El ayuntamiento de Barcelona anunció hace unas
semanas la aprobación de una moratoria en la concesión de licencias hoteleras
con la posibilidad de ampliarla un año más.
Esta medida, que ha sido aprobada pocas semanas
después de la llegada al Ayuntamiento de Barcelona del nuevo ejecutivo, ha
revolucionado la situación del sector turístico. Sin entrar en el aspecto
político de esta decisión, es bien cierto que hace tiempo que se debate la
necesidad de repensar la estrategia que pone a esta ciudad en el mercado
turístico internacional.
Esta decisión afecta a los que ya habían solicitado
una licencia y retrasa cualquier plan de inversión hotelera al menos un año.
El turismo tiene un impacto del 14% en el PIB de Barcelona y por ello cualquier
decisión al respecto debe ser tomada con cautela. La congelación en la
concesión de licencias lanza un mensaje desconcertante en una ciudad donde se
han destinado 325 millones de euros el año pasado para la transformación de
edificios en hoteles.
Es positivo que las ciudades cuenten con un plan
estratégico de posicionamiento internacional y atracción turística y que este
sea consensuado por los principales actores del sector para evitar cambios
bruscos que puedan desconcertar.
Por el momento empresas, inversores y cadenas
hoteleras afectados por esta paralización se han pronunciado con un discurso que
trata de evitar el enfrentamiento con el Ayuntamiento renunciando a posibles
acciones legales contra esta medida y buscando el entendimiento y la negociación
a la espera de una reconsideración de esta medida.
Barcelona estaba tratando de aplicar un upgrade
en el turismo que recibe, focalizando su atención –de forma muy acertada– en
incrementar el gasto medio por turista en lugar de aumentar el número de
turistas al año. Por ello, la paralización de todos los proyectos hoteleros, sin
prestar atención a la categoría de los mismos, frena este camino.
Muchos puntos del mercado español son considerados
destinos turísticos maduros y se requiere para todos ellos una estrategia de
reposicionamiento. En España debe dejar de ser noticia el número de turistas que
traen nuestros destinos, siendo el gasto medio y la generación de empleo
directo los nuevos parámetros a fomentar.
La gran duda ahora para Barcelona es si se aplicará
algún tipo de medida a la llegada de cruceros en una ciudad que recibió 764
visitantes en el 2014. Como era inevitable, la incertidumbre se ha extendido
al resto de España: ¿se convertirá esta medida en la tónica habitual en un
país donde el turismo supone una pieza clave de la economía? |