Antonio López y la ciudad fantasma

Publicado el viernes, 27 marzo 2020

Natalia Velilla Antolín – Arte Puñetero.

Antonio López

Amanece en Madrid un día más, con la calle que se ve a través de mi ventana desierta. Espacios para aparcar, aceras vacías, apenas un autobús por la calzada. Los semáforos siguen su ritual luminoso para avisar a nadie. Alguna vecina al otro lado de la calle, en bata, asomada al balcón mira por mirar. Una ciudad fantasma como el cuadro de Antonio López Gran Vía (1974-1981), que se encuentra expuesto en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

Como en una fotografía, el autor muestra el comienzo de la Gran Vía en su confluencia con la calle Alcalá, mostrando un primer plano del edificio que hace esquina con la calle Caballero de Gracia, con un templete en la azotea, y las marcas de relojes Piaget y Baume & Mercier en rótulos amarillos. El reloj debajo de los rótulos marca las 6:30 y la ciudad es un escenario desierto. Antonio López concentra toda su atención en la descripción de lo inerte: aceras, fachadas, calzadas, señales de tráfico. Tardó siete años en pintar el cuadro, que realizó a pie de calle, ofreciendo una perspectiva de transeúnte, no un plano elevado. Eligió la primera hora de los días de verano, a juzgar por la luz del sol naciente, que baña el edificio de Telefónica que se ve al fondo. Cada mañana, guardaba lienzo, caballete y resto de instrumentos de pintura en una cercana sucursal bancaria.

 

Natalia Velilla Antolín, Magistrada - Arte Puñetero

Natalia Velilla Antolín, Magistrada – Arte Puñetero

Antonio López tardó mucho tiempo en pintarlo, en un esfuerzo por concentrarse en cada detalle, en cada color, en cada textura. Decía una vez en una entrevista que «una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades». El artista es máximo representante del hiperrealismo español, si bien se apartó de la corriente norteamericana (David Parrish, Richard Estes o Don Eddy, entre otros) al alejarse de la fotografía hacia una visión más intimista del contexto. Sus cuadros, pese a su marcado realismo, son cercanos y cálidos, producto de la minuciosidad de su trabajo, basado en la observación directa de la realidad y plasmando incluso lo cambiante de esta (series de cuadros secuenciales de Rosas de Ávila, en los que se ve representado un ramo de rosas en distintos momentos temporales marchitándose). Es el maestro de la atención plena, de la observación quieta y serena. «Es rara la poca atención con que la mayor parte de los artistas han mirado la realidad a lo largo de los siglos», llegó a decir López, gran admirador de Velázquez, a quien considera un referente artístico.

Tal es la minuciosidad de la ejecución artística de López, que el cineasta Víctor Erice le dedicó un largometraje documental denominado El sol de membrillo (1992), donde nos muestra el proceso creativo del cuadro de un membrillero, narrando los aspectos técnicos de la obra y las conversaciones que el pintor mantiene con las personas que visitan su estudio. Un homenaje al arte alejado de la vida frenética de este mundo contemporáneo.

Los críticos de arte aseguran que la obra Gran Vía es una representación, ya que esta calle central de Madrid nunca se muestra así de silenciosa y vacía. Sospecho que, tras esta cuarentena a la que nos ha sometido el Gobierno de España por la pandemia, muchos críticos empiecen a decir que Antonio López representó un Madrid en estado de alarma.

La Constitución Española prevé tres situaciones excepcionales que, bien el Gobierno, bien el Congreso de los Diputados (según el caso), pueden declarar por alguna situación que afecte gravemente a España en su convivencia o en su supervivencia, y son los estados de alarma, excepción y sitio. La declaración de cualquiera de los tres estados tiene como consecuencia directa la posibilidad constitucional de operar legalmente injerencias en derechos fundamentales que en circunstancias normales serían delictivas. Tales situaciones previstas constitucionalmente en el artículo 116 han sido desarrolladas por la Ley Orgánica 4/1981 de 1 de junio.

El estado de alarma (artículo 116.2) es declarado por el Gobierno mediante decreto acordado por el Consejo de Ministros y dando cuenta al Congreso de los Diputados. Se declara cuando concurren circunstancias o causas que alteren gravemente la normalidad, como catástrofes naturales, crisis sanitarias, desabastecimiento de productos de primera necesidad o paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad. Su duración es de un máximo de quince días, transcurridos los cuales es preceptiva la autorización del Congreso de los Diputados para su prórroga.

En España, además de la actual situación declarada el pasado 14 de marzo de 2020 por la pandemia del coronavirus, ha habido otra ocasión en la que se ha declarado el estado de alarma. Fue durante la huelga de los controladores aéreos el 4 de diciembre de 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero era presidente del Gobierno. La situación acabó en manos del Ejército, quien asumió el mando de la navegación aérea, con imputaciones penales a los controladores por delito de rebelión.

El estado de excepción (art. 116.3 CE) –declarado por el Gobierno, previa autorización del Congreso de los Diputados, por un máximo de 30 días prorrogables–, puede ser declarado cuando se vea afectado gravemente el ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, el normal funcionamiento de las instituciones democráticas, los servicios públicos esenciales, o cualquier otro aspecto que afecte al orden público y puede limitar gravemente derechos fundamentales, como el plazo máximo de detención, que puede ser superior a las 72 horas; la inviolabilidad del domicilio o la libertad de expresión, entre otros.

El estado de sitio (art. 116.4 CE) ­–declarado por mayoría absoluta del Congreso de los Diputados a propuesta del Gobierno y sin duración determinada– puede declararse cuando exista una situación grave que produzca o amenace producir una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o independencia de España que no pueda resolverse por otros medios. Es un estado pre-bélico en el que la limitación de derechos y libertades es extrema.

España actualmente es un cuadro de Antonio López. Las calles siguen siendo calles, con sus pasos de cebra, sus señales en el suelo separando carriles e indicando direcciones, sus edificios de colores cambiantes según la hora del sol que los baña. La lluvia sigue mojando los bancos de los parques, las hojas caídas se mueven al compás del invisible viento que esta primavera incipiente arranca. Los primeros brotes verdes de los árboles saludan a quienes les miran desde la ventana. El almendro en flor blanquea los parques apenas atravesados por funcionarios de limpieza con mascarilla. Un cuadro onírico de silencio y respeto. Pero un cuadro vivo, animado por los ojos de quienes miramos nuestro país desde el vidrio de nuestras ventanas.

Y los españoles somos personajes de Edward Hopper, mirando por ventanas de ciudades desiertas, esperando que todo pase. Desde casa. Desde la solidaridad, el respeto y la responsabilidad.

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    Gorki 24 abril, 2020 a las 21:59 - Reply

    Curiosamente por entonces, mi hermana empezaba a pintar e iba todos los días por la calle Alcalá a la academia de Peña que estaba en la Plaza Mayor y pasaba por delante de la Iglesia de San Jose enfrente de Bellas Artes, en el comiemzo de la Gran Vía y veía todas las mañanas a Antonio Lopez. otro pintor mas o menos de su edad, pintando poco a poco, su minucioso cuadro del natural.

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