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Por Ruth Gámez y Fernando Cuñado, traductores jurídicos
Cuando estudiábamos Derecho en la Universidad de Valladolid —hace ya unos cuantos años― se decía que la carrera tenía muchas salidas: la de la plaza de la Universidad, la de la calle Librería y la de la plaza de Santa Cruz, en referencia a las tres puertas por las que se podía salir de la Facultad. Medio en broma o medio en serio, todos asumíamos que sería muy difícil ganarse la vida como abogado o, siquiera, como jurista dado el elevado número de personas que cursábamos los estudios en aquellos años. Es cierto que la mayoría de nuestros compañeros de clase no ejercen actualmente ninguna profesión jurídica. Algunos prepararon oposiciones para la Administración, otros se dedican a las cosas más diversas, y son los menos los que ejercen el Derecho en sus formas tradicionales. Pero nosotros hemos encontrado otra fórmula diferente de practicar una profesión jurídica: la traducción especializada en Derecho y textos legales. A ningún abogado le sorprende hoy recibir de sus clientes contratos o documentos redactados en otros idiomas que deben entender y estudiar para poder asesorarles correctamente. La práctica de la abogacía se está volviendo, por fuerza, cada vez más internacional. Muchos despachos salen al extranjero acompañando a sus clientes habituales o, simplemente, a la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio. Las alianzas internacionales de despachos generan también negocio exterior para los bufetes locales. Raro es el proceso de selección de abogados jóvenes en el que no se exige un alto nivel de inglés y, a ser posible, fluidez en alguna otra lengua. Y esta creciente internacionalización no ha hecho sino aumentar las necesidades de traducción documental por parte de los bufetes. Si bien sus abogados están cada vez más preparados y son muy capaces de llevar procesos de negociación en otros idiomas, no disponen del tiempo necesario para traducir grandes cantidades de documentos que forman parte de dichos asuntos. Su tiempo está mejor invertido en el asesoramiento al cliente y en la preparación del caso que en tareas de traducción. Hace algo más de seis años detectamos esta necesidad creciente de los despachos. Necesitaban traducir cada vez más documentos. Pero, al mismo tiempo, no les valía un traductor cualquiera. Necesitaban un experto en Derecho, familiarizado con la jerga y los conceptos jurídicos (tan complejos y abstractos en ocasiones), que no cometiera errores de interpretación con graves consecuencias legales para sus clientes. Por aquel entonces, ambos trabajábamos por cuenta ajena en la empresa privada: Ruth como traductora en una consultora empresarial y yo (Fernando) en el departamento de marketing de una gran empresa. El 2009 fue un año difícil, la crisis acababa de empezar y el desempleo comenzaba su imparable ascenso. Sin embargo, nosotros pensamos que era un buen momento para emprender. Y fue el año que elegimos para salir de nuestra zona de confort y lanzarnos a un nuevo proyecto profesional, renunciando a la aparente comodidad de unos empleos y unos salarios fijos. Nuestros clientes son, en su mayoría, despachos de abogados y abogados de empresa. Con ellos solemos mantener una relación bastante estrecha de colaboración y confianza mutua. Y, una de las cosas que más valoran, aparte de la cercanía y la disponibilidad, es que «hablamos el mismo lenguaje». Parece que cuando uno estudia Derecho es para convertirse, dentro de unos pocos años, en abogado, juez o fiscal. Hay personas que lo hacen con una vocación muy clara. Otros, estudiamos la carrera con gran interés, pero sin una idea determinada acerca de nuestro futuro. Tanto Ruth como yo hemos sido siempre unos apasionados de los idiomas, las relaciones internacionales y el Derecho. Hasta que, de pronto, se presentó en nuestro camino la oportunidad de combinar profesionalmente nuestros intereses. Asumimos el riesgo y nos dio resultado. Desde entonces, hemos comprobado cómo la demanda de servicios de traducción jurídica especializada no deja de crecer y hemos podido crear y consolidar un negocio «distinto» en unos momentos difíciles e inciertos. Y así es como hemos hecho de la traducción jurídica nuestra actividad profesional. También hemos encontrado una forma particular de ejercer una profesión jurídica. Al final va a ser cierto eso de que la facultad de Derecho tenía muchas salidas. Ruth Gámez y Fernando Cuñado son licenciados en Derecho y traductores profesionales especializados en traducción jurídica de inglés. También son profesores de traducción jurídica en la Universidad Pontificia de Comillas y coautores del blog «El jurista-lingüista» (http://traduccionjuridica.es/blog).
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