José María Alonso, Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.
No se puede negar que los datos son obstinados. Buena parte de quienes se inician en el ejercicio profesional en nuestro ámbito territorial lo hacen en unas condiciones, cuando menos, inadecuadas, como bien ha pulsado la Agrupación de Jóvenes Abogados de Madrid en una reciente encuesta. Remuneraciones escasas y jornadas extensas son el pan de cada día para muchos de quienes se abren camino en el sector legal, como ya adelantaba la Confederación Española de la Abogacía Joven en un informe realizado en 2017. La precariedad, qué duda cabe, es un elemento desgraciadamente consustancial a los inicios profesionales, en esta y en otras tantas ocupaciones, y desde los colegios profesionales tenemos el deber de paliarla con todas las herramientas a nuestro alcance.
Sin embargo, la precariedad no es el único, ni el más significativo, de cuantos atributos componen el retrato de la abogacía joven en Madrid y, me atrevería a decir, que en toda España. El talento, la capacidad de superación, el desarrollo de multihabilidades en un entorno cada vez más dinámico y digitalizado, el afán de conocimiento y la resiliencia son aspectos positivos que se están labrando en las nuevas generaciones y que, quienes nos encontramos en posiciones de responsabilidad institucional, tenemos que saber valorar y potenciar como virtudes que son.
Hace cuatro años, conscientes de esta problemática que a día de hoy sigue asediando a quienes se inician en la profesión, uno de los elementos vertebradores de la candidatura que nos llevó a la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Madrid fue precisamente el compromiso con la abogacía joven, en sus anhelos y expectativas al iniciar la senda profesional. Dar voz y asumir como propias sus demandas y sus necesidades, sus preocupaciones y sus ambiciones. Porque en muchos casos no solo entendemos, sino que compartimos sus inquietudes, las de un oficio en permanente proceso de transformación: sus desvelos, digitales y analógicos, son también los nuestros.
Por todo ello, desde el Colegio de Abogados de Madrid estudiamos, analizamos y valoramos de forma constante en qué situación se ven inmersos los jóvenes letrados y letradas con ánimo de ayudarles, de la manera más eficaz y cercana, en ese impulso tan necesario en los primeros pasos profesionales.
Con este afán, en este tiempo se han puesto en marcha programas tan innovadores y exitosos como el proyecto Mentoring, a través del cual letrados con amplia experiencia profesional y reconocido prestigio vuelcan su vasto conocimiento sobre quienes están empezando. Desde el área de Desarrollo Profesional del Colegio se han impulsado también iniciativas pioneras como el programa de Coaching, pensado para mejorar la situación anímica y laboral de los compañeros y compañeras que más dificultades afrontan en su carrera, en especial en las etapas más tempranas, o la lanzadera profesional, un servicio novedoso para orientar a los más jóvenes en el comienzo de su andadura.
El compromiso del Colegio de Madrid con la abogacía joven permea además en apuestas tan estratégicas para la Corporación como el Espacio Abogacía, ideado para dotar de infraestructuras de primer nivel a quienes carecen de ellas o no pueden permitírselas, facilitando su acceso y desarrollo en el siempre competitivo mercado legal. También ha quedado reflejada esta especial sensibilidad con los jóvenes abogados en las medidas especiales aprobadas para superar los efectos de la crisis económica generada por la pandemia, siempre más severa con los eslabones más débiles de la cadena profesional.
Además, a fin de ser los más receptivos posible a las exigencias específicas de la abogacía joven, desde nuestra llegada al Colegio el presidente de AJA Madrid participa, en los términos más amplios que permiten los Estatutos, en las Juntas de Gobierno del ICAM. Entendimos, creo que con sumo acierto, que constituía una vía ágil para pulsar de primera mano las inquietudes noveles.
Gracias a esta permanente comunicación intergeneracional, orientada siempre a la mejora y dignificación profesional, estamos trabajando de manera conjunta para determinar las pautas a seguir en el sector legal a fin de proteger y cuidar la figura de lo que en terminología clásica se ha llamado pasante, tan importante en el funcionamiento de los despachos con independencia de su tamaño y condición.
En esta línea, estamos estudiando la posibilidad de aflorar un texto que recoja y asiente reglas de actuación razonables y comprometidas con los valores que venimos predicando; una suerte de guía admonitiva, pero con vocación de generalidad y adhesión.
Desde tiempos inmemoriales, en la edificación de los imaginarios colectivos sobre la juventud ha jugado siempre un papel preponderante su proyección hacia el futuro. Un vínculo con el porvenir, con el mañana, que no pocas veces obstaculiza —en el mejor de los casos— la aplicación en el presente de las medidas correctoras o al menos paliativas para dar respuesta a sus problemas más acuciantes. Desde el ICAM entendemos esta concepción ancestral de las personas jóvenes, pero no la compartimos, al menos como prevalente. Para nosotros, los retos e inquietudes de la abogacía joven se conjugan en presente, y por tanto sus problemas requieren de soluciones inmediatas, no venideras. Bajo esa premisa hemos actuado y lo seguiremos haciendo. Solo así, mejorando el presente, seremos capaces de construir el futuro que la abogacía merece y necesita.