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Fiscales, Jueces y su implicación en Redes Sociales
MADRID, 12 de MARZO de 2014 - LAWYERPRESS

Por Susana Gisbert. Fiscal. Fiscalia Provincial de Valencia

Susana Gisbert. Fiscal. Fiscalia Provincial de ValenciaCuando me propusieron escribir un artículo sobre este tema, mi primer impulso fue aceptar entusiasmada. En nuestras carreras no parece compartirse la implantación general de las redes sociales y me pareció algo muy atractivo. Aunque luego me entró la prevención. Tal vez si nuestro oficio no gusta demasiado de ello sea por alguna razón que se me escapa, y yo vaya a pecar de imprudente. Pero en fin, nada hay mejor para desterrar los temores que hacerles frente.
La primera cuestión sería qué entendemos por redes sociales, y si podemos incluir a todas ellas en un mismo saco. Partiendo de las más populares, Facebook o Twitter –descarto Tuenti porque mis propias hijas dicen que es de críos e Instagram por su contenido fotográfico-, ya se aprecian diferencias esenciales en su uso y finalidad. El propio mecanismo de publicidad las hace distintas: en twitter, salvo cuentas protegidas, cualquiera puede ver el contenido de nuestros mensajes o seguirnos, sin necesidad de aceptación alguna. Facebook, en principio, y salvo los ajustes de privacidad, está destinada a la comunicación sólo respecto de quienes recíprocamente tienen amistad cibernética. Ello implica un uso de Facebook más lúdico frente al de Twitter, que admite cierta “profesionalidad”. Como de muestra vale un botón, es fácilmente comprobable que las asociaciones profesionales, tanto de jueces como de fiscales o secretarios judiciales utilizan como vehículo de expresión asociativa sus cuentas de twitter. Cada vez más frecuentemente, además, esas cuentas de twitter “institucionales” se convierten en un mecanismo de reenvío a las propias páginas web, que en otros casos quedarían casi huérfanas de visitas. A nadie se le escapa que, en una sociedad donde prima la rapidez –a veces, incluso la precipitación- pueda transmitirse con más facilidad un mensaje de 140 caracteres que todo un comunicado, por más exquisito y acertado que éste sea; y, que ese resumen en una frase, cuanto más ingeniosa y atractiva mejor sea lo que lleve a leer el comunicado. Si además, se logra interactuar con la complicidad de unos cuantos asociados “tuiteros”, pués miel sobre hojuelas. Aunque no sea siempre fácil transmitir esta idea.
Pero, más allá de esas cuentas oficiales, cabría preguntarse si estas carreras optan por comunicarse a través de las redes sociales, o los que lo hacen quedan en una mera anécdota. Como simple usuaria, me inclino por la segunda opción. Existen cuentas de twitter de jueces y fiscales -y de secretarios judiciales- muy activas, y también muy atractivas, pero son escasas en comparación al total y, además, la mayoría de ellas se enmascaran bajo pseudónimos de los que a priori no podría inferirse la profesión de sus titulares. Y viceversa, cuentas en que está clara la dedicación profesional de su dueño, pero queda enmascarada su identidad, obviamente, con un contenido mucho más jurídico que las primeras. Incluso existen cuentas dedicadas con exclusividad a criticar la carrera pretendidamente desde dentro. El anonimato es lo que tiene.
Y es que, como decía un compañero, los jueces y los fiscales parecen tener fobia a las redes sociales. E ignoran que con ello pierden la oportunidad de lograr una comunicación rápida en asuntos que les interesan, no necesariamente jurídicos.
Evidentemente, cuando de abogados se trata, la cosa cambia. Como profesión liberal necesitan darse a conocer, y cada vez son más los que difunden sus actividades o su trabajo a través de los 140 famosos caracteres que, en muchos casos, reconducen a sus propias publicaciones. Un medio más barato y efectivo que cualquier publicidad convencional.
Pero eso sí, al final, pocos se resisten a la tentación de hacer un comentario personal que tal vez no resulte todo lo políticamente correcto que se espera. Más allá faltas de respecto o ciertos límites, no creo que eso sea malo. La libertad de expresión ha de tener cabida, por supuesto, y también cierta dosis de ironía o descaro que impida que el mensaje pase desapercibido. Porque, no nos engañemos, quien escribe y publica lo hace para ser leído. De lo contrario, se conformaría con un diario con llavecita y cerrojo.
El caso de facebook es bien distinto. Su uso suele ser más personal, aunque con una excepción: los grupos, más si son cerrados. No estoy desvelando ningún secreto de estado al hablar del foro de fiscales, puesto que otras publicaciones ya hablaron de él. Sus usuarios somos exclusivamente fiscales, lo que se comprueba fechacientemente antes de la admisión, y el mismo está destinado a comunicarnos entre nosotros. Su nacimiento obedeció a la falta de una herramienta institucional de comunicación entre los fiscales, como sí tienen los jueces a través de un correo corporativo. Y su desarrollo ha sido libre y espontáneo, como libres y espontáneos somos quienes estamos en él, o quienes quieran estarlo (basta tener una cuenta de facebook y ser fiscal). Los mensajes quedan, o deberían quedar, entre los “foreros”, e interpretarse dentro de su contexto. Por ello, el carácter de red social de esta herramienta es limitado, puesto que se circunscribe a un ámbito concreto que jamás debería trascender al exterior.
Hasta donde yo sé, los jueces tienen un foro de facebook similar, aunque de características distintas, ya que al contar con una herramienta institucional, sus objetivos deben ser otros.
Asimismo, también existen otros foros o medios de debate colectivos, aunque meramente privados. Foros de asociaciones profesionales, grupos de whatssapp o cualquier otro invento destinado a facilitar la comunicación simultánea y global. Estos, en realidad, no hacen sino suplir de una forma más ágil la comunicación tradicional por medio de correo electrónico, por lo cual no deben considerarse red social en sentido estricto. Pero esa agilidad e inmediatez también entraña sus riesgos y por eso hay que ser ciudadoso con lo que se escribe. Y a veces, no lo somos tanto como debiéramos.
Por último, no querría dejar de referirme a algo que sin ser redes sociales, se incardinan directamente en ellas: los blogs. Cada vez proliferan más, de cualquier género que sean. Son muchos los abogados o despachos que cuentan con uno, pero, jueces, fiscales o secretarios aun estamos lejos de ello. Haberlos, haylos, jurídicos o quasi jurídicos, de gran calidad y éxito, pero son pocos. Y también hay otros compañeros que dedican sus esfuerzos blogueros a otros temas, como cine o cocina, con estupendos resultados. Pero, en general, son todavía escasos quienes dedican esfuerzo y ganas a algo que es más presente que futuro.
Y, salvo honrosas excepciones, el tópico se cumple. Los jueces, fiscales o secretarios judiciales usuarios de redes sociales suelen ser jóvenes. A mayor edad, mayor desconocimiento. Y el desconocimiento crea temores infundados. Y eso sí es algo que deberíamos hacernos mirar. O quizás no. Como siempre, nosotros elegimos.
 

 

 

 

 

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