Lazos de sangre, tierra y vida

Publicado el viernes, 24 julio 2020

Natalia Velilla Antolín – Arte Puñetero.

«Era a la cabecera el padre adusto,
La madre caprichosa estaba en frente,
Con la hermana mayor imposible y desdichada,
y la menor más dulce, quizá no más dichosa,
El hogar contigo mismo componiendo,
La casa familiar, el nido de los hombres,
Inconsistente y rígido, tal vidrio
Que todos quiebran, pero nadie dobla».

Luis Cernuda – La familia

En el Museo de El Prado se encuentra uno de los cuadros más tiernos que he visto. En él, un Niño Jesús de unos dos años sostiene en lo alto de su mano derecha un gorrión mientras es sujetado suavemente por su padre, un San José sedente, que hace ademán de protección por si el pequeño se cae. El niño capta la atención de un perrito que mira al pájaro con interés, presto a saltar sobre él. San José, sin embargo, toma el protagonismo de la obra, en un gesto de amor paterno y abnegación en su condición de padre putativo, dejando sus herramientas de carpintería a su derecha. La Virgen, en un segundo plano, mira con gesto sereno y entretenido la escena, mientras hila un ovillo de lana. Así, la representación supone una mezcla de religiosidad, amor familiar y trabajo. En La Sagrada Familia del pajarito, Murillo encarna una sentimental imagen, entremezclando el realismo con la idealización de los personajes, lo cotidiano con lo místico.

Bartolomé Esteban Murillo fue uno de los máximos exponentes del naturalismo, corriente que comenzó con el italiano Caravaggio, en la que se hace uso del claroscuro sobre figuras representadas de forma realista, a las que imprime un chorro de luz violenta. En España, también se llamó tenebrismo. Murillo tenía la particularidad de dotar a sus cuadros de habilidades narrativas: en una única imagen era capaz de contar muchas cosas envueltas en un halo de dulzura y entereza, característica que hizo de él uno de los artistas favoritos de la época.

El concepto de familia ha sufrido tantos cambios como ha experimentado la propia sociedad, evolucionando desde su concepción como núcleo de subsistencia hasta su consideración como instrumento para hacer política entre la realeza y la nobleza (matrimonios de conveniencia, ingresos en órdenes religiosas, etc). Hoy en día, no obstante, el por familia entendemos múltiples realidades que han dado pie a múltiples cambios legislativos y jurisprudenciales. En nuestro ordenamiento jurídico, las instituciones de derecho de familia vienen marcadas por los principios del superior interés del menor y de igualdad entre cónyuges, con construcciones tan representativas como la pensión compensatoria, las Litis expensas o la indemnización por dedicación a la familia conforme al artículo 1438 del Código Civil en caso de separación de bienes. Tampoco podemos olvidar que, en España, otros tipos de familia no tradicionales también tienen reconocimiento y protección legal, como los matrimonios homosexuales o las filiaciones no matrimoniales y adoptivas, sin que pueda existir ningún tipo de discriminación al respecto, conforme establece el propio artículo 39 de la Constitución Española.

Las representaciones artísticas de la familia también han estado unidas a la necesidad de representar el estatus social de la misma, como sucede en el conocidísimo cuadro de El retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, de Van Eyck. Los recientes estudios han demostrado que el autor realizó una composición plagada de metáforas, que se deduce de la actitud de los personajes, de las ropas que llevan, de los objetos que aparecen en el retrato y del espejo convexo redondo como centro de gravedad de la composición. Este último demuestra la minuciosidad microscópica del autor flamenco, ya que, alrededor del mismo, aparecen diez estaciones del Vía Crucis, y, en su reflejo distorsionado, un par de siluetas que no se sabe si son testigos de la boda que el cuadro muestra o el propio pintor con algún acompañante o familiar de la pareja. El perro como símbolo de la fidelidad; las naranjas del alféizar de la ventana como muestra de la riqueza de los esposos y procedencia mediterránea de ambos; o el vientre abultado de la novia como pronóstico del embarazo que nunca llegó, son algunos de los ejemplos de dicha simbología, cuya descripción da para un artículo en sí mismo.

De la mano de ese estatus social, pintores cortesanos como Velázquez o Goya plasmaron retratos de la familia real gobernante en múltiples composiciones como Las Meninas o La familia de Carlos IV, respectivamente. Aludiré a este último por ser demostrativo de la personalidad del pintor aragonés, a quien, parece ser, gustaba de realizar los encargos de forma realista, rechazando la idealización a la que se entregaban otros pintores de la realeza.

La familia del monarca Borbón se muestra toda junta, en actitud de dignidad y decoro, si bien hay quienes han interpretado la pintura como una crítica de Goya a la monarquía, aburguesada y francófila. El pintor dota de absoluto protagonismo a la reina María Luisa, que ocupa el centro de la composición, en un gesto que claramente demuestra su ascendencia sobre el rey, con talante un tanto bobalicón. No era un secreto que el pintor –que se incluyó en la composición en la parte trasera izquierda pintando el cuadro, como ya hiciera Velázquez en Las Meninas- sentía especial antipatía por la reina. La soberana tenía fama de tener un carácter fuerte y dominante, y se dice que era manipuladora e intrigante. En el retrato goyesco tales rasgos son fácilmente adivinables.

La evolución de las relaciones familiares en la historia fue inspirando a los artistas hacia representaciones más humanas y afectivas. La maternidad, las relaciones filiales y fraternales o la pareja, empezaron a ser representadas de forma mucho más cercana y cotidiana que en épocas anteriores. La familia ya no era un núcleo de poder, sino la célula social más importante.

Un cuadro emblemático entre cientos de ellos, es el poco conocido Abuela y nietos de Fernando Álvarez de Sotomayor y Zaragoza, que se encuentra en el Museo de El Prado. En él se muestra a la madre del pintor, vestida de negro y con elegante moño al estilo de la época, con los siete hijos de este, cinco niñas y dos niños, a quienes lee un libro mientras mira al espectador. Los niños, de diferentes edades entre la pubertad y la tierna infancia, vestidos con atuendos veraniegos en colores predominantemente blancos, atienden embelesados a la abuela, en una bonita imagen familiar donde se representa la necesaria influencia de la familia extensa en el desarrollo afectivo de los menores. El pintor gallego destacó por su gusto por la pintura costumbrista, clásica y depurada, con influencias románticas.

Con el paso del tiempo, la familia no ha dejado de ser motivo recurrente de artistas contemporáneos conocidos, como Picasso, quien representaba a sus parejas habitualmente, o a su hijo Paulo en los años tiernos de su infancia, además de a otras familias, como en el cuadro Familia de Saltimbanquis o La familia Soler. Botero, Zuloaga y un largo etcétera también han escogido esta composición para sus cuadros. Por su excentricidad, merece la pena apuntar al cuadro Mis abuelos, mis padres y yo, de Frida Kalho, que se encuentra en el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA).  En la imagen, Frida Kalho se autorretrata tres veces: en un primer plano, una Frida niña impúber sujeta unos lazos rojos que van a derivar a ambas ramas de progenitura en forma de derivaciones, recordando las trompas de Falopio. Sobre ella, sus padres, vestidos de boda, con Frida como feto unido con cordón umbilical, dibujado sobre el vientre de la madre. Encima de cada uno de ellos, las parejas de abuelos. Debajo de la figura de la madre, un óvulo es fecundado por un espermatozoide (tercera representación de Frida). La niña reposa sus pies sobre el patio de su casa familiar. El cuadro destila amor, protección y unión familiar, representada en ese lazo rojo de sangre, eterno, indestructible. La artista, como suele hacer en sus creaciones, transmite su amor por México, plagando el cuadro de símbolos de su tierra (paisaje, flora y forma de las casas), ya que el país al que emigraron sus abuelos también es su familia.

La familia como forma de anclarnos al mundo, faro y guía de nuestra vida, centro de afecto y aprendizaje que, en ocasiones, se convierte en foco de conflictos que resolver en los tribunales.

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