder, resultando muy difícil
porque la propuesta era considerada una utopía. Ni instituciones, ni
administraciones, ni colegios profesionales, ni universidades se sintieron
atraídos por este nuevo enfoque y por tanto, la población no tenía acceso a este
conocimiento.
Como el convencimiento era difícil pensé que lo que podía hacer era demostrarlo
y emprendí una serie de investigaciones que duraron varios años, mostrando la
actuación de dos profesiones, abogados y psicólogos trabajando para resolver los
desacuerdos de parejas que cesaban su relación, utilizando el contexto legal. La
conclusión fue que los profesionales, siguiendo el esquema de demostrar quién
tenía razón y evaluar quién era mejor padre, brindaban poca ayuda a las personas
para salir de sus desacuerdos, lo que me llevó a proponer cambiar la aplicación
de la ley como ejercicio coercitivo por negociaciones pacíficas que permitieran
un ajuste entre las necesidades individuales y el respeto a la norma ayudando a
que las normas puedan ser respetadas y que ese respeto se mantenga con el paso
del tiempo porque los individuos han decidido responsabilizarse de su
cumplimiento. Aquí quedó patente las ventajas de la mediación en cuanto a
conseguir acuerdos y en mantenerlos con el paso del tiempo, comprendiendo en
lugar de evaluar y promoviendo la participación de los interesados, Modelo de
Competencia (Bernal, 1990).
A partir de aquí, mi esfuerzo se dirigió a enviar un mensaje a la población con
el objetivo de cambiar el paradigma en el que nos basábamos para abordar los
conflictos, abriendo las puertas a la mediación. Y el mensaje fue escuchado por
Juan Carlos Mato, Director General del Ministerio de Sanidad Servicios Sociales
e Igualdad, aprobando el primer programa de mediación de ámbito estatal para
aquellas parejas que iban a dejar la convivencia, primera temática que se sirvió
de la mediación y la única que la usó durante varios años.
De 1990 a 1995, divulgamos la mediación, pero el componente emocional del
conflicto y la manera tradicional de ir a la justicia en busca de solución,
contribuyeron a mantener la confusión sobre su significado, mezclando terapia
con mediación o igualándola con la negociación. Ante esta situación, en 1995,
desde el Centro Ápside, comenzamos la preparación de los primeros mediadores de
varias comunidades, extendiendo el Modelo de trabajo. Sin embargo, la confusión
se mantuvo al aprobarse el plan de familia, en la que la propia Administración
mezclaba mediación, orientación familiar y puntos de encuentro.
Comienza el proceso de regulación de la mediación por presiones externas,
primero a través de las autonomías, le siguen recomendaciones europeas y
finalmente la regulación estatal. El conocimiento de la mediación sigue
extendiéndose, pero esa extensión no parece corresponderse con un mayor calado
en la población. Se ha avanzado con mucha lentitud, quizás porque la mediación
ha generado dudas en algunos sectores profesionales entendiendo, de manera
equivocada, que ponía en peligro su quehacer profesional.
Actualmente disponemos de un escenario social más propicio para que la mediación
florezca: contamos con resultados exitosos de entidades pioneras que ofrecen
credibilidad a los ciudadanos; con iniciativas de juzgados que ofrecen
información mediadora previa a la ciudadanía; con propuestas, como la de GEMME,
creando los puntos neutros, para extender el conocimiento de la mediación. Todo
ello ha contribuido a cambiar el recelo inicial, por un interés creciente y
hemos pasado de la falta de información a un exceso de información, aunque una
información que conduce la mediación hacia la institucionalización.
El interés por la mediación ha puesto en marcha opciones formativas en
Universidades, Colegios profesionales y entidades privadas. Las hay que mezclan
terapia, orientación y mediación, otras la unen con otras figuras legales. Otras
tienen grandes figuras docentes, aunque carecen de práctica mediadora. En
general, la formación recoge contenidos teóricos y adolece de un todo coherente
que de unidad a la práctica de los profesionales.
La euforia que ha despertado la mediación, el mensaje positivo de su filosofía
ha dejado oculta la dificultad de su uso y el optimismo ha contagiado a
distintos profesionales, sintiéndose ilusionados al ser partícipes de un
proyecto nuevo y movidos por el deseo de ver mediaciones reales, mezclan su
profesión de origen, que es de la que viven, con ejercer de mediador de manera
altruista, lo que ha contribuido a situar a la mediación como una actividad
social voluntaria y no remunerada.
Hemos caminado más de 25 años por la senda de la mediación y nos encontramos con
un exceso de información que no supone un mayor y mejor conocimiento de la
mediación, ni una mayor demanda de los ciudadanos, ni presupuesto para su
instalación en la sociedad y la dirección que está tomando puede convertirse en
un procedimiento más,
privando a la mediación del informalismo, la creatividad y la confidencialidad
que le caracteriza.
¿Tendrán que pasar otros 25 años para situar a la mediación en su sitio? |