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Señoríos y Señorias
MADRID, 06 de MAYO de 2014 - LAWYERPRESS

Por Susana Gisbert. Fiscal de la Fiscalia Provincial de Valencia

Susana GisbertNo hace mucho que tomaba posesión la primera mujer que accede al puesto de Magistrada de lo Penal del Tribunal Supremo. En principio, una gran noticia. Aunque bien mirado, no lo es tanto. La verdadera buena noticia es que esto no fuera noticia. Pero mucho me temo que aún queda tiempo para eso…
Es bien cierto que las carreras judicial y fiscal están copadas –para algunos plagadas-, cada vez más, por mujeres. Las razones pueden ser muchas. Mi preferida es, obviamente, que somos más listas y más trabajadoras, faltaría más. Pero me da que no esa la causa, o al menos, no la única. Como ya tengo unos años, recuerdo que en mis tiempos de opositora había quien afirmaba muy ufanamente que la culpa la tenía el servicio militar, tal cual, porque mientras los varones entregaban un año –o el tiempo que fuera- a la patria, las chicas estábamos tan ricamente en nuestras casitas estudiando sin que nadie nos molestara. Obviamente, el tiempo les quitó la razón y hoy en día sigue aumentando la abrumadora mayoría femenina que aprueba las oposiciones, a pesar de que ellos ya no tienen que pasar tiempo alguno despertándose a toque de diana ni haciendo maniobras vestidos de caqui.
Pero algo pasa que nos lleva a invadir estas y otras carreras a las que se accede por oposición. Y, lamentablemente, la explicación tiene mucho más que ver con la desigualdad de la sociedad que con nuestra supuesta superioridad intelectual. Las mujeres somos conscientes de que hoy en día vamos a seguir encontrando muchas más trabas en la empresa privada que en el trabajo al servicio del estado, y ahí radica la causa de la decisión de muchas de nosotras. A nadie se le escapa que una mujer joven que aspira a un trabajo puede ser mirada por el empleador como una embarazada potencial y, por tanto, como un problema. Como si ellos hubieran llegado al mundo por generación espontánea. Triste pero cierto.
Pero aunque las mujeres seamos mayoría en estas carreras, la realidad nos muestra que una gran parte se encuentran en las bases y, cuanto más arriba se sube en la escalera de las carreras fiscal o judicial, menos féminas hay. Y eso es incontestable. Cierto es que hay una clara razón histórica, cuyos resultados aún venimos arrastrando, y es que hasta finales de los años sesenta (diciembre del 66, si no me equivoco) no se alzó la prohibición de que las mujeres pudieran ser jueces o fiscales. Y hasta los años setenta no cristalizó este cambio: en 1971 tomó posesión la primera mujer juez en España y dos años más tarde la primera fiscal. Por esta razón, obviamente, faltaban hasta hace poco profesionales con la suficiente antigüedad para acceder a determinados puestos. Pero el tiempo ha pasado, y la tendencia, aunque ha cambiado, no ha cambiado tanto como debiera.
No nos engañemos. La sociedad sigue siendo machista. Y este mundo no es una excepción. Y por eso se siguen oyendo y viendo cosas de lo más pintoresco, por decirlo de alguna manera. Hay quien no se corta en recomendar a las opositoras que escojan la carrera fiscal “porque es más cómoda para las mujeres” –prefiero no conocer la razón que les lleva a semejante afirmación-, o quien insta a las juezas o fiscales a cambiar de jurisdicción por la incompatibilidad de las guardias con los horarios de los hijos –como si no tuvieran padre- y mil ejemplos más. Recuerdo, incluso, que cuando empecé, preguntaban por el señor Fiscal, o el señor Juez, y había quien miraba de mala manera al descubrir que no era señor sino señora. Y el chascarrillo de algún compañero que bromeaba diciendo que habían pedido que trajeran fiscales, y no niñas. Incluso había funcionarias que nos trataban de manera diferente por el hecho de ser mujeres, y jóvenes, y nos apeaban el tratamiento de usted con el que obsequiaban a cualquier varón encorbatado, y se llegaban a ofender si se lo hacíamos ver. Y de todo esto hace tiempo, pero no tanto.
Además de todo esto, cualquiera puede observar que, cuando en una pareja ambos pertenecen a este mundillo, suele ser el varón quien medra mientras ella permanece en la base sin más aspiraciones que seguir haciendo siempre el mismo trabajo. Con excepciones, claro. Y que, en esto casos, siempre –o casi siempre- es la mujer la que hace uso del permiso de maternidad, o de la excedencia por cuidado de los hijos.
A este respecto, las excepciones a la regla general -que sean las féminas quienes usen tales licencias o permisos- suelen venir motivadas por hombres cuyas parejas no pueden disfrutar de ese permiso, no por una libre elección entre uno y otro. E incluso en algunos casos semejante decisión viene acompañada de comentarios pretendidamente jocosos de algún que otro compañero e incluso de cierto sentimiento de culpa del juez o fiscal que usa de su derecho al disfrute del permiso de paternidad.
Muchas veces recuerdo el momento del nombramiento, no hace mucho, de una mujer y un hombre para un alto cargo dentro del mundo judicial. Los periodistas le preguntaron a ella cómo había tomado la decisión de irse a Madrid pese a que dejaba marido e hijos en su ciudad. A él, en un caso idéntico, nadie le preguntó sobre ese tema. Y así, hasta el infinito. Como esas noticias que leemos sobre casos de enorme trascendencia donde el periodista dedica más de la mitad del texto a comentar el look de la jueza, cuando si fuera varón no desperdiciaría ni una línea en comentar acerca de los lunares de su corbata.
Incluso, hay quien entiende que la justicia tiene sexo, y según sea hombre o mujer quien la imparte, distinto es el resultado. Muchos hombres, al obtener una sentencia desfavorable a sus pretensiones, arguyen que es porque juez, fiscal y secretario eran mujeres, y claro, iban contra él, más aún si se trata de un caso relacionado con la custodia de los hijos. Y peor aún, algún que otro abogado también se vale de semejante razonamiento para justificar una resolución que no le gusta. Hasta en una ocasión leí un recurso cuyo único motivo era la supuesta discriminación al imputado por su pertenencia al género masculino. Juro que no me lo invento.
Así que, en esas seguimos, aunque no lo parezca, sin desprendernos del machismo que todo lo impregna todavía. Quizás por eso un magistrado se atrevió en una charla a llamar “juzgados ausonia” a los Juzgados de Violencia sobre la mujer, pretendiendo hacer una gracia porque son “solo para nosotras”, y se quedó tan fresco. Y quizás, también por eso, en estos juzgados sea abrumadora la mayoría femenina en jueces, fiscales, secretarios judiciales y funcionarios. ¿Casualidad o algo más? Que cada cual conteste.

 

 

 

 

 

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