No
hay
mayor
riqueza
en
un
país
que
la
de
sus
hombres
y
mujeres
al
igual
que
no
hay
mayor
riqueza
en
los
colegios
de
abogados
que
los
letrados
que
los
integran.
Esta
afirmación
no
es
solamente
una
declaración
de
principios,
esta
afirmación
tiene
(o
ha
de
tener)
consecuencias
reales
y
efectivas
en
la
vida
de
los
colegios
y de
la
sociedad
si
queremos
que
los
mismos
la
sirvan
eficazmente.
Cuando
fui
elegido
decano
mi
primera
sensación
fue
de
vértigo:
me
tocaba
representar
a un
colectivo
donde
todos
y
cada
uno
de
sus
componentes,
tomados
uno
a
uno,
me
superaban
en
conocimientos
en
una
u
otra
rama
del
derecho
o
del
saber
jurídico.
Sin
embargo
ese
vértigo
encerraba
una
inmensa
potencialidad:
La
inteligencia
colectiva
del
grupo
era
enorme
y,
si
lograba
movilizarla,
se
constituiría
en
una
fuerza
imparable.
Mi
responsabilidad
siento
que
es
esa
antes
que
ninguna
otra,
aunque
no
es
tarea
fácil
y en
ello
estamos.
Vivimos
una
época
en
la
que
la
sociedad
se
halla
justamente
indignada
contra
quienes
la
gobiernan,
que
juzga
negativamente
a la
clase
política
en
general
y
que
exige
cambios
que
permitan
al
país
salir
del
lamentable
estado
en
que
se
encuentra;
no
es
momento
de
diagnosticar
el
mal
(ya
todos
lo
conocemos)
es
el
momento
de
ser
creativos
y
pensar
qué
podemos
hacer
nosotros,
los
abogados
y
sus
colegios,
para
salir
de
esta
situación.
Contamos
con
casi
ciento
cincuenta
mil
personas
expertas
en
todas
las
ramas
del
derecho,
forjadas
en
la
defensa
de
las
libertades
individuales
y
curtidas
en
la
pelea
diaria
contra
la
injusticia.
Ningún
colectivo
en
España
cuenta
con
un
potencial
mayor
en
este
campo;
pero
dicho
potencial,
toda
esa
inmensa
inteligencia
colectiva,
no
sirve
de
nada
si
no
se
moviliza
y se
pone
al
servicio
del
bien
común
y
esa
es
tarea
de
la
organización
colegial.
Vivimos
una
revolución
tecnológica
que
ha
hecho
del
conocimiento
y su
regulación
la
primera
de
las
fuentes
de
riqueza,
ahí
tenemos
mucho
que
decir
los
abogados.
No
podemos
ir
sistemáticamente
por
detrás
de
la
sociedad,
los
cambios
tecnológicos
llevan
aparejados
cambios
jurídicos
y
tenemos
que
estar
a la
altura.
No
podemos
dejar
que
la
investigación
jurídica
sirva
sólo
para
diseñar
complejas
herramientas
financieras
que
empobrezcan
a
los
más
en
beneficio
de
los
menos,
debemos
adelantarnos
a
nuestro
tiempo
y
establecer
un
programa
de
futuro,
de
I+D+I
jurídica,
que
sirva
a
todos.
Las
tecnologías
ahora
nos
permiten
movilizar
todo
el
inmenso
potencial
humano
de
que
disponemos,
hemos
de
abandonar
anticuados
modos
y
maneras
de
ejercer
la
representación
colegial
que,
si
eran
aptas
para
el
siglo
XIX
y XX,
son
absolutamente
inadecuadas
para
el
siglo
XXI;
hemos
de
cambiar
una
mentalidad
adaptada
a
los
viejos
tiempos
por
otra
que
esté
en
sintonía
con
los
cambios
que
se
están
produciendo.
Contamos
con
una
magnífica
red
distribuida
de
colegios,
ahora
hace
falta
que
todos
los
colegiados
tengan
el
necesario
protagonismo
en
esa
red;
y
protagonismo
no
significa
solo
que
sean
oídos
sino
también
que
esta
red
abra
todos
los
espacios
posibles
para
sus
iniciativas.
Las
juntas
de
gobierno
ni
el
CGAE
pueden
ser
sociedades
secretas
donde
los
pocos
decidan
por
los
más:
deben
ser
implantadas
nuevas
formas
de
gobierno
abierto
(la
tecnología
ya
lo
permite)
deben
establecerse
nuevos
y
más
amplios
sistemas
que
permitan
una
participación
no
meramente
electoral
sino
activa
y
real
y
que
permitan
canalizar
toda
la
inmensa
energía
de
nuestras
corporaciones.
Somos
juristas,
nadie
está
más
capacitado
que
nosotros
para
proponer
a la
sociedad
nuevos
modos
y
maneras
que
saquen
a
este
país
del
letargo.
Podemos
señalar
el
camino
y
debemos
hacerlo.
Vivimos
unos
años
apasionantes
y
duros;
años
de
amenazas
a la
profesión,
de
penurias
económicas,
de
peligros
para
la
libertad
y la
justicia...
Pero
nos
tenemos
a
nosotros,
contamos
con
nuestra
capacidad
y
con
un
potencial
que
puesto
en
marcha
es
imparable.
Por
eso
importa
poco
si
el
presente
es
malo,
lo
que
importa
es
que
el
mañana
es
nuestro
y
que
es
nuestra
responsabilidad
hacer
de
España
un
lugar
donde
la
libertad,
la
igualdad
y la
felicidad
sean
posibles;
un
lugar
donde
todos
quieran
vivir
y de
donde
nadie
tenga
que
irse.
Ahora
que
en
Málaga
va a
comenzar
hoy
el
9º
Congreso
de
su
abogacía
(un
evento
jurídico
de
primera
magnitud)
pienso
que
ese
trozo
de
España
es
un
magnífico
lugar
para
empezar
a
conquistar
el
futuro.
Vamos
a
por
ello.