Los Premios Puñetas menos jurídicos

Publicado el miércoles, 13 octubre 2021

Daniel Alonso Viña.

Llego demasiado pronto. No suelo llegar pronto a ningún sitio, pero en Madrid todo es nuevo y no quiero ser desagradecido, así que llego pronto. Son las doce de la mañana cuando entró en la boca del metro y cojo la línea cuatro, que me lleva directo a la plaza de Colón. La décima entrega del Premio Puñetas de ACIJUR no empieza hasta la una, así que doy un paseo por la zona. Me paso veinte minutos leyendo las placas a la entrada de los edificios (Tribunal Supremo, Tribunal Superior de Justicia) y mirando hacia arriba, a las cúpulas de las iglesias (Iglesia de Santa Bárbara) y las gárgolas en lo alto de edificios oficiales que se pueden ver desde la Plaza de la Villa de París.

Daniel Alonso Viña

Daniel Alonso Viña

Ha pasado el tiempo y decido que ha llegado el momento de volver. Desando el recorrido y vuelvo al lugar en el que se celebrará el acto, un pequeño teatro ubicado en el interior del Consulado General de Francia. El edificio parece importante, como todos los que ocupan la calle. La mayoría recurren, para dar esta impresión, a un estilo clásico con grandes portones sobredimensionados y gruesos capiteles de mármol veteado. El Consulado, sin embargo, apuesta por un estilo más vanguardista, de grandes cristaleras y vigas en forma de H que sobresalen del edificio y delimitan su estructura. Es diferente, pero no tan atrevido como para desentonar con el resto de la calle. Pero basta ya de estilismos.

A la entrada se arremolinan las cámaras y los micrófonos de TVE, La Sexta o Antena 3, además de otras cadenas locales. Yo, que quiero parecer periodista, me junto a ellos y pululo como si fuera un auténtico reportero. La mascarilla permite cierto anonimato, pero revela lo suficiente como para distinguir a las personalidades que empiezan a llegar: exministros de Justicia como Rafael Catalá y Juan Carlos Campo, exdirigentes políticos como Edmundo Bal, o los premiados de este año. También aparece Pilar Llop, la actual ministra de Justicia, que será la encargada de cerrar el acto, y Enrique López, el consejero de Presidencia y Justicia de la Comunidad de Madrid.

Este último se para frente a los reporteros y todos se arremolinan a su alrededor. Las cámaras se colocan detrás, los reporteros con sus micrófonos delante, y Enrique López comienza a hablar. Yo decido en ese momento que si quiero ser periodista tengo que hacer como ellos y grabar esas declaraciones, así que me acerco, saco el teléfono, enciendo la grabadora y meto el brazo entre la barrera de personas que rodea al consejero.

El señor habla durante más de tres minutos y cuando termina yo ya me siento todo un profesional. Le preguntan por el último veredicto del tribunal italiano, que ha decidido congelar la entrega de Puigdemont a la espera de la resolución de la justicia europea. “Tenemos que respetar las decisiones de los tribunales”, alega. Luego continua: “Lo que echo de menos es una explicación de por qué la abogacía del Estado dijo algo tan falto de acierto como fue decir que las órdenes de detención europeas se encontraban suspendidas”. “Creo que deberían dar una explicación, la Ministra de Asuntos Exteriores o la Ministra de Justicia sobre este comportamiento por parte de la abogacía del Estado”.

Después de estas y otras declaraciones, la gente hace cola para acceder al consulado y entrar al teatro. Me pongo a la cola, pasamos el chequeo de seguridad y accedemos a un espacio con todo preparado para la cita: escenario, pantallas, y asientos reservados. En vez de tratar de buscar sitio, me pongo en la parte de atrás, con el resto de periodistas, sus trípodes y sus cámaras, y espero a que comience el acto. Los premiados más impresionantes de este año son Eva González Pérez, que se lleva el “Puñetas de Plata”, y María Luisa Segoviano, que se lleva el “Puñetas de Oro”.

Eva González Pérez sale al escenario y lee con cierta dificultad y muchas pausas el discurso que tenía preparado en español. Aunque su nombre tenga tanto aspecto castellano, lo cierto es que lleva viviendo en los Países Bajos desde los dos años, cuando sus padres emigraron allí. Recibe el premio por su trabajo en un caso que afectaba a 26.000 familias inmigrantes, y que tuvo serias repercusiones en el país norteño. Las verdades que reveló su investigación sobre la toma de decisiones de la administración provocó la caída del gobierno de Mark Rutte. Se descubrieron técnicas discriminatorias y reclamaciones ilegales por parte de los funcionarios, que hostigaron a familias inmigrantes basándose únicamente en su nombre y procedencia. Recibió el merecido premio por su intervención como abogada en todo este proceso.

María Luisa Segoviano también se merecía su oro. Presidenta de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo y primera mujer en presidir una sala de este órgano, recibió su premio por su larga carrera y por su compromiso social. Gracias a ella se han introducido innovaciones legislativas como, por ejemplo, la nueva legislación laboral relacionada con los riders. En el discurso posterior a la recepción del premio habla de la necesidad de acercar la justicia al ciudadano corriente, sobre todo a través de lenguaje. Aboga por un lenguaje preciso pero que trate de evitar en la medida de lo posible los tecnicismos que puedan dificultar la comprensión del mensaje. “Un elemento esencial para mejorar la imagen de la justicia es que se la conozcan”, aleja. “Si no nos conocen, no nos aprecian; a la justicia no se la aprecia mucho porque quizás no se la conoce bien”.

Finaliza el acto y Pilar Llop se baja del escenario después de su discurso de clausura. La gente se arremolina junto a la salida y proliferan los saludos, las felicitaciones y los chascarrillos entre conocidos y amigos que no se reunían en un acto parecido desde hace tiempo. Yo no conozco a nadie, así que me quedo mirando, sonriendo y esperando a que se vaya el resto de periodistas. La pandemia se ha llevado la tradición del ágape por delante, así que cada uno tiene que buscarse un sitio donde comer. Las personalidades se despiden y se marchan a casa, los premiados cogen un taxi de camino a la estación y yo me marcho, directo a la boca de metro de la línea cuatro que me devuelva a casa.

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