Recompensa: por sacarle los ojos cien pesos – Rafael María de Labra y Cadrana

Publicado el martes, 14 abril 2020

José Manuel Pradas – La huella de la toga.

Es un tópico y ninguno somos ajenos a ello, afirmar que la prostitución es la más antigua de las profesiones. No se cual será la segunda, pero voy a apostar porque el siguiente lugar en el podio lo debe ocupar la esclavitud. Ambas “instituciones” conservan aún su pujanza. Para hacernos una idea, en 2008 Lula de Silva, Presidente de Brasil, ordenó publicar una lista con los nombres de los hacendados de la Amazonía que “poseían” más de 10.000 personas esclavizadas.

Nosotros, en nuestra confortable Europa, pensaremos que la esclavitud, se remonta a la Edad Antigua, la vemos reflejada en esas películas “péplum”, como “la esclava de Cartago”, o más heroicas y serias como el Espartaco de Kubrick; puede que alguno le traiga a la memoria nuestro Cervantes en los Baños de Argel o si ya nos ponemos en plan internacional, a la cabaña del tío Tom o el no menos célebre “¡oh señorita Escarlata!” que decía aquella negra enorme, simpática, cuyo nombre no recuerdo, salvo que se llevó merecidamente el premio Oscar a la mejor actriz secundaria por “Lo que el viento se llevó”.

Pero, ¿y si cuento aquí que la esclavitud en España no terminó, como quien dice hasta hace bien poco, por un decreto de 18 de enero de 1880? Seguro que más de uno pensará que exagero, pero la verdad histórica es tozuda. Como lo son las ficciones jurídicas que a veces, para nuestra vergüenza, inventamos las personas de leyes. Los indios de las Colonias no podían ser esclavizados según disponían las Leyes de Indias pero, ahora bien, nada nos impedía que se “importasen” esclavos de África.

Rafael María de Labra y Cadrana

Rafael María de Labra y Cadrana

En el movimiento llamado “Abolicionista” una de sus figuras más importantes es de quien vamos a tratar hoy. Rafael María de Labra nace en La Habana en 1840, hijo de un matrimonio de asturianos, cuyo padre de ideas liberales lucha en la guerra de Independencia y posteriormente participa en el alzamiento de Riego, debiendo exilarse.

Labra con 20 años tiene ya en su bolsillo las carreras de Filosofía y Derecho, y no debía ser un mal orador cuando con diecinueve años recibe el Premio de Elocuencia de la Academia de Jurisprudencia, que le es entregado por el mismísimo Olózaga. Su vinculación con éste, se hace evidente al unirse enseguida a la Sociedad Abolicionista Española, de la que llegó a ser su presidente hasta su disolución en 1888, una vez erradicada la esclavitud.

Como es lógico la cuestión de la esclavitud en una España atrasada e inculta, era un debate que sólo motivaba a ciertos sectores de la nación, pero no así en las Antillas, donde las oligarquías conservaban su poder en gran parte debido a la existencia de esclavos que eran la mano de obra fundamental de los ingenios de tabaco y caña de azúcar. Como pintarían allí las cosas que en un periódico cubano, “el Rayo”, se llegó a abrir una suscripción pública, para recompensar de la siguiente forma a quien consiguiese esto de Labra: “Por sacarle los ojos, cien pesos; por partirle el corazón de una puñalada, quinientos y por arrastrarle, mil pesos”. Que nadie pregunte si estos premios eran acumulables, porque lo desconozco, la verdad.

Rafael María de Labra ejerció también como abogado, dándose de alta en Madrid a la temprana edad de 23 años, con el número 5363, pero su labor desborda con mucho el mero ejercicio de la abogacía, donde sus clientes de las Antillas le dieron pronto la espalda, según llegó a dejar escrito.

José Manuel Pradas

José Manuel Pradas

Labra, como tantos otros que ya hemos ido viendo, es uno de esos personajes de saber enciclopédico, que se dedica a todo tipo de tareas, con vehemencia y pasión. Uno de sus biógrafos, Miguel Moya, dice de él: «mientras se viste un artículo; mientras le sirven el almuerzo, una carta política; mientras se enfría la sopa, un folleto; mientras se acuesta, un alegato«.

Por eso intentar profundizar en el personaje con el espacio que dispongo, es inútil. Su vida y obra desbordan este recipiente de mil palabras aproximadamente y me daré por satisfecho si logro mover la curiosidad de algún lector.

Hemos visto por tanto al Labra abolicionista, pero también existió un Labra volcado en la reforma colonial, pues propugnó la autonomía para Cuba y Puerto Rico, anticipándose a lo que luego sería la Commonwealth inglesa y su interés era evitar lo que luego sería llamado “el Desastre del 98”.

Enrolado en las filas del republicanismo que desembocó en la Revolución del 68, tuvo sin embargo una actuación conciliadora, sin que llegase a embarcarse en ninguna de las facciones que hicieron fracasar la I República en un tiempo record.

Además de en la Autonomía para las Antillas, postulaba el acercamiento a Portugal, como la base de lo que llamó la “intimidad iberoamericana”. Sin embargo, paradójicamente, Labra no se oponía al colonialismo, ya que lo entendía como algo práctico, como una especie de “propaganda de la civilización”, de manera que las “razas atrasadas e incultas” necesitaban la “dirección de las razas más avanzadas”.

Estuvo interesadísimo por la educación y de ahí su proximidad con la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos, postulando una enseñanza gratuita, obligatoria y laica. Siempre me resulta curioso como la cuestión de la educación que hoy día sería tan obvia, haya traído en todo el siglo XIX español tanta tinta y sobre todo, en muchos momentos, tanto dolor y hasta sangre. Fue además ilustre ateneísta, llegando a presidente y que concebía el Ateneo como uno de los «elementos más poderosos de nuestra cultura» y causa, entre otros, «de la libertad y el progreso político del país”.

Murió el 16 de abril de 1918. Los elogios que en muchos casos no tuvo en vida, le vinieron con la muerte. Curiosa costumbre española de ensalzar en la muerte y despellejar en visa y que siempre ha dado más importancia a los centenarios de fallecimiento que a los de nacimiento. Los panegíricos brotaron en muchos periódicos. Había muerto un hombre comprometido con la libertad y la democracia a riesgo de su patrimonio y de su vida, un idealista. Clarín señaló poco antes «la manera heroica con que había luchado» y Azorín declaró su admiración por su «intelecto generoso y progresivo, por su constancia en la defensa de nobles ideales, por su integridad, por la amabilidad nunca desmentida de su trato, de su palabra y de su gesto«.

Mi propósito al escribir sobre Labra está cumplido. En cada personaje que va apareciendo, pretendo dejar al menos alguna “idea fuerza” en el lector. La que corresponde aquí, no es otra que el dato fundamental de dejar reseñado que hasta diez años antes de la guerra hispanoamericana de 1898, la esclavitud seguía habitando entre nosotros, pues tan española era la región de Sabana Grande en Puerto Rico, de donde fue Diputado muchos años Labra, como el Priorato en Tarragona, o tan española era la Sierra Maestra en Cuba, como la Sierra Morena en Andalucía. Confío haberlo sabido transmitir gracias a Rafael María de Labra.

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