Hace pocos días se presentaba en el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona
el
primer
estudio
sobre
patologías
y
lesiones
de
los
abogados
en
España.
Estudio
cuyo
objetivo
ha
sido
detectar
cuáles
son
las
enfermedades
que
más
afectan
a
los
letrados
con
ocasión
del
ejercicio
profesional
de
la
Abogacía.
Todo
ello
en
comparación
con
los
datos
que
al
respecto
se
cuenta
del
resto
de
la
población.
Traumatología, estrés y accidentes cardiovasculares son las primeras enfermedades
que
revela
el
estudio
“Análisis
de
las
características
de
las
patologías
y
lesiones
del
abogado”,
estudio
elaborado
por
la
Fundación
Instituto
de
Investigación
Aplicada
a la
Abogacía.
Pero hoy no vamos a abordar el tema de las enfermedades y riesgos profesionales
en
el
ejercicio
de
la
Abogacía
si
no
que
interesa
detenernos
en
las
patologías
que
afectan
a
nuestros
despachos
de
abogados.
Y es que nuestro sector adolece de muchos males y defectos, por no reconocer
sencillamente
que
está
enfermo.
Sin
lugar
a
dudas,
se
trata
de
un
cuadro
clínico
que
va
lenta
pero
irremisiblemente
complicándose.
Ahora
aún
más
si
cabe
ante
un
escenario
de
crisis
económica
que,
para
más
inri,
se
encuentra
agravado
por
las
numerosas
y
dañinas
trabas
que
al
libre
y
normal
ejercicio
profesional
se
han
venido
levantando
(tasas
judiciales,
abandono
del
turno
de
oficio,
Administración
de
Justicia
sin
medios
y
con
carencias
de
personal,
precarización
de
los
procuradores,
liquidación
de
los
jueces
sustitutos,
desarrollo
de
una
e-justicia
de
chiste,
etc,
etc).
Este mes se van a hacer siete años de la publicación del libro Patologías
en
las
organizaciones
(LID
2008),
obra
escrita
conjuntamente
por
Marcos
Urarte
(@MarcosUrarte),
Presidente
de
Grupo
Pharos,
Javier
Fernández
Aguado
(@Jferagu),
Presidente
de
MindValue
y
Francisco
Alcaide
Hernández
(@falcaide),
profesor
de
la
Universidad
Antonio
de
Nebrija.
Autores
que
pusieron
patas
arriba
toda
la
teoría
del
Management
organizacional
al
dotar
a
éste
con
un
enfoque
organicista,
es
decir,
concibiendo
la
organización
como
si
de
un
ser
vivo
se
tratase.
Un
enfoque
que
podríamos
decir
anatómico,
fisiológico,
biológico,
y
con
ello
susceptible
de
enfermar
y,
por
tanto,
somáticamente
de
ser
medicable.
Volviendo al tema que nos ocupa que no es otro que el del análisis de la
situación
actual
de
la
salud
de
nuestros
despachos,
es
preciso
reconocer
que
éstos
también
sufren
enfermedades
que
hacen
mermar
sus
capacidades
de
crecimiento,
productividad,
competitividad,
saneamiento
financiero,
desarrollo
organizacional,
relación
con
los
clientes,
calidad
jurídica
de
sus
actuaciones…
por
lo
que
se
impone
descubrir
sus
síntomas
y
aplicar
las
terapias
que,
en
cada
caso
y
momento,
resulte
oportuno
adoptar:
terapias
preventivas,
terapias
curativas,
terapias
paliativas.
Según Fernández Aguado las organizaciones –entre ellas incluimos los despachos-
generan
dinámicas
de
salud
o
enfermedad
en
función
de
múltiples
factores:
el
fundador
o
fundadores,
los
propietarios,
los
directivos
(socios),
el
ambiente
social,
la
normativa
por
la
que
se
rigen,
el
país
de
origen,
etc.
Son muchas las enfermedades que son identificadas por los autores, algunas
tan
diversas
como
la
osteoporosis,
anemia,
hipermetropía,
artrosis,
esquizofrenia,
etc,
patologías
todas
ellas
que
si
nos
circunscribimos
al
ámbito
de
los
despachos
podríamos
clasificarlas
atendiendo
a
los
siguientes
criterios:
-En función de su gravedad: tendríamos despachos con enfermedades leves,
graves,
muy
graves
e
incluso
terminales.
-En función de su edad: los bufetes padecerían males de infancia, adolescencia,
madurez
y
vejez.
-En función del tipo de dolencia que se trate: las patologías podrían ser
físicas,
psícológicas
y
psiquiátricas.
-En función de la procedencia: serían endógenas (internas o propias) o
exógenas
(externas
o
ajenas).
Y podríamos aún continuar desgranando más posibles criterios pues para
cada
una
de
las
patologías
en
particular
se
establecería
un
diagnóstico
que
nos
permitiera
conocer
sus
síntomas
y
causas
(etiología),
de
tal
forma
que
posteriormente
se
pudiese
prescribir
el
tratamiento
idóneo
para
su
curación.
En este sentido, por ejemplo en lo relativo al criterio de dolencia física
o
psicológica,
si
un
despacho
padece
alzhéimer
a la
hora
de
tratar
con
sus
clientes
y
colaboradores,
también
simultáneamente
nada
le
impide
que
pueda
presentar
síntomas
de
gigantismo,
atrofia
de
músculo
financiero
e
incluso,
miopía
en
su
dirección
y
sociatura.
Y
así,
podemos
llegar
a
descubrir
infinitas
combinaciones
posibles
de
patologías
organizacionales
en
el
ámbito
de
las
firmas
de
abogados.
¿Qué patología cree usted que padece o está en riesgo de contraer su despacho?
Responder a esa pregunta ya supone de por sí un paso importante al reconocer
la
situación
y
poder
afrontar
la
enfermedad.
“Las
organizaciones,
al
igual
que
las
personas,
pueden
estar
sanas,
pero
también
es
factible
que
enfermen.
De
hecho
lo
hacen
con
notable
frecuencia.
Contar
con
un
elenco
de
patologías
y
también
con
las
convenientes
terapias
para
las
mismas
resulta
esencial”
(Javier
Fernández
Aguado). |