Dicen
que
los
políticos
usan
las
estadísticas
como
los
borrachos
usan
las
farolas:
no
para
iluminarse,
sino
para
apoyarse
en
ellas.
Probablemente
sea
cierto.
Porque
si
no,
díganme
ustedes
cómo
puede
ser
posible
que,
afirmando
la
policía
que
España
es
uno
de
los
países
con
la
tasa
más
baja
de
infracciones
penales
registradas,
sea
en
cambio
el
lugar
con
mayor
población
reclusa
de
Europa
Occidental.
Piensen
bien
la
respuesta
antes
de
responder
a
esta
paradoja
y
busquen
posibles
explicaciones,
pero,
mientras
lo
hacen,
déjenme
que
les
refiera
algunas
cifras
oficiales
tomadas
del
propio
Instituto
Nacional
de
Estadística
Según
la
estadística
policial,
en
el
período
2003-2010
el
número
total
de
delitos
y
faltas
cometidos
en
España
descendió
de
1.955.902
a
1.745.313
lo
que
supone
un
estimable
descenso
del
11%.
En
la
jurisdicción
penal
entre
2003
y
2010
el
número
de
asuntos
ingresados
pasó
de
5.600.649
asuntos
a
6.639.356
lo
que
supone
un
aumento
del
16%
La
población
reclusa,
en
el
mismo
período
ascendió
de
56.096
reclusos
en
2003
a
73.929
en
2010
lo
que
supone
un
notable
incremento
del
25%
en
el
número
de
presos.
Finalmente,
el
número
de
agentes
policiales
en
España,
en
el
mismo
período,
pasó
de
118.666
a
155.810
agentes;
es
decir,
aumentó
en
un
24%.
Pueden
ustedes,
si
lo
desean,
tratar
de
interpretar
estas
cifras
buscando
crípticas
explicaciones
matemáticas
pero
les
sugiero
que,
antes,
traten
de
leer
de
forma
directa
y
sencilla
lo
que
las
cifras
nos
dicen
pues
las
mismas
sugieren
un
magnífico
trabajo
policial
(los
delitos
descienden
cada
año
que
pasa),
indican
que
los
jueces
trabajan
afanosa
y
eficazmente
(nada
menos
que
3
procedimientos
penales
por
cada
intervención
policial),
insinúan
que
la
seguridad
aumenta
en
las
calles
(cada
vez
hay
más
delincuentes
encerrados)
y
dejan
ver
que
esta
tendencia
seguirá
en
el
futuro
porque
cada
año
que
pasa
tenemos
más
policías.
La
Arcadia
Feliz,
el
país
perfecto,
España
en
suma.
El
único
problema
es
que
esas
estadísticas
no
pueden
ser
ciertas,
porque,
al
margen
de
los
datos
sobre
población
reclusa
que
son
indiscutibles,
¿cómo
es
posible
que
por
cada
supuesto
delito
detectado
por
la
policía
hayan
tres
procedimientos
judiciales?
¿Cómo
se
come
que
descendiendo
el
número
de
delitos
aumente
el
número
de
presos?
¿Cómo
se
explica
que
siendo
España
uno
de
los
países
más
seguros
de
Europa
cada
vez
contratemos
y
paguemos
más
policías?
Escucharé
encantado
las
explicaciones
que
quieran
darme.
Yo
soy
capaz
de
entender
que
pueden
haber
efectos
ocultos,
que
pueden
existir
defectos
estadísticos,
que
los
márgenes
de
error
son
inevitables...
Pero
también
entiendo
que
este
tipo
de
estadísticas
no
pueden
servir
nunca
para
diseñar
una
política
acertada
pues
los
delitos,
conforme
a
ellas,
lo
mismo
suben
año
a
año
(si
miramos
las
cifras
de
justicia)
que
bajan
(si
miramos
las
cifras
policiales);
que
la
seguridad
aumenta
o
desciende
según
queramos
leer
los
datos
y
que,
también
según
la
lectura
que
hagamos,
hacen
falta
policías
o
por
el
contrario
sobran.
Y
ahora
que
hemos
repasado
algunos
datos
ya
pueden
ustedes
tratar
de
responder
a la
pregunta
inicial:¿cómo
es
posible
que
siendo
España
uno
de
los
países
con
la
tasa
más
baja
de
delitos
sea
en
cambio
el
lugar
con
mayor
población
reclusa
de
Europa
Occidental?
¿Quizá
por
la
extremada
dureza
de
las
penas?
¿Acaso
por
los
pésimos
sistemas
de
reinserción?
¿Más
bien
porque
las
estadísticas
son
simplemente
erróneas
cuando
no
falseadas?
No
aventuraré
respuestas
aunque
tengo
mis
propias
tesis
al
respecto,
pero,
ahora
que
se
prepara
una
reforma
del
Código
Penal
que
endurece
sensiblemente
las
penas,
lo
que
debe
quedar
claro
es
que
dicha
reforma
no
responde
a
datos
objetivos
ni
de
política
criminal
sino
a la
voluntad
pura
y
simple
de
quien
ha
confeccionado
la
ley.
Carecemos
de
estadísticas
fiables
y
sin
ellas
no
es
posible
tomar
decisiones
acertadas;
por
eso
no
es
extraño
que
nuestra
justicia
esté
desorientada,
camine
a
bandazos,
tenga
dificultades
para
mantenerse
en
pié
y
mantenga
un
discurso
balbuceante:
Porque
nuestros
gobernantes
juegan
a la
gallina
ciega
con
ella
y
usan
las
estadísticas
según
les
conviene;
es
decir,
del
mismo
modo
que
los
borrachos
las
farolas,
no
para
iluminar
su
camino
sino
para
apoyarse
en
ellas.
Vale |