Me
parece
bien
que
los
cambios
no
se
hagan
“en
caliente”,
como
se
ha
dicho
desde
el
mundo
de
la
política.
Repito,
yo
no
habría
concedido
a
ese
“preso
modelo”
el
premio
del
permiso
de
salida,
por
las
razones
siguientes:
a.
Porque
es
un
reincidente,
o
mejor
plurirreincidente,
con
al
menos
condenas
de
15 y
52
años
de
cárcel.
b.
Porque
es
un
delincuente
cualificado
como
psicópata
sexual,
que
cabe,
sin
duda,
ponerla
en
entredicho.
c.
Porque
la
observación
de
su
mirada,
asesina
y
proterva,
dentro
de
un
cuerpo
de
enanoide
raposo,
intuitivamente
me
habría
llevado
a la
más
contundente
negativa.
La
mirada
es
el
reflejo
del
alma.
Y
aunque
eso
no
está
en
los
manuales
de
psicología
,
quienes
hemos
conocido
profesionalmente
a
muchos
y
variados
criminales
de
sangre,
durante
tantos
años,
al
menos
en
mi
caso,
siempre
hemos
escrutado
sus
ajos
y
observando
atentamente
su
mirada,
despectiva
y
con
la
limpieza
obliterada.
Las
borrosas
fotos
de
la
prensa
realmente
nos
muestran
una
mirada
desafiante,
sin
el
menor
sentimiento
de
culpa,
dispuesto
a
todo,
incluso
hasta
matar,
por
el
placer
psicológico,
que
no
sexual,
de
matar.
En
suma,
la
mirada
sin
el
menor
atisbo
de
nobleza
de
un
asesino.
Y,
como
tal,
debe
desplegarse
el
máximo
dispositivo
de
seguridad,
a
pesar
de
que
esté
dotado
de
una
especial
capacidad
de
simulación
y
habilidad
para
engañar
que
suelen
acompañar
a
estos
psicópatas,
y a
pesar
también
de
su
condición
y
calificación
de
administrativamente
“preso
modelo”,
según
los
funcionarios.
A mi
juicio
es,
verdaderamente,
un
“modelo”
de
lo
que
no
se
debe
hacer
con
un
preso
como
él.
Permanecer
indiferentes
ante
casos
como
éste
es,
absolutamente,
inmoral
e
insolidario,
cuando
más
no
se
debe
ser,
como
es
con
el
dolor
humano.
Aquí
ha
fallado
todo
el
sistema
legal,
judicial
y
penitenciario,
y no
digamos
más,
mejor
casi
silenciar.
La
cuestión
presupuestaria,
que
camina
por
unos
derroteros
que
no
se
compadecen
ni
con
tan
cacareados
pactos
de
Estado
sobre
la
justicia,
fatuos
y
rimbombantes,
ni
con
las
leyes
y
más
leyes
ya
sean
de
protección
contra
la
violencia
doméstica,
de
género
o
integral,
como
se
quiera
llamar,
porque
una
cos
está
clara:
las
letras
de
molde
del
Boletín
Oficial
del
Estado
no
hacen
milagros;
pueden
hacer
Ministros,
y
hasta
Subsecretarios,
pero
no
reeducar
o
reinsertar
e
impedir
la
reincidencia,
elevadísima
por
los
demás,
de
los
internos
violentos,
y
sobre
todo
psicópatas
y
además
sexuales.
La
opinión
pública
ya
se
está
cansando
del
uso
legislativo
del
denostado
“Derecho
penal
simbólico”,
con
el
que
se
pretende
engañar
y
apaciguar
a la
sociedad
española.
De
todas
formas,
no
es
previsible
que
vaya
ha
tener
una
vida
muy
tranquila
en
la
prisión
el
presunto
autor,
pues
ocupará
no
la
pirámide
de
la
jerarquía
y
estima
de
los
internos
y
penados,
sino
el
escalón
que
recoge
la
escoria,
la
basura
de
dichos
internos:
los
asesinos
maltratadotes
de
niños
y
mujeres
como
ya
es
sabido.
Como
es
conocido,
esto
no
se
suele
perdonar,
así
como
así,
en
la
estructura
social
de
las
prisiones
de
cumplimiento.
También
desde
esta
perspectiva
deberá
ser
cuidado
y
vigilado
el
presunto
asesino
para
que
no
se
imponga,
finalmente,
la
“ley
de
la
cárcel”
en
lugar
de
la
Ley
a
secas.
Parece
que
es
una
constante
del
actual
legislador
penal
español
pensar
que
agravando
las
penas
los
problemas
político
criminales
se
van
ha
resolver.
Como
ya
he
reiterado
en
las
páginas
de
esta
Revista,
con
esa
forma
de
actuar
no
se
resuelve
nada,
más
bien
se
agudizan
los
problemas
y se
crea
una
sensación
de
fracaso
y
desconfianza
en
la
Ley
penal.
Más
positivo
seria
llevar
a
cabo
una
seria
política
de
prevención
aunque
también
sin
grandes
esperanzas.
Ya
me
he
ocupado
en
distintos
artículos
de
esta
Revista
de
las
diferentes
cuestiones
muy
graves
y
complejas
que
la
sociedad
española
tiene
planteado
y
que
poco
a
poco
deben
ir,
cuando
menos,
estudiándose.
Pero
esto
ultimó
es
lo
más
complicado
por
muchas
y
variadas
razones
que
no
voy
a
desarrollar
hoy.
Manuel
Cobo
del
Rosal
Abogado
y
Catedrático
de
Derecho
Penal.
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