Carlos R. Adeva, psicólogo.
La columna de hoy es la continuación de la anterior que también hacía referencia al estrés pero desde un punto de vista más cognitivo y en esta ocasión me parece importante reflexionar sobre los síntomas físicos asociados al estrés y como nuestro cuerpo nos va avisando acerca de nuestro sobreesfuerzo o la sobrecarga sostenida en el tiempo.
A nivel físico la primera reacción de la persona ante un estímulo estresante, nos prepara para enfrentarnos a la situación con éxito, entre otras respuestas físicas nuestro cuerpo segrega hormonas tales como la adrenalina que favorecen nuestro rendimiento.
Carlos R. Adeva, Responsable de estrategias, comunicación interna y organizaciones de Lawyerpress / STRONG element.
Pero ¿Qué ocurre cuando el estrés se mantiene durante un tiempo excesivo que supera nuestras capacidades? Como mencionábamos, en un principio nuestro cuerpo reacciona de manera adecuada pero a medida que la situación se va cronificando van apareciendo y generalizándose síntomas físicos que podemos considerar normales y que ya hemos experimentado en anteriores ocasiones y que no podemos considerar exactamente como estresantes, sino que más bien los considerábamos como respuestas nerviosas ante situaciones complicadas. En este sentido la mayoría tenemos bien identificadas y normalizadas estas respuestas físicas, cada persona genera las suyas, las más habituales son sudoración, molestias estomacales, insomnio ocasional o dolores de cabeza, etc.
En esta primera fase somos capaces de afrontar de una manera efectiva la situación estresante. El problema surge cuando las causas o situaciones estresantes permanecen es entonces cuando los síntomas físicos ven incrementados sus niveles habituales y comienzan a aparecer síntomas diferentes, los cuales no teníamos identificados, esta es la primera señal de estrés a la cual debemos prestar atención porque como indica el titulo de esta columna, nuestro organismo nos avisa. Es como si nuestro cuerpo dijese “no me haces caso con los síntomas habituales pues te voy a avisar con otros distintos y más potentes”
En esta ocasión los síntomas físicos más habituales son taquicardias, taquicardias, migrañas, diarreas, vómitos, sequedad de boca, insomnio generalizado, desordenes alimenticios e importante, a nivel psicológico empieza a surgir la irritabilidad, el desanimo, encerrarse en uno mismo, etc.
La sensación de estrés se generaliza. Es el momento de tomar decisiones para disminuir el estrés, mi cuerpo me está mandando avisos de que ya no puede más.
En la parte inicial de esta fase todavía puedo pensar con claridad pero a medida que aumenten los síntomas físicos nuestro nivel cognitivo irá perdiendo claridad comenzando a aparecer distorsiones que afectaran a nuestro desempeño, debo tomar medidas a nivel cognitivo y conductual para evitar pasar a la siguiente fase.
Cuando el estrés es ya muy elevado y nuestro organismo nos ha enviado múltiples señales de que se encuentra saturado, empiezan a darse fallos en nuestro sistema cognitivo y a surgir una serie de pensamientos irracionales que nunca antes había experimentado. Los más frecuentes son las inseguridades y dudas sobre mi capacidad intelectual a la hora de realizar mis tareas y responsabilidades habituales, posteriormente surgirán los miedos y si seguimos en esa dinámica ascendente comenzaremos a evitar nuestras situaciones laborales habituales.
Si hemos ignorado los avisos de nuestro organismo enviados a través de los síntomas físicos y no hemos tomado medidas ya es el momento necesario para acudir a los profesionales de la salud mental, en caso de saltarnos estos últimos avisos estamos acercándonos peligrosamente a la fase de ataques de ansiedad, la cual consiste en una pérdida de control absoluta tanto a nivel físico como cognitivo.
En resumen debemos prestar mucha más atención a nuestro cuerpo, nuestro organismo nos avisa y no debemos ignorarlo!!! Si acudimos a los profesionales de la salud en las fases iniciales nos evitaremos muchos “malestares” físicos y emocionales.
