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Por Francisco Bonnati, Socio director Bonnati Defensa Penal
Hace unos meses tuve el privilegio de participar como candidato a diputado en las elecciones del Colegio de Abogados de Barcelona. Fue una experiencia muy enriquecedora, que me ayudó a tomar una amplia visión de conjunto de la Abogacía, sus amenazas y oportunidades. Durante las tres intensas semanas de campaña electoral tuve la oportunidad de compartir las inquietudes de compañeros de todas las especialidades, que prestan sus servicios a través de formatos profesionales muy variados, y contrastarlas con las propuestas que les ofrecíamos las candidaturas a través de nuestros programas. Es lógico presumir que, a mayor preocupación del colectivo por un problema, más importancia le daríamos las candidaturas en nuestros programas electorales. Mi sorpresa fue que mientras compañeros y compañeras señalaban como su principal preocupación las grandes dificultades que viven para conseguir encargos y facturar a sus clientes, programas y candidaturas hablábamos poco del mercado jurídico y la competitividad de los despachos. No es un problema puntual de estas elecciones al ICAB, creo que todavía existe un cierto prejuicio de la Abogacía a reconocer abiertamente que nuestra profesión vive inmersa en un duro y competitivo mercado de oferta y demanda de servicios que se ha convertido en objeto principal de preocupación. Es un prejuicio que tiene su origen en nuestra tradición profesional, como si nos pareciera a priori imposible conciliar la competitividad propia del mercado y los valores fundamentales de la abogacía: deontología, independencia y defensa del ciudadano. Hasta el año 2008,la Abogacía había disfrutado de un constante crecimiento, tanto en número de profesionales como en demanda de servicios jurídicos. Eran años felices y casi todos seguíamos considerando que la excelencia profesional y los éxitos judiciales eran los mejores argumentos de venta de nuestros despachos. La crisis y la necesidad de ir a buscar al cliente Pero llegó una durísima crisis y nuestros espacios de confort desaparecieron con la misma velocidad que se hundía el mercado inmobiliario, se disparaba el paro, caían los ingresos de las familias, cerraban multitud de empresas, y se recortaban los presupuestos para Turno de oficio. En pocos años el mundo se convirtió en un páramo hostil al que no estábamos acostumbrados y la realidad es que hoy nos hallamos inmersos en una exigente competencia donde buscamos nuestro espacio no sólo entre una nutrida maraña de compañeros tanto o más válidos que nosotros, sino también compitiendo con otros profesionales que en muchas ocasiones ofrecen nuestros mismos servicios. Y esto, nos guste o no, es una realidad ineludible que se llama mercado. Un mercado al que acudimos cada mañana para buscar esos encargos profesionales que son la base de nuestras economías y la gasolina de nuestros despachos. Sobrevivir en este difícil escenario no es sencillo. Exige mucho esfuerzo, herramientas adecuadas y esa pizca de suerte que se consigue trabajando atento a las oportunidades. Si no se cumplen estas premisas lo más probable es que nuestro proyecto acabe fracasando, tal y como vemos desgraciadamente que ha ocurrido a compañeros obligados a cerrar sus despachos y que están pasando gravísimas dificultades. La crisis no es el único reto que deben afrontar nuestros despachos Paralelamente a la crisis han ido apareciendo nuevos retos que afectan directamente a la competitividad de nuestros despachos. • Liberalización: Detrás de la reforma de servicios profesionales que pretende el Gobierno se esconde el riesgo de un incremento de profesionales y empresarios ajenos a los valores de nuestra profesión que competirán en el mercado de los servicios jurídicos. • Globalización: La futura entrada, desde el mundo anglosajón donde se están consolidando, de despachos multinacionales que combinan la economía de escala con el outsourcing internacional y el uso de programas inteligentes, a fin de ofrecer servicios jurídicos competitivos a costes reducidos a través de potentes canales de comercialización. • Percepción del cliente: El acceso fácil de nuestros clientes a ingentes cantidades de información jurídica a través de la red y a servicios jurídicos de nulo o bajo coste (descargas de contratos, divorcios exprés, etc.) han modificado la percepción que tienen de los servicios del abogado y de su valor añadido, reclamándonos ofertas económicas concretas y cerradas muy alejadas de nuestros esquemas tradicionales de venta y facturación. • Innovación y costes: Los despachos pequeños y medianos tenemos cada vez más dificultades para mantener el alto ritmo de la innovación tecnológica y profesional y los costes económicos y de tiempo que nos supone. La Abogacía necesita el liderazgo de nuestros Colegios Es cierto que nuestros los Colegios se han preocupado por estas cuestiones: Imparten cursos sobre marketing, redes sociales y gestión de despachos profesionales, así como ofertan otro tipo de servicios y actividades (como ejemplos, el servicio DAFO, Grupos de Mejora Continua, Feria Internacional de la Abogacía promovidos por el ICAB o la gran labor del Colegio de Málaga en la innovación tecnológica). Pero creo que los Colegios, y los Consejos, deben hacer todavía más: están llamados a liderar la labor de conocer a fondo este nuevo mercado y ofrecer a toda la Profesión referentes y herramientas estratégicas adecuadas para afrontar los retos del futuro. • VALORES: Necesitamos que nos aporten su reflexión sobre la conciliación de la competitividad empresarial con nuestros valores tradicionales de independencia y deontología profesional, para que nuestra adaptación colectiva al mercado no menoscabe las garantías de los ciudadanos o la dignidad profesional. • DEONTOLOGIA: La comunicación en redes sociales, el uso masivo de blogs y el marketing de contenidos están convirtiendo a los abogados en divulgadores de contenidos jurídicos y está creando nuevos canales de venta dirigidos a una “masa anónima” a través de un “perfil virtual”, lo que exige estudiar y formular criterios éticos y deontológicos acordes con esta nueva situación. • ESTUDIO: Los Colegios pueden y deben confeccionar estudios del mercado y sus tendencias, de las necesidades de los clientes y su segmentación y poner los resultados al alcance de toda la profesión. Porque los despachos individuales, pequeños y medianos carecen de medios para financiar y acceder a este tipo de herramientas que les resultan imprescindibles para su planificación estratégica y de marketing. • NUEVOS MERCADOS: Colegios y Consejos están llamados a liderar la búsqueda y consolidación de nuevos mercados de crecimiento para la profesión, como son la mediación, las nuevas tecnologías o la prevención del blanqueo de capitales, sectores donde los abogados tenemos la oportunidad de concurrir y competir eficazmente con otras profesiones por nuevas cuotas de mercado. • INTERNACIONALIZACION: No sólo para favorecer la salida al exterior de nuestros despachos, también para conocer y afrontar la competencia exterior que cada vez mas llegará a nuestros mercados. • TEJIDO ASOCIATIVO: Es necesaria la creación y el desarrollo de asociaciones profesionales y empresariales, sindicatos y organizaciones patronales, porque nuestros despachos necesitan apoyarse en un tejido asociativo fuerte para su consolidación y crecimiento como proyectos empresariales. Es necesario, en resumen, que nuestro colectivo profesional afronte con valentía estos retos, de modo que en el SXXI podamos ofrecer al mercado una abogacía renovada, competitiva y fuerte, a la vez que profundamente comprometida con los valores de independencia y justicia que han defendido cuantas generaciones nos precedieron. Y este objetivo resultará imposible sin el liderazgo firme de nuestros Colegios Profesionales, que no sólo encuentran en estos retos de futuro otra importante razón para justificar su importancia y su existencia, sino también una vía fundamental para fomentar la implicación institucional de sus colegiados.
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